lunes, 28 de diciembre de 2015

‘Periodistapen’


El Toro en México
 Bardo de la Taurina

 Desde siempre he sosteniendo que la más apropiada manera de referirnos a la  fiesta, es haciéndolo como Fiesta de Toros y Toreros, esto en virtud de que jamás se ha visto  ni en la plaza de Madrid, ni en la de México, por tomar como referencia la más importante del mundo que lo es la de allá y la más grande que lo es la de acá, el que se anuncie   que el domingo se celebrara una corrida con la participación exclusiva de seis toros.

Los cuales a la hora anunciada, previo permiso de la autoridad, irán saliendo de uno por uno, haciendo una salida natural al son de las palmas que provoca el trapío (en España) que lucen propio de su estirpe, pujanza, temperamento y bravura, la que los lleva a rematar en tablas desde donde se arrancan a tropel en circundancia al anillo embistiendo a la menor provocación al aire y a su propia sombra, para luego retadores en el tercio y ante la fantasmal soledad del ruedo toman inercia hacia las tablas donde husmea en busca de un personaje de seda y oro que les borde una obra de arte.

 

Nada acontece más allá, de que la casi desértica gradería, la cual es producto de estar presenciando un festejo incompleto también esta desconcertada, pero, ¡sorpresa! a lo lejos se escucha un crujir de puertas y el sonido de múltiples pezuñasos, son los cabestros de Florito, esos ejemplares impresionantes en belleza berrenda y castaña que viene por el toro en educada academia con la que rodean al burel y más que provocarlo lo invitan a unirse a ellos y emprender el regreso a las corraletas, ¡Eso es un fiesta de toros! exclusivamente.

La otra fiesta donde un hombre convertido en Dios sale enfundado en seda y oro y con valor, maestría, técnica  y arte logra que dos co-autores creen una obra primorosa,  la cual pasara a ser inmortal a través de la convergencia de las diversas manifestaciones artísticas que le darán resonancia y permanencia,  la  que  se logra en el maridaje que brota en un ritual que solo es posible  en una Fiesta de Toros y Toreros.

Y todo esto ha sido  sacado a la palestra, porque lo que no había sucedido durante la temporada de festejos en La Plaza México, se dio ahora. Y es que la afición solo y en forma única se refirió durante toda la semana a que en la fecha once se daría una corrida con toros de ‘De Haro’, así de apabullante, solo se habló de los bureles que enviaría  Don Antonio de Haro, no se decía más que iba a lidiar una corrida de toros de la legendaria dinastía, en este caso, de Don Antonio, así que esa  ganadería  echó por tierra nuestra teoría de la Fiesta de Toros y Toreros y la convirtió de arranque en una Fiesta de Toros en la  que luego  participaron lidiadores como:

Víctor Puerto   el de Alcorcón, Madrid  ya debe de estar buscando otro puerto pues si no le ha caído la moneda de que si aquí le dieron cabida a su quehacer medroso, sin sitio, sin ambición,   fue porque o lo hizo de a gratis  o porque fue producto de una más de las malas elecciones de la empresa, que la neta, lo suyo no es la confección de carteles digamos convincentes.

José Luis Angelino salió con un terno que pedía a gritos  la censura  en una plaza tan grande y esto lo asiento por la razón de que si este torero ejerciera el ritual con mucho mayor elegancia, sus quehacer luciría más, no obstante que hoy se aplicó y que con la flecha metálica le pego al corazón del presidente y este en son de paz bendita asomo en dos ocasiones los pañuelos orejones.

Pepe López que guapo se ve ataviado de fina galanura, la que iba acorde con su figura menuda,  casi perfecta para ser torero, delgadito cual varita de nardo, de estatura digamos que a la medida, de tez fina, sin malbaratar sonrisas, ni andar vendiendo temeridad, también resaltar que no hizo drama cuando al final recibió la constancia de que solo había pasado por la plaza.

  Y para que no crean que soy un ‘Periodistapen’  le voy a decir a ustedes  que este 2016, en México será un mejor año, pues este que termina en la plaza más grande del mundo fue  desastroso  y si no que lo digan las paupérrimas entradas, por lo que  emergemos o la fiesta muere víctima de la metástasis de un mal que no supimos parar a tiempo, rechazando los primeros brotes de la  patética degradación del toro bravo, hasta llegar al becerro descastado que hoy pulula con la salvedad de algunos milagros esporádicos, aunados a que los ídolos, las figuras, ‘los mandones’, las novedades, salvo un torero cuña no aparecen por ningún lado y así, imposible sostener una fiesta.

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