domingo, 9 de noviembre de 2025

 

Arte Pablo Picasso

Narrativa pa’ sorberse a traguitos
‘Los Divinos’

Bardo de la Taurina

Arte 

Pancho Flores – Cristóbal y Fco. Álvarez – Juan Antonio Ruiz

‘El arte debería prohibirse a los ignorantes,
nunca poner en contacto con él a aquellos
que no están preparados para ello…’
Pablo Picasso
 

Buscando no caer a los pies de Oblivion, que según cuentan es “El Rey del Olvido”, ese que crece sin respeto por lo que un día fue semilla de lo esplendoroso o de lo desastroso, pero que, si no lo recordamos, caerá en los trebejos de lo ignorado, que es como darle cuello a las huellas del pasado, como lo es la tauromaquia, hoy decapitada en el centro y en varias provincias. Esto, porque en mucho los taurinos no la oxigenamos en los últimos años y permitimos el chacoteo masivo, el que antes se daba en las carpas.

De ahí que hoy aquí, las plazas, cuando no se anuncia un extranjero, parecen outlets. ¿A qué se debe esto? A que los que han volado son los toreros espectáculo, los aportadores, los originales. No que hoy los aficionados y el público se encuentran con un toreo serigráfico: 1/100 – 30/100 – 60/100.

Concluyendo: ¿O el toreo está en los momentos estelares de su decadencia? ¿O cómo entender que en treinta años no surgiera una figura de talla internacional?

Y eso que hoy los toreros no huelen a mujer, vino y tabaco, que desgastaban mucho. Pues imaginemos ochenta tardes de nervios, gachis, tragos + otros ochenta días de agotamiento físico, y dan las crudas. Y es que eso de lidiar en algunas plazas primero los mochos y luego las que están en puntas tiene su gracia, como cuando le preguntaron a aquel:
—¿Si le gustaba rematar en los medios?
Y horondo contestó: —Prefiero rematar en el pocito…—

Bueno, mientras seguimos rumiando, ¿o velando lo que una vez fue y ya no será?, pondremos a disposición los nombres de esos seres que, en la Fiesta y a la vez Tragedia, pasaron lista de presente, sin que estén libres de su respetado criterio.

 

 Arte: Cristóbal Álvarez “Haciendo la luna”, uno de los

pasajes emblemáticos de quien cambiaría el toreo

 

Juan Belmonte ‘El Pasmo de Triana’

Vayamos con los artistas y con algunos que alcanzaron lo “Divino”:
Juan Belmonte, que dejó pasmados a todos quienes lo veían, de ahí lo de “El Pasmo de Triana”. Conjugaba el valor de parar y el arte con lo que lo hacía, pues, estudiándolo a fondo, los de antaño ya referían la presencia del temple, aunque el personaje sostenía que el temple lo daba el toro, sobre todo durante los tiempos en que una enfermedad afectó en España las pezuñas de los bureles, obligándolos a ir más despacio.

—Se torea como se es.
—El toreo es la expresión de un estado de ánimo.—

Y vayamos con el origen de estas citas, que no siempre es tan conocido:
“Lo más importante en la lidia, sean cuales sean los términos en que esta se plantee, es el acento personal que en ella pone el lidiador. Es decir, el estilo. El estilo es también el torero.”

Y si este trianero le movió algo con sus teorías, le recomendaría el libro Juan Belmonte (una vida dramática), 1962, de la autoría de Manuel García Santos. No va a ser fácil su adquisición, pues el libro, que es de bolsillo, fue editado por La Prensa en 1965, a un precio de $5.00; más ello nos llevaría a una aventura por las librerías de viejo en la calle de Donceles, en el Callejón de la Condesa y en el Panteón de San Fernando, en la CDMX, donde se expenden reliquias literarias.


Arte: Caricatura intemporal de ilegible autoría,

más extraordinaria en su expresión gitana,
con gratitud a su creador.


Joaquín Rodríguez ‘Cagancho’

Del que su madre dijo un día, después de sus mítines que también los pegaba:
—Con lo guapo que es mi niño y todavía quieren que toree.—

Y es que ese gitano, con el mar atrapado en sus ojos, era cosita fina. Con recordar aquello que sucedió cuando cruzó la línea fronteriza y el migra le preguntó:
—¿Usted habla inglés?—
—¡Ni Dios lo permita!—

En lo torero fue un tío de claros y oscuros, que nació pa’ las pinceladas, que las daba como si fuera el mismo Greco. Y cuando las ligaba, pues armaba una faena de perfume caro; eso sí, rara vez rematada con los aceros. —Pero me esforzaba—, al grado que llegó a tratar de matar al toro desde el callejón, con la consabida visita a chirona (cárcel), lo que no fue solo una vez.

Su toreo consistía en despatarrarse con esas piernas tan colosales como las del Rodas, las que le permitían que su cintura girara como del sol a la luna, llevando prendido al burel. Eso sí, cuando andaba de vena, y con ello le alcanzó, en su época, pa’ ser el segundo torero español que más toreaba en México.

