jueves, 7 de febrero de 2013

EL BECERRO DE ORO


Era el nostálgico febrero de 1946, año en que Ávila Camacho sepultaría al PRM  dando con ello nacimiento al PRI y al  primer presidente civil del país   Miguel Alemán, del que se dice, llevó a México a la modernidad  convirtiéndolo de paso en un negocio, hoy 67 años después otro Miguel Alemán, nieto de aquel, tiene a la Plaza México como uno de sus negocios al cual parece llegó por injerencia no de un toro, si no de un ‘Tigre’ apellidado Azcárraga, siempre los ‘Ricos con los ricos’,  más en ésta industria que es de  oro y también de plata, sobre todo en estos tiempos donde a lo largo y a lo ancho de  ‘El Cuerno de la Taurina’ el que más produce  no es el toro y si ‘El Becerro de oro’ que aunque pequeños, son grandes en productividad, pues benefician a una caterva suculenta de sujetos que están inmersos en este negocio llamado Fiesta Brava  y cuyo eje gira sobre la degradación de la dignidad ¿pero quienes son esos individuos ventajosos y lucradores que maman de este ‘business’? aclarando por principio y en forma muy subrayada el hecho de que existen honrosas excepciones físicas y morales en todos los rubros de la maquinaria.

Asentado esto podría comenzar por los toreros importantes y las ‘Figuras’ que solicitan y hasta exigen torear ‘Los Becerros de oro’ so pretexto de no correr riesgos en una fiesta que es de riesgos por naturaleza y que obvio, mientras el toro este más cerca de la edad reglamentaria para lidiarse mayor  el peligro, y esto lo hacen a través de sus apoderados y ellos a su vez  de los veedores o escogedores de los mentados ‘Becerros de oro’ este sabotear las Corridas de Toros lo hacen con ‘limpieza’ de conciencia,   pues a ellos les queda muy claro que sus toreros son tan solo un engrane de esa maquinaria de hacer dinero, vistiendo o más bien denigrando el terno de luces, más para que esto camine como maquinita se requiere de otros engranajes, como lo son;  los ganaderos quienes con tal de vender kilos, escasez de bravura y edades tempranas se agarran de aquello ‘si te compran vende’ pues si no el de enfrente hasta ‘pilón’ da, luego vienen las empresas que montan los festejos y que a la vez se cubren o purifican sus conciencias, claro, cuando las tienen diciendo; ‘A mi los apoderados me exigen esos ‘Becerros de oro’ para torear en mi plaza’, además no podemos dejar de soslayar que esta imposición les permite a los empresarios no solo cubrirse bajo el manto de la amenaza o no comparecencia de las figuras,  sino que en lo económico les viene como anillo al dedo ¿por qué? pues porque un animal bravo en el promedio cuesta desarrollarlo más o menos unos $50.00 diarios (alimentos, tierras, veterinarios, vaqueros, etc.) o sea que un Toro de cuatro años anda costando sobre $ 73,000.00 lo que nos lleva a suponer que una corrida de seis toros cuesta algo así como $ 438,000.00 mientras que los ‘Becerros de oro’ que son la adoración de las figuras sin problema pudieran andar en unos tres años que es donde los animalillos apenas enseñan el trapío, pues las cuernas todavía no se les desarrollan adultamente, las carnes no terminan de cuajarles, la fuerza no es plena y el sentido aún no se les ha desarrollado del todo,  y esos tienen un costo equivalente a $ 54,750 por burel lo que nos da por los seis animales la cantidad de $ 328,500.00 es decir hay una diferencia de $ 109,500.00 ‘a favor’ de la empresa y así los engranajes principales quedan contentos pues el torero torea lo que le va cómodo (como sucedió este fin de semana pasado en dos plazas de tanta jerarquía como lo son; Guadalajara y León),  los apoderados no corren el riesgo de que su ‘motor de luces’ se  descomponga por algún accidente de trabajo, pues nunca será lo mismo un susto que una cornada y la empresa se ahorra más de un ‘cienon’ de billetes, además de que el riesgo de cargar con el deducible médico que son las primeras 24 horas de atención médica  de un torero herido le disminuye.



Mas para que lo antes señalado de forma alguna total o parcial se dé, se requiere de que el terreno este ‘planchado’,  si no, aunque suene incongruente ¿en donde se va a descarrilar el tren? así que adentrémonos en los caminos torcidos comenzando por preguntarnos  ¿en el caso de que  los diferentes reglamentos que rigen en la república señalen edad mínima de los bureles a lidiarse  los ganaderos deberán de certificar a través de sus libros originales o notariados los años de nacencia de los toros?, ¿cuál es el procedimiento?, ¿Quién checa las edades de los bureles, las autoridades vía sus Comisiones Taurinas o sus jueces?, ¿Las empresas adquirientes?, ¿Quién?, otro filtro que debe de ser infranqueable al menor desvió es de la apreciación del trapío, lo que desde luego le corresponde a los jueces de plaza, esto a sabiendas de que puede o no gustar las hechuras de tal o cual toro, pero  esto viene a partir del trapío que se tiene o no se tiene ¡Punto! y aquí surge otra pregunta ¿están  o no están capacitados los jueces para ejercer ese criterio  apoyados  incluso en los veterinarios de plaza y en sus asesores?, otra más ¿todos los jueces han pasado la prueba de la honorabilidad o los hay de dudosa reputación como la de esos agentes aduanales que en sus narices les pasan tráileres repletos de mercancía pirata, chueca, ilegal y no se dan cuenta?

Y claro, usted y yo nos estaremos preguntando ¿y la ética?, ¿y la dignidad?, ¿y la vergüenza?, ¿y la seriedad?,  ¿y la historia?, ¿y  los reglamentos?, ¿en donde quedan?, pues en donde siempre, en ese largo y oscuro túnel negro y hediondo que se llama desagüe y que es por el que un día se va a ir completita la Fiesta Brava.

No hay comentarios:

Publicar un comentario