Que
a Toda Madre debe de ser pa’ las madres, que las festejen en día especifico, máxime cuando han honrado el género de lo maternal, el que
entiendo no debe de ser fácil, pues parte de ello implica no nada más la
educación que les brinden a los críos, sino hasta el buen camino que estos
hayan tomado y es que como aquí de todo responsabilizamos a los demás, pues obvio
que también a las madres les toca su parte, tajada de la vida que pa´ unas les
debe de ser esplendorosa y a otras espinosa o más bien a según como se vea el
asunto y esto viene porque yo de repente
me pregunto ¿que se sentirá haber parido un hijo torero? de entrada no creo que
sea como haberse sacado la lotería, pero al rato ya pienso que debe de ser algo
bien chido como pa’ sentirse henchidas de orgullo, ¡claro! eso pa’ quien tiene un hijo de los que
llevan dignamente el hábito de la torería, porque ya sabemos que hay otros de papel
maché que avergüenzan hasta a sus
madrecitas, mas a las unas y a las otras y también a quienes sin ser madres
toreras aman a la fiesta quisiera sacarlas
a los medios y pegarles una ovación de Puerta Grande, ¡Venga ya!.
Y
como es mayo la ocasión es propicia pa’ recordar, el que a lo largo del
transitar hasta mi vejez he conocido a muchas madres y de otras he escuchado
mil historias, algunas impactantes como la de aquel novillero legendario que lo
fue Félix Guzmán (Felice <Veglio-Helglei> Kutmann Schopenhauer) hijo de un ítalo y de una germana
que cuando su chaval mixcoaquense vestía de luces en la placita Ford o en El Toreo de la Condesa,
se desplazaba desde su casucha de laminas de cartón hasta los alberos y
empezaba a circundarlos apretujando un rosario
entre sus huesudas manos que sudaban pánico para luego desbordarse cada que el vocerío se expresaba en gritos de
zozobra, los cuales impulsaban a la madre mártir a volcarse a la puerta
inmediata y con voz mutilada por la angustia alcanzar a preguntar ¿Que paso?,
¿A quien cornearon? dicen quienes fueron
testigos de aquello que la escena no obstante de ser repetitiva era patética,
dramática, desgarradora y es que Félix Guzmán, era un novillero tan entercado
en quitar a la pálida madre de lavar ajeno y fregar pisos, pa’ lidiar las
tripas del hambre, que cada que estaba frente a un pitón se colgaba de el, en trueque de vida a muerte que le permitía
arrancarle a los bureles unos cuantos pesos pa mitigarle el hambre a su
madrecita santa la que vivía en el dantesco infierno de lo paupérrimo, allá por
el camino que llevaba hacia el manicomio de La Castañeda, territorio del Rio
Mixcoac, aunque le va más el nombre de ‘Barranca del Muerto’, cuentan que pa’
el año de 1943 el rubio torero ya había traspasado los dinteles del tremendismo
y a ellos no cedía hasta que llegó el ‘Mes de las Madres’ y en el Toreo de la
Condesa se vio ante aquel burel de la ganadería de Heriberto Rodríguez, el que
fue herrado con azufre y como presagio lo sentenciaron a llevar el nombre de
‘Reventón’ y si cumplió con reventarle la ingle al ‘Niño Torero’ el que todavía
con un par de cojones se apodero de las peludas, para luego caer en las
‘tenazas negligentes’ de los doctores Rojo de la Vega e Ibarra, los que al
operar el guadañazo se percataron de que
era largo pero limpio y seguramente esto los embriago de confianza al grado de llevarlos a cerrar
en chinga el boquete sin darse
tiempo para observar que estaban dejando dentro pedacillos de la taleguilla
burdeos y oro con lo cual los galenos le abrieron la ‘Puerta de los Sustos’ a
la gangrena gaseosa, la que en menos de 36 horas se tiro a matar llevándose la
vida de Félix Guzmán.
Desde
aquel día el calvario de la madre se empedró, los sesos se le distorsionaron,
las lágrimas le ahogaron sus ojitos y tarde a tarde sin que faltara una, hasta
el día de su partida, la enloquecida madre enfundada en un terno catafalco
salía de su jacal urbano y tomaba rumbo al Toreo, gimiendo, sollozando,
gritando hasta el alarido, con el alma desgarrada, el nombre de su hijo palmado,
la escena asustaba, la madre se desmoronaba en lo negro del asfalto y sacando
fuerzas de ese su amor maternal se levantaba una y otra vez para seguir
muriendo. ¡Mi Profundo Respeto! a las Madres Toreras.
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