Ponciano Díaz primer ídolo de la torería azteca, que montado en su gran personalidad y arrojo, conquisto venturosamente el mundo taurino como hoy Ventura hace lo propio
Fíjese Don Ponciano que ahora que andamos como a unos ciento cincuenta y cinco años de que usted viera la luz del amanecer en la ganadería de Atenco, que dicen es la más antigua del mundo, un gachó bien intrépido, como seguro lo fue usted llego a la Plaza México con dos sellos de origen uno portugués y otro español y es que este Diego Ventura es como un rejoneador todo terreno, así como lo debió de ser usted del que se dicen los toros le pelaban los dientes en todos los sentidos y mucho más en el de la valentía y como no iba a ser rete ‘entrón’ si cuentan las lenguas de aquellos tiempos que su papacito Don Guadalupe Díaz Gonzales a quién le cargaron el sobre nombre de ‘El Caudillo’ que también era rete bragado y gustaba de salirle a hacerles fiesta a los toracos de los terruños cercanos lo agarraba a usted niño por sus bracitos morenos y con su cuerpecillo al aire citaba a los cornúpetas ¡Ah que canijo Don Lupe! Tan valientote y tan inconsciente.
Así que no debe de extrañar que en lo que fuera su debut en Santiago Tianguistengo ya se mostrara como un osado y diestro toreador de a caballo lo que le valió pronto imponer su ley en todos los ruedos donde se celebraban festejos taurómacos en donde sus triunfos lo llevaron pronto a presentarse en la afamada Plaza de Toros del Huizachal donde dejo a los concurrentes con ojos de plato al ver como usted Don Ponciano colocaba banderillas a dos manos lo que le vale dejar la querencia y atender la demanda de los organizadores de festejos de todo el país y de ahí a los Unaites States que en la cuna del Jazz lo reciben como un verdadero héroe que montado en los lomos de sus cuacos se burlaba de los toros bravos.
Pa´pronto su fama creció hasta lanzarlo como resortera al otro lado del Atlántico en donde torea en las principales plazas como la de Madrid, la de Sevilla y las del sur que son como la mata de la torería y en las que arrasó gracias a su destreza pero sobre todo a esa su gran personalidad de auténtico Charro la que rubricaba con ese tremendo bigotazo del que no se desprendió ni para vestir de torero pasándose la tradición por el Arco del Triunfo.
Y ya que hablo de triunfo dicen que el que alcanzó en la Habana Cuba en el albero ‘Carlos III’ todavía se recuerda y me cae, que a haber sido usted un fregonazo por lo que ganó tanto dinero como para hacerse de su propia Plaza de Toros en la capital azteca la que llevó el pomposo nombre de ‘Bucareli’
Yo no quiero a Mazzantini
Ni tampoco a Cuatro Dedos
Al que quiero es a Ponciano
Que es el rey de los Toreros
¡No hombre, ni duda cabe Don Ponciano! que era usted rete famoso con razón ese otro grandioso que lo fue el grabador y caricaturista Don José Guadalupe Posada lo popularizo hasta las nubes cuando le pinto en aquel memorable periódico de ‘El Hijo del Ahuizote’ y si más fama queremos pues ahí queda el hecho de que un refino de pura manzanilla que llegaba de la España le puso como etiqueta un retrato de su menda.
Oiga Poncianito, todo eso esta muy bien pero lo que como que no me cuadra, es que ya hinchado de lana dicen las lenguas de doble filo le dio por ahorrar en su función de empresario y empezó a darle a la afición ‘gato por liebre’ o más bien novillejos por toros <como que se adelanto retearto a la época> ¡No la joda Ponciano, también que íbamos! y bueno esto es tan serio y lamentable como para que los empresarios de ahora ¡claro! a los que les quede el saco ‘echen sus barbas a remojar’ y se miren en el ejemplo de Ponciano al que la afición abandono hasta vaciarle los tendidos de La Plaza de Bucareli y como torero aquel charro que fue un verdadero ídolo se tuvo que refugiar haciendo empresa en plazas provincianas de baja categoría.
Fue tal la debacle del popular personaje que no le quedo más camino que arrimarse a las botellas hasta acabárselas todas y éstas acabárselo a él, lo que sucedió en 1899 cuando se palmo y solo así bien tieso pudo retornar a la capital, eso si en calidad de fiambre que como buen guadalupano descanso en el panteón del Tepeyac donde cuando lo que dejaron los gusanos fue exhumado y se llevaron el recuerdo a la ganadería de Atenco haciendo bueno con ello, eso de rendirle tributo a la tierra que lo vio nacer.
Y mire ‘Don Bigotes’ ahorita que he dicho nacer apenas el domingo 16 de enero de este 2011 se celebró la onceaba corrida de la Temporada Grande en una plazota que lucio hermosamente con la mitad del graderío que le cabe a la México retacada de taurinos, aficionados, publico, villamelones bueno de todo, lo que fue provocado al conjuro de beatificar a ese rejoneador que lo es Diego Ventura torero grande sin ser inmenso todavía o cuando menos no lo demostró plenamente y es que por momentos parece tan facilote en su cabalgar y en su ejecutar que le cuesta trabajo electrizar los tendidos y con ello hace bueno aquello ‘Que ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre’ así que sería bueno tomar a Dieguito con un poco de mesura y esperar que la próxima vez que venga por Insurgentes se columpie por debajo de La Puerta del Encierro que es la que consagra.
El que si ya anda muy cerquita de la popularidad sólida es Uriel Moreno ‘El Zapata’ quién como emanado de las entrañas tlaxcaltecas chorrea el aguamiel de la sabrosura torera, bien curada con un fuerte sabor de mexicanidad lo que sin empacho me lleva a predecir que en ‘El Zapata’ se haya el nuevo torero que la tierra está esperando ojala no se vaya a pandear en la caminata y en cambio aprenda a venderse más y mejor dentro y fuera del ruedo.
Y del guapísimo de Mauricio Moret aquel muchachote el de la maseta engominada y la percha lustrosa, el que conquistaba con su sonrisa angelical que regalaba cada vez que se zumbaba por la faja al ‘Chon lagañas’, nos lo desaparecieron al más puro estilo de la maldición gitana la que deja a los hombres viendo visiones en el purgatorio donde el olvido va cobrando a sus victimas los pecados, sean de ellos o de quienes los rodean, como los que este domingo fueron incapaces de centrarlo y acicatearlo para que a como fuera evitara la catástrofe ¡Me cahis la mar salaá!
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