Era
el nostálgico febrero de 1946, año en que Ávila Camacho sepultaría al PRM dando con ello nacimiento al PRI y al primer presidente civil del país Miguel
Alemán, del que se dice, llevó a México a la modernidad convirtiéndolo de paso en un negocio, hoy 67
años después otro Miguel Alemán, nieto de aquel, tiene a la Plaza México como
uno de sus negocios al cual parece llegó por injerencia no de un toro, si no de
un ‘Tigre’ apellidado Azcárraga, siempre los ‘Ricos con los ricos’, más en ésta industria que es de oro y también de plata, sobre todo en estos
tiempos donde a lo largo y a lo ancho de
‘El Cuerno de la Taurina’ el que más produce no es el toro y si ‘El Becerro de oro’ que
aunque pequeños, son grandes en productividad, pues benefician a una caterva
suculenta de sujetos que están inmersos en este negocio llamado Fiesta
Brava y cuyo eje gira sobre la
degradación de la dignidad ¿pero quienes son esos individuos ventajosos y lucradores
que maman de este ‘business’? aclarando por principio y en forma muy subrayada
el hecho de que existen honrosas excepciones físicas y morales en todos los
rubros de la maquinaria.
Asentado
esto podría comenzar por los toreros importantes y las ‘Figuras’ que solicitan
y hasta exigen torear ‘Los Becerros de oro’ so pretexto de no correr riesgos en
una fiesta que es de riesgos por naturaleza y que obvio, mientras el toro este
más cerca de la edad reglamentaria para lidiarse mayor el peligro, y esto lo hacen a través de sus
apoderados y ellos a su vez de los
veedores o escogedores de los mentados ‘Becerros de oro’ este sabotear las
Corridas de Toros lo hacen con ‘limpieza’ de conciencia, pues a
ellos les queda muy claro que sus toreros son tan solo un engrane de esa
maquinaria de hacer dinero, vistiendo o más bien denigrando el terno de luces,
más para que esto camine como maquinita se requiere de otros engranajes, como
lo son; los ganaderos quienes con tal de
vender kilos, escasez de bravura y edades tempranas se agarran de aquello ‘si
te compran vende’ pues si no el de enfrente hasta ‘pilón’ da, luego vienen las
empresas que montan los festejos y que a la vez se cubren o purifican sus
conciencias, claro, cuando las tienen diciendo; ‘A mi los apoderados me exigen
esos ‘Becerros de oro’ para torear en mi plaza’, además no podemos dejar de
soslayar que esta imposición les permite a los empresarios no solo cubrirse
bajo el manto de la amenaza o no comparecencia de las figuras, sino que en lo económico les viene como
anillo al dedo ¿por qué? pues porque un animal bravo en el promedio cuesta desarrollarlo
más o menos unos $50.00 diarios (alimentos, tierras, veterinarios, vaqueros,
etc.) o sea que un Toro de cuatro años anda costando sobre $ 73,000.00 lo que
nos lleva a suponer que una corrida de seis toros cuesta algo así como $
438,000.00 mientras que los ‘Becerros de oro’ que son la adoración de las
figuras sin problema pudieran andar en unos tres años que es donde los animalillos
apenas enseñan el trapío, pues las cuernas todavía no se les desarrollan
adultamente, las carnes no terminan de cuajarles, la fuerza no es plena y el
sentido aún no se les ha desarrollado del todo, y esos tienen un costo equivalente a $ 54,750
por burel lo que nos da por los seis animales la cantidad de $ 328,500.00 es
decir hay una diferencia de $ 109,500.00 ‘a favor’ de la empresa y así los
engranajes principales quedan contentos pues el torero torea lo que le va
cómodo (como sucedió este fin de semana pasado en dos plazas de tanta jerarquía
como lo son; Guadalajara y León), los
apoderados no corren el riesgo de que su ‘motor de luces’ se descomponga por algún accidente de trabajo,
pues nunca será lo mismo un susto que una cornada y la empresa se ahorra más de
un ‘cienon’ de billetes, además de que el riesgo de cargar con el deducible médico
que son las primeras 24 horas de atención médica de un torero herido le disminuye.
Mas
para que lo antes señalado de forma alguna total o parcial se dé, se requiere
de que el terreno este ‘planchado’, si
no, aunque suene incongruente ¿en donde se va a descarrilar el tren? así que adentrémonos
en los caminos torcidos comenzando por preguntarnos ¿en el caso de que los diferentes reglamentos que rigen en la república
señalen edad mínima de los bureles a lidiarse los ganaderos deberán de certificar a través
de sus libros originales o notariados los años de nacencia de los toros?, ¿cuál
es el procedimiento?, ¿Quién checa las edades de los bureles, las autoridades
vía sus Comisiones Taurinas o sus jueces?, ¿Las empresas adquirientes?,
¿Quién?, otro filtro que debe de ser infranqueable al menor desvió es de la
apreciación del trapío, lo que desde luego le corresponde a los jueces de
plaza, esto a sabiendas de que puede o no gustar las hechuras de tal o cual
toro, pero esto viene a partir del trapío
que se tiene o no se tiene ¡Punto! y aquí surge otra pregunta ¿están o no están capacitados los jueces para
ejercer ese criterio apoyados incluso en los veterinarios de plaza y en sus
asesores?, otra más ¿todos los jueces han pasado la prueba de la honorabilidad
o los hay de dudosa reputación como la de esos agentes aduanales que en sus
narices les pasan tráileres repletos de mercancía pirata, chueca, ilegal y no
se dan cuenta?
Y
claro, usted y yo nos estaremos preguntando ¿y la ética?, ¿y la dignidad?, ¿y
la vergüenza?, ¿y la seriedad?, ¿y la
historia?, ¿y los reglamentos?, ¿en
donde quedan?, pues en donde siempre, en ese largo y oscuro túnel negro y
hediondo que se llama desagüe y que es por el que un día se va a ir completita
la Fiesta Brava.
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