Conocí
al maestro Paéz primero con los binoculares de la admiración y más tarde con la lupa que a
él me acerco la ‘Reina de los Toreros’, doña Gloria Rizo, no obstante que al
partir plaza a su lado tengo derecho de antigüedad por adelanto en parto,
siempre me dirijo a él como maestro, que me cae que sí lo es y con creces, siento
que por ser tan diferentes es que convergemos en nuestra combatividad hacia lo
que consideramos los renglones torcidos de la fiesta, esa que hay que decirlo aún
conserva tintes brillantes, uno de ellos sin duda el mismísimo Leonardo Páez.
Él
ha tratado de enseñarme un caudal de oficio y cultura los cuales, reconozco, no
he asimilado del todo, pues se me va la sintaxis, escribo en arameo y mis
párrafos rebasan los ocho renglones. ¡Qué mal alumno! Un día tomó una pluma y
sobre blanco papel plasmó: ‘Para el Bardo de la Taurina, que escribe la columna
(Taurina) MAS LIBRE del mundo’ y lo firmó. Desde entonces pensé en proponerle que
escribiésemos una columna al alimón, tratando un tema en particular pero que
cada quien lo abordara con sus ‘ladridos’, la propuesta se la hice estando en
esa joya que es la Plaza de Toros de Cinco Villas y ahí mismo garabateó sobre
mi libretilla primero un nombre y luego otro que decía ‘Sin Tapujos’.
La
aventura fue recibida con interés y hasta con gusto por los editores de
portales que tienen valor y libertad pa’ atreverse a publicar plumas indomables
que si son incómodas en lo individual cuanti más al alimón. Los temas eran siempre como chapulines que saltaban y en
el aire los pescamos, esa cotidianidad nos daba frecuencia en el
intercambio de ideas y de discrepancias,
que en sí es la flama que se convierte en el pebetero de la libertad, ese que
arde contra la voluntad de los enemigos de la inteligencia.
Nunca
he sido partidario de ventilar cuestiones personales en público como lo es esta
tribuna, mas hoy ha llegado el momento de decir que hace unos meses la vida me
volteó contraria y el marrajo de la salud me clavo una tarascada que
mágicamente pudo ser sorteada por el incondicional apoyo de ese bendito ser que
es don Jorge Anciola Echavarría, de quien no llevo su sangre pero mi corazón
sigue latiendo por la bondad de su alma y de don Leonardo Páez, quien con sensibilidad
tanatológica, paciencia franciscana y terquedad en mi salud anímica hicieron
posible que el Bardo este aquí.
Leonardo Páez:
Apreciado
Bardo, una de las desventajas de no ser periodista taurino de tiempo completo
es que hasta tienes que trabajar en otros giros para no quedarte en la suerte
de la inanición o debilitamiento extremo, hoy generalizado en las descastadas
reses como bravas, pero tan del gusto de los diestros que figuran. Por ello me
veo obligado a interrumpir temporalmente mis atropelladas colaboraciones en Sin
Tapujos, no sin antes agradecer la generosidad de los portales taurinos que
temerariamente me recibieron y la paciencia de los lectores que me padecieron.
Un abrazo.
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