martes, 28 de diciembre de 2010

Octava de la Temporada 2010

‘El Duque de Otranto’ y  ‘El Duque del Albero’ cronistas de la Sociedad y de la Torería, a los que se suma  ‘El Duque de Seda’  Guillermo Martínez quien iluminó la tarde navideña con Faroles Tapatíos.
Allá cuando este país era esplendoroso, cuando decir México era sinónimo de grandeza  de glamour en lo torero y en lo social, un personaje pintoresco a quién en el mundo del ‘Rococó’ se le conocía como El Duque de Otranto el cual trascendió a la vida dorada de ‘La Ciudad de los Palacios’ entre otras cosas porque desde su barrera de  cronista y escribano  en los tiempos gloriosos  del  periódico ‘De la Vida Nacional’ Excélsior, se dio a la tarea de ordenar, clasificar y poner a cada quien en el lugar, si es que sus apellidos le daban derecho a ocupar un escaño dentro  de la columna de la Sociedad Mexicana a cuya Biblia de identidad llamo ‘Los Trescientos’ y posteriormente modificó para quedar como ‘Los Trescientos y algunos más’.
Debo aclarar respecto al numero mágico que siempre me pareció excedido y aún hoy me brinca en exceso, pero bueno, ese era el criterio del Duque de Otranto  el cual se supo a través de la clásica novela de Luis Spota ‘Casi el Paraíso’ que el añadido   ‘y algunos mas’ a la famosa columna de sociales que publicaba el Duque de Otranto se debió a que para que el Conde Hugo Conti se dignara desposar a una paisana de los mexicas, pues ésta debía de pertenecer sin ecuanon a la sociedad mexicana que respaldaba el Duque, lo que evidentemente no sucedía con la infanta del señor ‘Romandia’ el que sea dicho todo hacia suponer su verdadero apellido era el de Perrusquia y como el ensortijamiento no se daría sin el aval de la Sociedad Mexicana pues el acaudalado futuro suegro entro en negociacione$ con el escrupuloso, dictaminoso y pomposo cronista y ya usted imaginara el desenlace.
Pero no vayamos a pensar que esas habas de que los ‘pomadosos’ puedan ostentar orgullosos su pedigrí certificado, tan solo se da entre la gente o los lugares de la socialite no, no, no, entre la gente de la tauromaquia también se da y es que la clase o lo bien cortado, no es privativo más que de los  fuera de serie,  personajes que tienen algo, medio o poco que aportar y eso los hace distintos y si no, que no los cuente El Duque del Albero, personaje torerístico que se eleva en el inframundo de cabaretuchos opíparos en gozos y sufrimientos como  ‘La Linterna Verde’ que la noche de inauguración fue honrada con la presencia  de Pepe Guizar y la graciosidad de Manolín y Shilinsky’, ‘El Burro’ que tuvo pista a modo para que le sacara brillo ni más ni menos que Adalberto Martínez ‘Resortes’, ‘El Bagdad’ sitio visitado cuando la marmaja no daba para más por el padrotillo de Mauricio Pérez Yazbeck (Garcés), ‘El Agua Azul’ donde el gallo grande era el nevero de La Lagunilla, Rodolfo Casanova a quién en el infierno de los madrazos lo mentaban como ‘El Chango’, ‘Los Bohemios de Oaxaca’ que coincidentemente se situaba en la calle de Cuba y fue ahí donde en 1930 cuentan se popularizó la imprescindible ‘Cuba Libre’ a  .35 ctvs. el pegue, ‘El Leda’ asentado pezón con pezón con los famosos Caldos de Indianilla’, en el ombligo del paradero de los tranvías por cierto el cabaretucho luego se transformaría en ‘El Club de los Artistas’.

Así El Duque del Albero  va encontrando la verdad desnuda que en otros lugares se viste de seda y oro y  encuentra la ‘Puerta Grande’ bajo nombres diamantados como ‘El Ciros’, ‘El Social’, ‘El Rio Rosa’, ‘El Patio’, ‘El Waikiki’, ‘El Chez Raulito’, ‘El Intimo’,   lugares todos ellos, donde nuestro personaje  acuño una y mil vivencias y padroteo otro tanto de historias ciertas y no ciertas, que se tramaron entorno al mundo del cuerno que también lo ha sido de la noche y la bohemia, pues no habría manera de entender  a un torero que no huela a ‘Vino, tabaco y mujeres’ y que desde el presente y más con el paso de los ayeres, han servido para darle a cada quien un lugar dentro de la fiesta de fiestas.
Ahora nos dice El Duque del Albero  que lo que más ha perdido la Fiesta Brava es el respeto por si misma, pues hoy se ha esfumado mucha de su verdad que es en la esencia misma en cuyas entrañas debería de brotar lo más puro y sin embargo lastimosamente hay que aceptar que hoy mucho del todo nace distorsionado de origen y como dijera el ranchero allá en el Rancho Grande, ‘Árbol que nace torcido, jamás su rama endereza’ y yo agregaría ‘Que en esta fiesta ahora no hay frutos, porque hace mucho se dejo de sembrar y cuando se sembró, la tierra ya no era fértil’.
Total que si no es por una causa, es por otra, como ocurrió el domingo de la octava en la México donde todo en el papel estaba dado como para  recoger bellotas, pero algo falló o más bien varios factores se desconchavalaron y la fiesta fue muy bonita como postal en el ruedo, mientras no entró en movimiento y repito en el albero porque en el graderío la entrada fue normal, es decir, paupérrima, así que solo decir que la Corrida de Toros de San Marcos, fue eso, una corrida de auténticos bureles, con el agravante de que fueron unos canijos callejeros que salieron del túnel a imponer su ley del mal, sin dar abiertamente la pelea como correspondería a quienes nacen bajo los blasones de la casta y la bravura y lo lograron pues en general fueron a contra estilo para cualquier tipo de toreo y es que así son los pandilleros y que pena porque en el cartel estaban dos guadalajareños que lo son Guillermo Martínez y Aldo Orozco a los que no se pudo gozar en su real dimensión, aunque eso si Guillermo Martínez el sobrino del ‘Zapopan’ inventor de suertes y aromas nos regalo el ‘El Quite del año’ forjado en oro puro de 24 quilates, que para la historia quedará en los anales como ‘Los Faroles Tapatíos’ que encendió Guillermo Martínez ‘El Duque de Seda’ una tarde navideña y de Orozco solo decir que mostro aptitudes de fildeador pues siendo fechas de alegoría el juez como ramo de novia  desde el balcón aventó una orejilla culera que le cayó a Aldo y por no dejar, constatar que también desfilo Ruiz Manuel un torero español,  que ni aún siendo gato bodeguero, se comió un guisado.

El Bardo de la Taurina
Epilogando una década vieja de un siglo nuevo.

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