jueves, 25 de mayo de 2017

EL RIESGO DE TERMINAR EN UN CATAFALCO


En los medios de comunicación taurinos   parecería ser que  el grueso del mundillo, que aunque no son periodistas aunque crean que sí, como que no se han enterado por la situación repetitiva  que está atravesando el gremio en lo general, aberraciones repudiables que no son nuevas pero que no por ello se deben  dejar pasar y  por respeto, solidaridad y justicia con los caídos en el cobro de las balas asesinas, debe dárseles vigencia luctuosa y vergüenza nacional, máxime que los periodistas que han venido cayendo ha sido como resultado  que su tinta y su voz traían la carga de la verdad y la denuncia, esa que taladra  las vísceras de los buitres y que en estos tiempos y también en otros no perdona que las barrabasadas salgan a la luz y es que  como las cabras tienden al monte, la condición humana en su estado putrefacto tarde o temprano de una forma o de otra tiende a la barbarie, ser periodista implica cargar un tambache de riesgos que hay que decirlo muchas veces proviene por saber demasiado y no callar, brotan por las atribuciones que creen merecer o tener derecho quienes son  padrotes de la impunidad y asesinos obsesivos pero que  se sienten todopoderosos y por ello no complacerlos, contradecirlos o exhibirlos, es destapar la alcantarilla de su ira.

En el medio de los cuernos que no son de chivo, afortunadamente, la calidad de la gente no admite ni siquiera comparación con el infierno del Señor de los cielos, o de la Señora acero ¡nada absolutamente que ver! y como además aquí la moneda tiene dos caras, la sólida y la de grenetina, pues los castigos que no llegan a venganzas son igual de blandengues, siendo los más comunes; no hacerse merecedor a los boletines informativos, que no lo inviten a las conferencias de prensa donde la recompensa, si bien les va a los que van, es un escuálido bocadillo, un refresco  o una copita de vino de ese que viene en envase de tetra–pack, lo cual hay que agradecer con elocuencia, siguen las  acreditaciones esas que dan mucho caché  lucirlas en el pecho y que a unos les viene de dulce como de dulce son sus letras, a esas personas desde luego no se les puede considerar periodistas, pues un principio y hasta condición básica del periodismo es la libertad de criterios y si de esto se adolece tapándose los ojos con una venda o aventando incienso  o simplemente  aplaudiendo como focas  por conveniencia,  siempre alineados, siempre sumisos  y por supuesto que no me estoy refiriendo a quienes reciben los salvo conductos por parte de sus medios los pesados,  pues es claro que ellos vienen a cumplir con un trabajo encomendado del que aquí no estamos cuestionando la calidad con que se ejerce.

Quienes han caído en el ejercicio de su deber que es el mandato de su vocación y más aún la línea que han seguido, no necesariamente ha sido la dura sino la de la verdad, con sus vidas ahora sin vida, nos han refrescado que esto es serio y que estamos muy lejos de vivir en un país libre, ese se lo empezó a tragar la ley mordaza desde la época de los hermanos Serdán, podría ser infructuoso lanzar un ¡Basta! porque los reclamos a voz alzada jamás se han escuchado en el desierto, aunque nos digan que si se los oyen, pero no por ello se debe  dejar de elevar la voz, sabemos que  muy poquititos tienen trincheras sólidas sabemos que hay quienes gritan pero sus letras y su voz se escuchan menos que un susurro en la regadera ¡Ni modo! en este privilegio del periodismo contaditos son los elegidos,  por ello  entrego mi respeto a quienes nos informan a sabiendas de que ser periodistas es un privilegio pero  también un riesgo latente de que a uno lo metan en un catafalco por abrir el pico.

México es un país que tiende al olvido, mas no olvidemos, no olvidar que por olvidar, ya se nos está olvidando lo que es vivir en paz.

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