miércoles, 13 de diciembre de 2017

EL PERRO CON LA PLUMA EN EL HOCICO


En ese mar de gente que se forma en los antes de los festejos, un aficionado a quien  no conocía, me dijo; -Bardo está usted hecho un perro con la pluma en el hocico- y agregó sin soltar la lengua -no se enoje, eso siempre va ser mucho mejor que ser un comunicador correctamente taurino- el término, no el de las croquetas sino el otro, me hizo gracia, lo de perro lo tome como una distinción  y es que en México ser perro no es cualquier cosa ¡qué va!,  y si usted me lo permite le diré que en mi opinión la perra más famosa que ha habido aquí,  lo fue una setter llamada Aída que perteneció al Arq. Adamo Boari constructor del Palacio de Bellas Artes perrita cuya popularidad la llevó hacer inmortalizada en los medallones que resguardan el pórtico derecho de la fachada principal del palacio de mármol, ¿Qué tal?


Y hablando de popularidad en las bellas artes la empresa capitalina, escogió el día guadalupano pa’ dar una corrida como esas que se dan en provincia  del Estoque o la Oreja de Oro, pero aquí en la Ciudad de México la dieron con figuras españolas  y toreros mexicanos algunos interesantes y otros pues toreros,  pa’ disputarse el reconocimiento del público, tal vez en una estrategia alocada se empezó a correr la voz de que los boletos desde siempre estaban agotados ¡Falso! al grado de que la plaza no se llenó hasta el reloj.

Todo empezó dice ‘El Brujo’ José Luis Pacheco el aficionado de toda la vida (el que  prepara pócimas mágicas pa ’amores y desamores, pa’ la reumas y las urticarias), con un no saber cómo se acomodaban los toreros, por aquello de las antigüedades violadas luego las rayas concéntricas y la silueta de la virgen pintadas en color ceniza de cuaresma, que al pasarles los rastrillos ensuciaron toda la arena, aparte de que a los creyentes les pareció una falta de respeto que los caballos , los toros y los humanos la pisaran en su natural desplazarse y  después  un tenor fuera de cacho que sobre el techo de la puerta de toriles, lugar reservado pa’ los sombreros charros de ‘Manolo’, se receto  algo como un cantico religioso, en un coso taurino  ¡hágame usted favor! después de esto que no nos extrañe ver en el pulpito de la catedral al ‘Cigala´ con sus ´Lágrimas Negras’ o que tal en la Villa de Guadalupe  con aquello de ‘Salías del templo un día llorona…´ ¡Ay dolor!
 
 Comenzó aquello cuando el estuche se abrió y como por arte de magia broto un señorón de la Joya que fue una joya con una capa de mink jabonera, que merecía a aquel Pablo Hermoso de Mendoza en plenitud física y no, el navarro ventajoso que le aventó dos rejonazos de castigo capaces de parar a un bulldozer y no obstante el majo cuernudo le apretó y  Don rejones se lo quitó de encima con frio machetazo.

 Luego salió un toro de Santa María de Xalpa, sobrio y condescendiente pa’ el mayor de los Adame Montoya  y  el juez que es un banderillero en retiro, que también está retirado del buen criterio, sin justificación alguna, le adelanto al torero azteca los tejocotes, las jícamas, las limas, las cañas y los cacahuates, lo que provocó una de las rechiflas más estruendosas que se puedan recordar en esta plaza, cuando el matador pudo evitar esto aventando las peludas al callejón.

A la pasarela, un chulo de Jaral de Peñas  y con el  apareció el constructor de la gran entrada, el galapagueño ‘Pepe Tomy’ al que por esa razón también y por el espacio en el que se adecuo, sin que esto quiera decir que le agarro el son al toro, le obsequiaron una oreja que al primero que sorprendió fue al torero y como en el juego de ‘las manitas calientes’ la soltó apenitas la tuvo.

Como lo que fue un toro que le dieron pa’ sus tunas de Fernando de la Mora pa’ Octavio García ‘El Payo’  y uno de Montecristo pa’ Julián López ‘El Juli’ que fue todo como a media luz, pues la luz eléctrica que está muy cara, mejor se apagó por un cuarto de hora, lo que dio oportunidad de echarse unos farolazos y alumbrarse con el pretexto de quitarse lo friolento y olvidar el frio de las dos labores.

Ya después con uno de Villar del Águila, Sergio Flores que anda acurrucado en el regazo del cariño de la afición, toreó gustándose y  gustó a la afición, afortunadamente se tiro a matar pues ya la gente tal vez etílica empezó a pedir el indulto y luego el rabo, llevándose a final de cuentas, las de Mickey Mouse.
 





























Le tocó turno a José María Manzanares, con su precioso terno color pezón de princesa y oro eucarístico, la taurinísima,  influyentísima y popular Isabel Cabrera, se lo quería llevar a su casa y yo creo que el otro se hubiera ido encantado, pero para no entrar en celos por preferencias con uno de Xajay, le regaló  a toda la plaza lo más bello de la tarde ¡Que Naturales! tan sobre naturales y que espada tan encantada, ¡lo queremos ver, de nuez! (nuevo) y si fuera en un mano a mano, plenamente justificado con Enrique Ponce, sería miel sobre hojuelas para la afición y orgasmos para las damiselas.

 Con uno de Villa Carmela  Luis David Adame se extravió entre  enredos de entusiasmo sin que nadie le haya susurrado al oído, que nunca unas Zapopinas por más que las repita, serán la estructura de una lidia.

 Y  solo decir que el evento no pasara a los anales del entusiasmo, pero sí, a los de  la recaudación jugosa en las taquillas, que era el objetivo.


Si usted lee algo diferente,  recamado de alegorías, es que no fue escrito por un perro con la pluma en el hocico y si tiene aroma a ‘rosas de suave fragancia que le dieron marco a la virgen morena’ es que tal vez el espíritu lariano, ahora inspira, lo inexistente como inexistente fue el grito de; - Regala un toro Pepe Tomy- Regala un toro Juli y es que eso solo está reservado, no para los sacerdotes del toreo sino para el papa de todas las liturgias Enrique Ponce, el cual, sin haber toreado este doce de diciembre, fue el gran triunfador, pues ¡como se le extraño!  

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