También hay que decir que incursionó en las pantallas de plata, y lo hizo al lado de la genial Carmen Amaya y del mismísimo Anthony Quinn.

Y vámonos recordando que el presidente López Mateos lo nombró su asesor taurino, y su mecenas en México lo fue don Carlos Trouyet, quien lo tuvo en su ganadería “San Carlo”, que había pertenecido al “Orfebre Tapatío”, tal vez el torero más prolífico en la creación de quites, que lo fueron cuando menos seis: “El Quite de Oro”, “La Tapatía”, “La Orticina”, “La Mariposa”, “La Chicuelina andante”, “La Guadalupana”, de cuya Virgen era tan devoto que una tarde, que conquistó “La Oreja de Oro”, se la fue a regalar a su altar.


                           Arte: Juan Antonio Ruiz, cuya naturalidad se da acorde

con los palpitares del jerezano, que eran el pozo del arte


Rafael de Paula

Rafael de Paula, que no era su nombre real, pero siendo gitano, le duraba inspirarse en aquel San Antonio de Padua y colgarse algo parecido; de ahí el de Paula, bueno, eso cuenta su leyenda.

A últimas fechas ya no podía con su grandeza, dejando ver su precaria humanidad, con la que no se podía ir de la cara de los bureles en las plazas.

Bueno, el Paula poseía la convergencia de miles de aficionados que lo han considerado el más bello capote de todos los tiempos, y él reafirmaba que esto se debía a sus muñecas irrepetibles, más algo a este asombroso don le concedió “El Gallo” y “Chicuelo”. Pero eso no es todo: también decía que poseía un pecho hermoso que, cuando lo sostenían sus extremidades inferiores o el tronco, encontraba una estética maravillosa, la cual lo precipitaba con lo efímero de lo natural. Esto, aunado a su gitanismo, le daba un halo sustentado en su forma de ataviarse de auténtica divinidad.

Y nunca mejor tomada y aplicada esa cita que aparece en el libro de José Bergamín La Música Callada del Toreo, de ediciones Turner / El Equilibrista. De ella viene bien decir que el autor le dedicó esta obra a Rafael de Paula: “Porque de él aprendí a pensarla mejor”.

Va la cita:
“Por eso hubo y hay tan pocos toreros de verdad. Hoy se les llama, con desdén por muchos, artistas, como a los que no lo son se les debería llamar, sin desdén, lidiadores; que es muy distinta cosa.”

Decía que si un día la inmortalidad le fallaba, se elevaría por los cielos y Jerez vestiría de luto. Y así fue, pues murió apenitas este Día de Muertos, tal vez no como lo deseaba, dando cuatro lances al viento.


Arte: Fco. Álvarez Una expresión del maestro,

 sin el que no se podría entender El Toreo Moderno

Enrique Ponce “Su Majestad”

De su grandeza, qué decir, todos los rincones la constataron. Y, como todos los inmensos, ha tenido detractores y envidiosos, como lo fue o lo sigue siendo José Miguel Arroyo “Joselito”, quien llegó a insultar al torero de Chiva, Valencia, España, por unos dimes y diretes que se resbalaban por entre las tabernas y los mentideros taurinos. Chismes o no, debieron de ser tratados con la firmeza que el rigor admite.

Más “Joselito” sacó del burladero al maestro valenciano y, con palabras inusitadas pa’ un brindis, espetó:
—Cuando yo me tenga que cagar en tu puñetera madre, te lo diré a la cara—.
Concluyó el brindis con un “vete a la mierda y toma la montera”.
—A mí me gustan los tíos por derecho y de frente, y si me tienen que decir cualquier mierda, me lo dicen a la cara.—

Inexplicablemente, Enrique Ponce, que debió dejar que la montera cayera a la arena, con esa su educación la tomó y regresó al callejón, mientras la gente, que ignoraba lo sucedido, aplaudía el brindis.

Una mancha imborrable del exquisito de las arenas, que lo fue por muchos años, hasta que él quiso, más ciertamente con algunos empujones ajenos a los ruedos.

Y sí, recordarlo como un artista que, con capa y muleta, alcanzaba lo sublime, hasta llegar a hacerlo parte de su toreo, sin que faltaran esos chispazos de inspiración única, como lo fueron sus “Poncinas”, además de haber sido el troquel de todos los clones que hasta la fecha pululan por doquier.

