REYNALDO
SE PINTO DE POLVO
Cuando las manecillas de los años cincuenta ya
declinaban en el cuartel de Don Alfonso
de Icaza, un granujilla veía con curiosidad a un hombre con facha de
artista que se aparecía por las oficinas donde se estructuraba ‘El Redondel’, el que provocaba asombro se llamaba Reynaldo Torres y al
asombrado lo mentaban 'Bardito', los
separaban como veinte anualidades, estamos hablando de cincuenta y cinco años atrás, el que
hablaba con acento de pocho tijuanense cargaba
una cajita de cartón flaca y alargadita, de donde saltaban carbones y lápices unos chatos y otros puntiagudos, todos
manchados con aceitosos colores, de ellos como por arte de magia brotaban
toritos y toreritos, como el chavalillo era obsequiado con caramelos y fotografías, el norteño creía que el chaval era 'influyente' con los
dueños del periódico y le ponía en sus manos
papeles trazados - Sí, se los
enseño, pero me prestas tu lápiz el de la punta grandota, ese al que le dabas esbeltez
con la navajita Guillet que guardabas en un sobrecito, y con el escribía tratando de interpretar, lo que tu habías
convertido en arte, ¡Ah! ¿Te acuerdas de
aquellos años en que decorabas mis cuadernos de primaria? y que tal me echabas
aguas cuando ‘toreaba’ los autos al atravesar Bucareli a la altura de
Ayuntamiento donde tu vivías y a donde entrábamos a 'El Colmenar' cuyos dueños eran ese señorón
ganadero Don Jesús Cabrera y sus hermanos, ahí dejábamos una lista a surtir de botellas de chínguere por las que pasaría
después el padre del ‘Bardito’ y agregábamos una pa' el maestro de dibujo, que
porque dizque iba a ser su cumpleaños o el pretexto que fuera… botelluca que te
llevabas y hablando de botellas como recuerdo
lo que platicabas de aquella tarde cuando en Tecate una plaza se venció y una
varilla te alcanzó pegándote un cornadón de órdago y contabas que no te dejabas
operar hasta que te anestesiaste con una de tequila, un anécdota en una vida
llena de anécdotas.
No entiendo porque si tus pasiones y sabiduría
se repartían entre el box, el cine y la
música y aún más si tu mero mole era el
retrato, se te refiere ahora nada más como un don chingón de la pintura taurina,
cuando tú fuiste muchísimo más que un muletazo, como declamador ¡enorme!, como
charlista supremo, con aquella tu frase ‘Te voy a contar una historia larga, en
pocas palabras’, y ¡Ay cabrón! te tardabas una hora, de tu obra prolífera sin
duda hay que resaltar los desnudos artísticos, el pastel inspirado en la
belleza de Christian Bach, el Zapata
monumental fondeado en sangre chinameca,
tu colección de vírgenes que invitan a
la adoración y desde luego los rostros de intérpretes gloriosos que pintaste
pa' la colección conmemorativa de la RCA,
de ese encargo a manera de anécdota recordabas que cuando la argentina Libertad
Lamarque vio el cuadro que le dedicaste expresó con enfado ‘Mir’a Maestro, hace
veinte años usted pintaba mejor’ y le contestaste ‘Sí, en aquella época cuando
usted tenía, veinte años menos’.
Padre, porque eso fu usted pa’ mi menda, valoro
muy acá adentrote el que las dos últimas obras que pintaste, porque así lo
decidiste tú, hayan sido pa’ mí, un estatuario y un collage que plasmaste sobre
un sombrero cordobés blanco y que las hiciste pa' simbolizar que con ellas colgabas
los pinceles, obras que fueron pintadas en casa de Doña Rosa que fue una
verdadera santa pa’ tu vida. Hace ya ocho días que te enfundaste de catafalco,
aunque tu estuche era color tabaco, no me gusto que quedaras ahí en la cama
bajo el mural de tu musa con tu brazo diestro que era mágico incólume apuntando
a la arena desmayando la suerte cual torero caro, sé que te hubiera gustado más,
doblar frente a tu caballete con tu inspiración a flor de piel y un trago
tequilero entre pecho y espalda, te fuiste partiendo plaza la mitad del polvo
pa' gabacholandia y la otra pa' Tacubaya.
Reynaldo, hoy te has
pintado de polvo porque somos polvo y en polvo nos convertiremos, sin color y
sí, con dolor.