Hoy que cada esquina esta inundada de
piratería, que reconfortante lo es el hecho que de golpe y porrazo se tope uno
con alguien auténtico y más en esto de la torería, donde el aroma y el sabor de
lo barroco es un lujo, se llama José Rodrigo y el domingo pasado se vistió de
orfebrería y trajo a la Plaza México un poema torero que ya está en el olvido,
el del torero novillero que es auténtico en todo, pero mucho más en su
expresión desbordada por treparse a un peldaño en esta aventura de locura
llamada Fiesta Brava, le vi con detenimiento lo que no hice con los otros por desatentos, además de que salvo uno, no brindaron mucho como pa’ que
estas líneas que van directas al periódico más popular LA PRENSA, el ‘Que dice
lo que otros callan’ y de ahí a ser
reproducida por las más importantes webs.
Gracias a la tecnología estaba mi menda
tambien al pendiente de lo que hacía el matador Humberto Flores en Pachuca,
donde dio una lección de lo que es lidiar un toro, en el primer tercio pa’
prepararlo para el tercero lo cual es como si instruyera bajo el título de ‘lo
bien toreaooo’, ¡ah! pero andaba con José Rodrigo, el que se vistió con sabor a
nostalgia y luego ya en su labor artesanal de recibo, saco los cojones
comiéndose de un trago al burel rodillas en tierra, esas suertes que se dan
cuando se tiene hambre de ser torero, luego al caballo con preciosura
andandante y tras ser sangrado el toro,
que les cuento, que va haciendo un quite de esos que hace tardes no se ve,
porque ahora los novilleros como si fueran figurines mandan a la peonería a que
les saque al toro del caballo y es que hacer un quite tiene su guasa y está reservado pa’ los
ambiciosos y luego les platico que en lugar de instrumentar las ya aburridas
Chicuelinas, José Rodrigo desempolvo
aquellas hermosas Tapatías de la invención del ‘Orfebre Tapatío’, ya más
adelante como el pecho le hervía agarro los palos forrados de papel de china y
echándole tipo busco el lucimiento, ya
con la tela granadina que se va a los medios y sorprende cuando se pasa al
novillo con ese toreo por alto que es tan hermoso, tan solvente y tan olvidado,
ya después vino el toreo ambidiestro y sin irse a la barrera de entre la muleta
saco la espada de verdad y sin aspavientos se fue por uvas.
Permítaseme pasarle
al costo algunos momentos relevantes de
este atleta de luces forjado entre San Miguel Tlaixpan y los Viveros de
Coyoacán, de los que ya lo dijo el inmenso
Manuel Benítez Carrasco ‘Son pinar de toreros’, y voy con los detalles que se me hacen
interesantes porque cuando se convierta
en un imán de taquilla indispensable en las ferias de tronío hay que
recordar que previo a esta novillada sin ningún arropo, ni recomendación, ni
publicidad prefabricada, se plantó ante uno de los mandamases de la Plaza
México el C. P. Juan Castañeda y le dijo ‘Don Juan me llamo José Rodrigo, no
uso el apellido legendario de mi padre porque yo deseo y voy escribir mi propia historia, no vengo de
ninguna escuela, no he estado en dos mil tentaderos y solo he toreado seis
novilladas y lo único que tengo es
hambre de ser torero´, un amigo le aviso que había visto en la red que estaba
colgado en el cartel, la emoción, el sentimiento y la fe lo embargaron, cogió
el teléfono le marco al padre torero de la legua cosido a cornadas le dio la
noticia, luego le pidió al matador Juan Luis Silis si le podía prestar unos
avíos porque los suyos estaban requeté palmados, espero las horas previas al
festejo en ese comedor donde su abuelo Don Oscar Cepeda y ‘Manolete’ hacían
tertulia, brindo poéticamente, dejo cuidadosamente la montera con los machos
hacia arriba desafiando la superstición y empezó a escribir su propia historia,
se llama; José Rodrigo.
Reconocimiento pleno a los artistas de la cámara y gratitud por su arte.
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