¿Qué es, ser figura?
Bardo de la Taurina
La elección del tema
de esta semana se salió de la chistera como el conejillo que asoma las
orejillas y sorprende por lo que hay atrás de él y es que pa’ otorgarle el título
de figura a algún individuo, por principio de cuentas, hay que decir que el
mínimo requisito que requiere el nuevo baluarte, es estar a la par o superar a
quien le antecedió con la portación del título, pero no por ello vamos a
tolerar la devaluación de las jerarquías asentado lo cual y en un ejercicio de
participación con usted lector, ¿Qué le parece? si el Bardo le refiere algunos
nombres de personajes que han portado ese calificativo y usted nos da a quienes
considere dignos en la actualidad de ser acreedores a tal distinción.
Figuras en el ruedo
lo fueron por citar entre algunos otros, Fermín Espinosa ‘Armillita’ y Manolo
Martínez, en lo ganadero Don Antonio Llaguno y Don Raúl González, en las filas
de los subalternos Rafael Osorno y ‘Tabaquito’, en el palco de jueces Don Juan
Pellicer y Don Jesús Dávila, en lo empresarial Antonio Algara y el Dr. Alfonso
Gaona, apoderados ley Don Rafael Báez y Don Pepe Chafik, en la línea
periodística ‘Don Difi.’ y Don Carlos León, frente a los micrófonos Pepe
Alameda y Palco Malgesto, en las porras ‘El Jitomatero’ y ‘El Jarocho’, en la
pintura Ruano Llopis y Pancho Flores, en la composición Agustín Lara y Tomás
Méndez, en los cantantes Juan Legido y Alejandro Algara, en las bellezas del
tendido Dolres del Rio y María Félix.
Se perfectamente
porque así yo lo pienso que estamos viviendo épocas diferentes y por ello no
estoy casado con la idea ‘de que todo tiempo pasado fue mejor’ pero lo que
tampoco podemos aceptar es aquello ‘De que en la tierra de ciegos el tuerto es
rey’ bueno eso es lo que creo, más en este caso o por esta vez como usted fue
el designado para subrayar nombres, en mi nombre, me despido y hasta la
próxima.
FIGURA del TOREO, ¿MARCA O
RECONOCIMIENTO?
EL VITO
Figura del toreo, de acuerdo al diccionario de la Tauromaquia de Espasa
es: “torero de fama y renombre”.
¡Vaya! ¡Qué manera de darse el cambio! Además, con una moneda de tan
variada denominación.
No son las mismas consideraciones las fundamentaron calificar a un
torero como “figura”, ayer y hoy.
Ayer se impusieron consideraciones como la trascendencia de la fama del
diestro, lo mismo que su influencia en el rumbo del toreo. En otras palabras,
que debía el diestro además de torero de cartel y tener influencia en la
política del espectáculo.
Así surgió Francisco Romero, de Ronda, lo mismo que Costillares y
Pepe-Illo, quienes con Pedro Romero ordenaron todo lo correspondiente al
ejercicio y escenario del profesional del toreo de la época.
Ni modo de no considerarlos figuras priigenias de la fiesta de los
toros.
Más metidos en el romance, sus anécdotas y leyendas entre líneas de la
historia, surgieron en el Siglo XIX los nombres de Cúchares, Lagartijo y
Frascuelo.
Al primero le otorgan la magistratura del Arte del Toreo, y los otros
dos han sido convertidos en piedras angulares de la Fiesta. Su fama, su
renombre, y lo más importante, admiración de los públicos y profesionales los
convierten personajes de mayor influencia en el desarrollo del espectáculo,
hasta que en el ocaso del siglo aparece Rafael Guerra, “Guerrita”, primera gran
figura del toreo. Más que por su inteligencia en la lidia, que la tuvo y mucho,
por su influencia en el desarrollo del espectáculo y en el comportamiento del
profesional del toreo.
Es con Guerrita que se inicia el orden en la formación y fundación de la
ganadería brava. Con él, el sentido anacrónico del ritual en la profesión. Es
con Guerrita que el torero se sedimenta en el río de los acontecimientos, un
río que desembocará en las dos más grandes figuras de la historia. La antesala
la sirven Bombita y Machaquito, a la pareja de Gallito y Belmonte.
El final de una época, con el sello de Gallito, y el inicio de una
revolución en el irreverente, suicida, espectacular y sensacional mensaje de
Juan Belmonte.
Dos toreros de Sevilla que ordenan la fiesta desde Cádiz hasta más allá
de las vascongadas, y es que más allá queda esa Francia en la que hoy se
escribe el relato más importante de la fiesta de los toros en el Siglo XXI.
Ellos, las figuras señeras del toreo, no le admiten respiro a sus
competidores.
Antes que llegara Joselito, ya se asomaba a la historia grande de la
fiesta el americano Rodolfo Gaona, el indio que a la muerte de Gallito
equilibra el estruendo de Belmonte.
Gaona fue un torero que por americano, fue considerado exótico, y por
indio un heterodoxo. Cuando la realidad de su formación fue la de un auténtico
adelantado del temple y el mando en las suertes, que necesitó para que le
comprendieran de lo que en breve derrocharía Armillita, la gran figura de
América de todos los tiempos. Crítica y literatura, la que le había sobrado a
Guerrita, a Joselito el Gallo y a Juan Belmonte.
A partir de la Edad de Oro del toreo, superados los avatares surgidos al
alba del Siglo XX, es decir la Gran Guerra y más tarde la Guerra Civil
Española, la consideración de una figura del toreo cambió radicalmente.
La lista de los grandes de la fiesta después de Armillita deben
encabezarla Domingo Ortega y Manolete. En especial Manolete, a quien el genio
promotor de don José Flores Camará envolvió en el manto del mercantilismo que
el día de hoy se han convertido en bandera de la Fiesta. Una bandera que izaron
apoderados o gerentes como en su día lo fueron Dominguín y Bienvenida, los
fundadores de las dinastías.
El mercantilismo le da características comerciales al torero; y lo
venden como figura, basándose en fundamentos estadísticos.
Pero, mucho más que la propia historia, que los razonamientos
aritméticos, agregaríamos a la escueta definición del diccionario de
Tauromaquia dos elementos que, con todo respeto, para nosotros son y han sido
fundamentales: la admiración de los profesionales del toreo, y la aceptación de
los públicos del universo taurino.
Sea usted, amable amigo, quien elabore la lista de las grandes figuras
del toreo. Habrá abierto un surco donde sembrará la semilla de la polémica.
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