El toro en México
Por Bardo de la Taurina
En estos días que lo fueron los
del fin de semana, según el calendario, por acá tocaba celebrar algo que por
principio de cuentas no debería de ser
referido solo como algo y ese algo lo es,
que hace 207 años, este pueblo cambio de quienes lo gobernaban, que en
aquel entonces era la corona de España, de
eso ya nadie se acuerda, salvo en estos 15 y 16, días de la Independencia, entre las muchísimas cosas que España nos trajo, nos legó, nos
dejó, fue el maridaje de los toros bravos de allá, con los toreadores valientes
de aquí, lo que dio como resultado la fiesta mestiza.
Entre tantos años se nos ha
olvidado, si es que lo sabíamos, que esta práctica, rito, evento, espectáculo, costumbre,
es la fiesta popular más antigua de este territorio, incluso desde antes que la guadalupana que también nos la mando España
cargada de jiribilla, México sigue
siendo un país a pesar de los descabellos que le están pegando con furia
inusitada los políticos, la delincuencia y el narcotráfico, bueno el caso es
que España nos trajo la toreada y ya
aquí la han adaptado a como les conviene a quienes la maquilan, sin respetar que por ser una fiesta popular debería de pertenecerle
al pueblo.
Más a fuerza de ser sinceros, hay que aceptar
que el pueblo ya le volteo la cara, pero no, de a gratis, ojala nadie se erice con lo que acabo de
escribir y es que la fiesta desde que fue secuestrada, nos la siguen sirviendo a como les cuadra a quienes
tienen el fogón, la olla, las reses, los toreadores, y esto a manera de rebeldía o protesta ha
orillado a que cada quien tenga su propia manera de vivir su fiesta de hoy, antes de seguir, debo aclarar que lo referido a la pérdida de
popularidad, no es palabrería, es medición y si no preguntémonos ¿cuánta gente
está entrando a las plazas?, ¿Por qué han disminuido abruptamente las
novilladas?, ¿Por qué en la Plaza México hace ocho días trajeron a un puberto
que jamás se había vestido de luces y que obviamente no tenía el más mínimo de
los méritos para venir a la plaza, supuestamente más importante de México? en
la que aparte lo anunciaron como primer espada, si esto no es decadencia ¿Qué es?
y que conste que pasando por alto que no debería de haber novilladas sin
picadores en la plaza monumental, en el balance les fue como al ‘Canelo’ lo
cual, no es malo.
Las plazas aplauden en las barreras
y rugen en los graderíos, en las zonas de los generales dónde hay codazos pa’
entrar, ¿está sucediendo eso? recuerdo allá por el año de 1979, precisamente la tarde en que ‘El Pana’ fue bautizado como
matador de toros, más tardecillo fui convocado a otro bautizo, el oficiante fue
el Cardenal Corripio Ahumada y el padrino de la ceremonia El Bardo de la Taurina,
al terminar el ritual vino él a chanelar y recuerdo que entre whiskies y
cubitas el canónigo se negaba a aceptar que entre ambos ritos existen cierta similitudes, aunque se tropezaba en
algunas cosas y de inmediato buscaba enmendar el terreno, el litúrgico decía que
los pastores de la iglesia eran todo humildad
(que fea palabra) el Bardo le cuestionaba entonces ¿por qué los sacerdotes se vestían
para oficiar igual que los toreros de seda y oro? los elixires permitieron
preguntar al cardenalicio si se sentía lo
mismo oficiar en cortito que con casa llena, -desde luego los feligreses
trasmiten con su presencia y el clímax sin duda se da cuando la gente copa hasta
los atrios-, más claro, ni el agua bendita.
Sin soltar a los señores de
los inciensos años después un Obispo Onésimo Cepeda, prologaría uno de los libros de este Bardo de
la Taurina y escribiría ‘Silverio no tenía el oficio que hoy tienen tantos toreros,
más que daríamos hoy en día por tener un
Silverio en México, cuando en tiempos de Silverio teníamos por lo menos 10 grandes
figuras, y continúa, ¿dónde está?, ¿quién
es el nuevo torero de México?’, repito; son palabras de un Obispo que no tiene
un pelo de tarugo.
Este domingo en la Plaza México
repitieron los tres interesantes
novilleros de la semana pasada, junto con otro que ya estaba, más sin embargo la nota se dio en un novillo
en el que Roberto Román con su sello a como sea se hizo acreedor a lo que debió
de haber sido una justificadísima y sonorísima vuelta al ruedo con su remate galoneado
en los medios de la plaza… pero ¡no! un juez que debe ser juzgado Jesús Morales,
en un acto incomprensible privo al novillero enfriando los ánimos del homenaje
popular, aventándole un retazo peludo cargado de reproches de los asistentes,
oreja que a la velocidad de la luz el
novillero se la escondió en la panza haciendo gala de buen criterio y honradez, que eso en
el toreo cuenta mucho, como mucho le contó en el otro andar en hombrecito
riñonudo, derrochante de enjundia, demostrante de academia y pincelero de
trazos y ahora si dijo; échenme una
oreja de las de a de veras.
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