LOS FORCADOS, PEGARON FUERTE
Arte Reynaldo Torres
El toreo cuando es
macizo, no nada más en su cimiente, sino también en la vid, suele dar
trasmisión de buen paladar, tal y como ha sucedido con los herederos de
cofradía de Los Forcados Hidalguenses, quien este domingo de recuerdos
mortuorios tanto en el rugir de los bólidos Formula I que volvieron a la pista
de La Magdalena, que aunque no es María si es dolorosa en recuerdos al solo
pronunciamiento del nombre de Ricardo Rodríguez chaval que inscribió con sangre
su nombre en el libro de la historia de los acelerones mundiales aquella tarde
del uno de noviembre de 1962, otra tarde más cercana que no quiero ni recordar,
un toro mato a Eduardo del Villar,
fundador, ideólogo y Cabo de Los
Forcados Hidalguenses, en aquel entonces. Por cierto ya que hablamos de muerte
así con sus cinco letras muerte, que mal se escucha y hasta me suena a falta de
respeto, cuando en los medios escritos o parlantes se refieren a Eduardo del
Villar, o a cualquier torero, como que sufrió un accidente, ¡no señores! cuando
a los toreros un toro les mete el pitón por las entrañas los está corneando y
como en el caso mencionado, lo llevó a la muerte, así que nada de accidente, no
tratemos en una fiesta brava de suavizar o maquillar lo que no es, los toros
dan cornadas y matan, accidentes los de los matadores Carlos Arruza y Valente
Arellano.
Bueno pues resulta
que en la segunda corrida de la temporada se presentaron a la vera del
rejoneador Horacio Casas los guerreros gigantes, llevando por delante en desafío
de pega al ‘Charro’ José Luis García, quien provoco con el corazón y recibió
con un par de cojones al burel lebrijano en una de las que sin duda pasaran a
la historia como una estampa más que forcada, reivindicadora de que cuando en
el toreo prevalece la verdad, la que gana es la Fiesta Brava.
Luego tres
mosqueteros armados de garapullos le imprimieron sello particular a su lidia de
madera y papel de china, ‘El Conde’ en noble y valiente, el ‘Zapata’ en
guerrillero no exento de pirotecnia y ‘El Fandi’ en derroche de facultades y
valentía, total, que la tarde fue de banderilleros y banderillas hubo.
Hay que hacer notar
que aunque sea su obligación, si el domingo pasado alguien merecía de hacerse
acreedor al pañuelo de seda blanca que se canjea por una oreja, ese lo debió de
haber sido el juez Gilberto Ruiz Torres, quien seguramente apoyado por su
asesor Don Conrado Garcia, supieron lacrar la plaza más grande del mundo con
sobriedad y se alejaron del minoritario bullicio de quienes pedían Halloween para algunos de los de la torería,
los cuales se entienden que puedan estar
molestos, más la oreja no se entregó, primero por la categoría que se le quiere
devolver a la plaza y en segundo lugar
porque las almas que acudieron al embudo no motivaban, ni a la Santa Muerte a
que regalara la gloria ¡Bien Señor Juez!,
ese es el camino, lo demás es kermesse.
NO A LAS MALAS FORMASelcorreo.com
Aunque el fanatismo
que provoca ‘El Príncipe Galapagueño’ tienda cortinas de humo a actos
reprobables que acostumbra el torero de las esporádicas actuaciones, no se
puede dejar de soslayar que el hecho de que por mercadotecnia no permita ser
televisado y esto viene a la palestra porque esta semana parecería que el mal
ejemplo cundía entorno a la figura del ‘Juli’ al correrse la voz de que se
esfumaría de las pantallas en un acto de vale madrismo hacia quienes están
ávidos de gozar de su toreo, lo cual
desde aquí y como un servicio a la comunidad taurina se les informa que el
madrileño ira en vivo y a todo color salvo claro que venga satanás y meta la
cola.
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