SIN TAPUJOS
Colección Botello
10-03-14
Bardo de la Taurina:
Cuando se anda más que en el papel
del ‘Burlador de Sevilla’, en el del ‘Burlador de guadañazos’ de esta vida en la
que ‘Nada es lo que parece’ como dice la cantautora ‘La Lola’, le da a uno por
repasar de día y de noche vivencias que son recuerdos y anécdotas y andando en
eso es cuando sigo hurgando entre recortes de periódicos y bolas de naftalina
para dar con el último torero que ha merecido se levante un museo en su honor y
es en ese momento cuando me pregunto si no es también justo honrar a quien se da
a esa noble misión.
Por ello yo que si uso sombrero de
los que son famosos de Sonora a Yucatán me lo quito ante el artista
tridimensional que lo es el inigualable Donaciano Rangel Botello patzcuareño por
nacencia y celayense porque se le antoja, pero sobre todo maestro de la amistad
y maestro también en el arte de atrapar emociones en papel fotográfico y más que
maestro rector fundador del M. M. M. M. M. M. o Museo del Mandón Mexicano
Matador Manolo Martínez o sea que ‘Tus Cinco Toritos Negros’ del otro inmenso
fueron superados por las seis emes de Manolo Martínez y su museógrafo ‘don
Botello’.
Pero hablar de ese museo más bien le
debe corresponder a un hombre de arte y cultura como el ‘Hijo del Hombre’,
conocido también como Leonardo Páez por ello mi menda, en mi calidad de lo que
‘Don Botello’ no me ha pedido pero como en la fiesta todavía quedan espontáneos
pues me asumo como pregonero del museo y en esa calidad exhorto a todos los
martinistas que tengan algún objeto u obra de arte relacionado con el ‘Mandón’ a
que puedan hacer una donación o de perdis en custodia para así jalar parejo con
el hombre que ha empeñado su vida misma en el loable esfuerzo por perdurar la
memoria de un regiomontano sin el cual no se podría entender completa la
historia del toreo universal como tampoco se podría conjugar el verbo pasión
taurina sin este otro ‘Numero 1’ de la fotografía y la amistad: Donaciano R.
Botello.
Leonardo Páez:
La amistad suele ser, además de las
noblezas que se le adjudican, derecho de picaporte al agandaye o, si se
prefiere, al abuso con afecto, a la explotación simpática, a pasarse de la raya
con encanto, a joder con gracia. Son las elevadas cuotas de un tipo de relación
más exigente que la amorosa, pues la amistad auténtica requiere más de la cabeza
que de la pasión, de la tolerancia que del deseo, de las afinidades que de las
liviandades. Dos ejemplos inmediatos: el Bardo de la Taurina y Botello, que no
obstante su descompuesta embestida cuentan con mi amistad y me dispensan la suya
a su real saber y entender, es decir, metiéndome en la muleta de sus
ocurrencias.
Por eso cuando con la debida
anticipación Botello me invitó a que conociera su colección de arte taurino
–nada de museo seis emes y otras idolatrías, que para eso están los libros de
Cantú, Loret de Mola y el mismo Botello–, no tuve más remedio que armarme de
valor ya que ahí se chanela de arte y de caldos, no sólo de taurineos y
mangoneos. Con otros alicientes: entrevistar al fino matador celayense Héctor
Obregón –80 años de decirle sí a la vida– y reencontrarme con el entrañable
artista plástico Reynaldo Torres –81 años de decirle sí a la vida–, pues amistad
que testimonia experiencias y conocimientos es doblemente enriquecedora.
Como artista que es, Botello sabe que
el arte se nutre de las artes, así que en vez de inundar el amplio y cálido
salón de su galería con algunas de sus extraordinarias fotos, prefirió dar
cabida a la obra de notables pintores, varios de ellos poco conocidos, como uno
espléndido que se firma Jamaica; fotografías de época, retratos, apuntes, ternos
y una vitrina con un luido capote de paseo que conserva íntegro su finísimo
bordado y que perteneció al maestro Rodolfo Gaona.
En la mejor tradición del
coleccionismo de arte privado, el valioso acervo pictórico-fotográfico de
Donaciano R. Botello refleja su disciplinada sensibilidad y su minucioso amor
por una fiesta de toros cuyos adinerados promotores amenazan con reducirla,
ahora sí, a nostálgica pieza de museo.
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