Bardo de la Taurina
México es un país
donde el culto a la muerte esta tan arraigado y penetrante, que se siente en
las entrañas y más pa’ dentro, por ello cuando alguien se palma, sea o no sea
entrañable, pariente, amigo, conocido o hasta desconocido, pero que el difunto
sea público y por ende del dominio popular, pues su muerte aquí la sentimos como si quien el
que ha pirado fuese nuestro mecenas y es entonces cuando le damos rienda suelta,
en los más de los casos, al carrete de la inventiva en aras del ficticio cariño
y hasta amor hacia quien no conocemos, que sobra decir que en los autóctonos de
la tierra del chile y el tequila, el
hilo de lo supuestamente doloroso, alcanza hasta los cuernos de la luna, pero
no se vaya a creer que eso es todo dentro del escenario mortuorio, pues aquí con la misma
facilidad que endulzamos las penas, pasamos del solo reconocer
a alguien lo cual es muy
razonable, entendible y digamos que normal, a la adoración por un personaje, sea a quien
sea, como si fuera parte de nuestro ser, que es tanto como si un hereje se
pusiera una sotana.
Cuanto estomago hay que tener pa’ declararle
nuestros desbordados sentimientos, esos que se deben reservar pa’ los carnales
y aclaro, no pa ’todos, a alguien que si merece todo el reconocimiento, respeto, admiración y
por ello se le debe guardar un lugar especial, más no caer en la falta de respeto y criterio, al tratar burdamente de dar la idea de que eran íntimos y lo que le sigue.
Esto hay que
señalarlo porque no vayan a pensar los usurpadores del amiguismo que van como
el Johnnie Walker, por el mundo, tan campantes, ¡no, no, no! todos sabemos que se están y están engañando y aquí una
lamentación en el sentido del poco respeto al que llegan, no nada más los que
en su vida han visto al personaje, sino peor aún, a los que un día lo vieron y
seguramente el señor ni los vio o los vio sin mirarlos y claro haciendo uso de la tecnología pues venga la fotito con selfie
y a publicarla, presumirla y regodearse
con ella a través de las redes sociales y
en automático, lacrar la ‘amistad’,
entrañable e incondicional y ya con el testimoniazo gráfico, entonces se sienten que
tienen derecho de llegar hasta el compadrazgo, y por supuesto al irrespetuoso tuteo
¡Cuanto cinismo!
Como en este país
estamos acostumbrados a vivir permanentemente en el engaño, pues el verbo
engañar es constante de vida, más como un experimento valdría la pena que
cuando menos una vez en la vida intentemos o probemos saber que se siente el
vivir en la realidad y para ello vámonos
aplicando la prueba del ácido, que es auto personal para lo cual en la próxima
conferencia, tertulia, feria, entrada o salida a la plaza o mientras el torero
se halla en el callejón, usted no chisteé palabra alguna mucho menos se dirija
a él por su nombre o diminutivo cariñoso, no se le aviente a las zapatillas, no
haga aspaviento, ¡nada, nada! y ya verá si en el 99 % de los casos el personaje voltea siquiera a verlo de reojo,
la realidad será dolorosa, pero es que las verdades no solo incomodan, sino que
duelen.
¡Ah! bueno ya se me
está acabando el espacio y es que lo anterior lo asenté como preámbulo para informarles a muchísimos de los que
familiarmente suscribieron mensajes afectivos, cariñosos, íntimos con motivo de
la muerte del maestro Francisco Cano
Lorenza ‘Canito’ por si no sabían de quien se trataba o quien era, les diré;
que fue un fotógrafo que nació en Alicante en el año 1912 y que tuvo la enorme
fortuna por esas cosas del destino y la oportunidad que se presenta
en un instante, que gracias a la amistad que desde joven guardo con la familia de los toreadores
Dominguín, en ocasión de que el matador Luis Miguel le adeudaba unas pesetas y
que se las saldaría en Linares, Jaén, ‘Canito’ tomo el tren para allá, en donde se celebraría La Feria de San Agustín del año 47
y en una de cuyas tardes torearía Dominguín con Manuel Rodríguez ‘Manolete’ completando el cartel ‘Gitanillo’, previo a la
corrida el camarógrafo estuvo a entregarle al ‘Monstruo de Córdoba’ a quien
conocía desde el año 40, unas fotos de las recientes corridas de Toledo y Badajoz aparte de enterar al torero de como venían
los Miuras a los que ya había visto en
el sorteo, al llegar a la plaza la trágica tarde del 28 de agosto, se encontró
con la sorpresa que él era el único fotógrafo que tomaría las placas en esa ocasión,
la que cambio la historia de la torería,
y que a él lo catapultó a la fama mundial, esa que acrecentó
hasta sus 103 años.
Para conocer la
historia de ‘Manolete’ y el testimonio gráfico de Don Francisco Cano,
recomiendo el libro ‘Vida y tragedia de
Manolete’ escrito por Filiberto Mira editado por Aplausos, en cuya portada aparece
el torero ya rumbo a la muerte a la que le sigue otra imagen del mártir de
Linares con el crucifijo entre las manos, que fue el testimonio que el mundo recibió
de ‘Canito’ y con el que ‘Manolete’ le
dio la alternativa de figura de la fotografía taurina.