martes, 7 de mayo de 2013

MADRES TORERAS


Que a Toda Madre debe de ser pa’ las madres, que las festejen en  día especifico, máxime cuando  han honrado el género de lo maternal, el que entiendo no debe de ser fácil, pues parte de ello implica no nada más la educación que les brinden a los críos, sino hasta el buen camino que estos hayan tomado y es que como aquí de todo responsabilizamos a los demás, pues obvio que también a las madres les toca su parte, tajada de la vida que pa´ unas les debe de ser esplendorosa y a otras espinosa o más bien a según como se vea el asunto y esto viene porque  yo de repente me pregunto ¿que se sentirá haber parido un hijo torero? de entrada no creo que sea como haberse sacado la lotería, pero al rato ya pienso que debe de ser algo bien chido como pa’ sentirse henchidas de orgullo, ¡claro!  eso pa’  quien tiene un hijo  de los que  llevan dignamente el hábito de la torería,  porque ya sabemos que hay otros de papel maché que  avergüenzan hasta a sus madrecitas, mas a las unas y a las otras y también a quienes sin ser madres toreras aman a la fiesta quisiera  sacarlas a los medios y pegarles una ovación de Puerta Grande, ¡Venga ya!.



Y como es mayo la ocasión es propicia pa’ recordar, el que a lo largo del transitar hasta mi vejez he conocido a muchas madres y de otras he escuchado mil historias, algunas impactantes como la de aquel novillero legendario que lo fue Félix Guzmán (Felice <Veglio-Helglei> Kutmann Schopenhauer) hijo de un ítalo y de una germana que cuando su chaval mixcoaquense vestía de luces  en la placita Ford o en El Toreo de la Condesa, se desplazaba desde su casucha de laminas de cartón hasta los alberos y empezaba a circundarlos apretujando un rosario  entre sus huesudas manos que sudaban pánico para luego desbordarse  cada que el vocerío se expresaba en gritos de zozobra, los cuales impulsaban a la madre mártir a volcarse a la puerta inmediata y con voz mutilada por la angustia alcanzar a preguntar ¿Que paso?, ¿A quien cornearon?  dicen quienes fueron testigos de aquello que la escena no obstante de ser repetitiva era patética, dramática, desgarradora y es que Félix Guzmán, era un novillero tan entercado en quitar a la pálida madre de lavar ajeno y fregar pisos, pa’ lidiar las tripas del hambre, que cada que estaba frente a un pitón  se colgaba de el, en  trueque de vida a muerte que le permitía arrancarle a los bureles unos cuantos pesos pa mitigarle el hambre a su madrecita santa la que vivía en el dantesco infierno de lo paupérrimo, allá por el camino que llevaba hacia el manicomio de La Castañeda, territorio del Rio Mixcoac, aunque le va más el nombre de ‘Barranca del Muerto’, cuentan que pa’ el año de 1943 el rubio torero ya había traspasado los dinteles del tremendismo y a ellos no cedía hasta que llegó el ‘Mes de las Madres’ y en el Toreo de la Condesa se vio ante aquel burel de la ganadería de Heriberto Rodríguez, el que fue herrado con azufre y como presagio lo sentenciaron a llevar el nombre de ‘Reventón’ y si cumplió con reventarle la ingle al ‘Niño Torero’ el que todavía con un par de cojones se apodero de las peludas, para luego caer en las ‘tenazas negligentes’ de los doctores Rojo de la Vega e Ibarra, los que al operar el guadañazo se percataron de que  era largo pero limpio y seguramente esto los embriago de  confianza al grado de llevarlos a  cerrar  en chinga el boquete  sin darse tiempo para observar que estaban dejando dentro pedacillos de la taleguilla burdeos y oro con lo cual los galenos le abrieron la ‘Puerta de los Sustos’ a la gangrena gaseosa, la que en menos de 36 horas se tiro a matar llevándose la vida de Félix Guzmán.    
Desde aquel día el calvario de la madre se empedró, los sesos se le distorsionaron, las lágrimas le ahogaron sus ojitos y tarde a tarde sin que faltara una, hasta el día de su partida, la enloquecida madre enfundada en un terno catafalco salía de su jacal urbano y tomaba rumbo al Toreo, gimiendo, sollozando, gritando hasta el alarido, con el alma desgarrada, el nombre de su hijo palmado, la escena asustaba, la madre se desmoronaba en lo negro del asfalto y sacando fuerzas de ese su amor maternal se levantaba una y otra vez para seguir muriendo. ¡Mi Profundo Respeto! a las Madres Toreras.

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