Y hablando de esos papeles calcas, reproducimos algo que al respecto dijera quien fue la punta de lanza del toreo mexicano, don Rodolfo Gaona:
—Nadie puede enseñarle a uno a ser torero; ese, el toro, es el que manda en la plaza.—

Y ya encarrerados, va otra del mismo autor:
—Y para ser buen aficionado no hay como ver muchas corridas y hablar con los toreros; y los toreros necesitan hablar con los buenos aficionados para aprender también.—

Arte: Juan Antonio Ruiz, sustrayendo del albero lo efímero pa’
volverlo inmortal, en ese detener el tiempo que es oro

Morante de la Puebla

La divinidad que hasta el último momento mostró al mundo, porque logró en su solo compendio lo mejor de los que lo antecedieron, lo que es muy de su convicción. Pues en alguna ocasión dijo que “hoy se torea peor que nunca”. Con valor, sí, porque hasta pa’ abordar una buñi se necesita valor. Y continuó aseverando que hoy se ejecuta artesanalmente, y por supuesto que arremetió contra el toreo de calca, el de troquel, que de eso a la robotizada hay un paso.

Ojalá no se llegue a eso, porque sería tanto como quienes fornican con una muñeca de hule; más que fantasía, es una demostración de la carencia de sentimientos, como la emoción misma lo es. Pero no cualquier emoción, que tal vez en el talante de lo taurino, y más concretamente de Morante, lo correcto sería referirnos al estallido que viene después del pasmo o de un sofocamiento que, en cuestión de segundos, puede explotar.

Y no como un jubileo como tal, sino con el que produce un alumbramiento, porque el referido Divino, cada pase nos lo ha entregado como una verdadera creación e irrepetible, porque lo más probable es que no se le vuelva a ver. Y esto queda confirmado cuando ha dicho que él no comulga con las faenas prefabricadas.

La razón de ello está apoyada con esa definición que ahí queda cuando lacra aquello de que “el toro es la música y el torero la letra”, y que con ella trae prendido el respeto que, en el toreo y en la vida del torero, se le debe tener a quien toca la tecla, esa que un instante antes se sabía que la había, pero no tenía vida.

Y si hoy se puede afirmar que, como ser, es un superdotado, a pesar de sus carencias mentales, lo cual lo engrandece hasta la estratósfera, donde se vive en otra dimensión. Lo sé porque lo he escuchado de él; ha sido un sufridor de la vida misma y de sus circunstancias, a las cuales ha superado por ratos, que le llegan más que nada cuando está en el albero, en donde él ha sido un dar a manos llenas.

Y por supuesto que no va a ser ni beatificado ni santificado, porque él fue la vid de las arenas, la que en lo agreste y en el brillo no se resistieron a ser partituras de un lenguaje que fue del delirio a la genialidad.

No obstante, José Antonio Morante Camacho, en la realidad, ha sido un mártir.

Y si decir que su herencia ya se está viendo, se llaman: Juan Ortega y Pablo Aguado.

Los de México

¿Qué pasa con ellos? Pues andamos en la búsqueda de algunos noveles de los últimos treinta años, y la cruda realidad es que no los encontramos al nivel de los referidos en esta entrega.

Y ahora se entendería si “La México”, en vez de arena, la hubieran empastado, pues muchos llegaron a ella a hacer su picnic.

¿Y cómo los vamos a encontrar, si ahora en plazas como la “Monumental de Aguascalientes” pintan las tablas de color azul, dizque en honor de una santita? Pues ojalá pronto llegue Santa Claus pa’ que vuelvan a su color rojo.

Arte: Don Pancho Flores, en uno de los testimoniales más
de cómo se toreó antes de que esto fuera nostalgia

Los Aztecas

‘Pepe Ortiz’, creador de quites, entre ellos ‘El Quite de Oro’, que nació frente a la cara del toro sin ensayos previos y que solamente fue ejecutado por su creador en tres ocasiones: en México, Granada y Guadalajara.

Silverio Pérez fue el auténtico ‘Compadre’ de un pueblo querendón, de ahí que la afición le abrazara con un cariño inusitado, y al que le inyectó popularidad su pasodoble.

Fernando de los Reyes ‘El Callao’, que con sus azares vinieron las lunas de miel gozosas e irrepetibles. Lástima que lo silencioso de su persona no le permitió gritar en la Fiesta.

‘El Pana’, ya después, con el caminar la legua, dio con el macizo de la personalidad que le alcanzó pa’ tejerse su ropaje histriónico.

Y aunque fueron poquitos, lograron darle a la toreada mexicana ese aroma a perfume fino, qué digo fino, ¡finísimo!

Arte: Don Pancho Flores, quien, igual que su inspirador,
encontraba tela donde quisiera pa’ convertirla en arte

Manolo lo precioso lo hizo rutina

Me pregunto: ¿no será que Manolo encajaría entre los toreros poderosos, técnicos y hasta bastos? Claro que sobrado de arte, pero sin ese pellizco. Y es que, por citar sus ‘Chicuelinas’ desmayadas, sus ‘Desdenes’, que en su persona eran uno de sus rasgos, sus ‘Martinetes’ rubricantes y explosivos… ¿Tal vez con su regularidad los hizo normales? Reconociendo que la grandeza es hermana de la enormidad, y cuando no las ejercía no era por falta de poder, sino que se daba el lujo de que no se le diera la gana.