El Toro en México
Bardo de la
Taurina
Desde siempre he sosteniendo que la más
apropiada manera de referirnos a la
fiesta, es haciéndolo como Fiesta de Toros y Toreros, esto en virtud de
que jamás se ha visto ni en la plaza de
Madrid, ni en la de México, por tomar como referencia la más importante del
mundo que lo es la de allá y la más grande que lo es la de acá, el que se
anuncie que el domingo se celebrara una
corrida con la participación exclusiva de seis toros.
Los cuales a la hora
anunciada, previo permiso de la autoridad, irán saliendo de uno por uno,
haciendo una salida natural al son de las palmas que provoca el trapío (en
España) que lucen propio de su estirpe, pujanza, temperamento y bravura, la que
los lleva a rematar en tablas desde donde se arrancan a tropel en circundancia
al anillo embistiendo a la menor provocación al aire y a su propia sombra, para
luego retadores en el tercio y ante la fantasmal soledad del ruedo toman
inercia hacia las tablas donde husmea en busca de un personaje de seda y oro
que les borde una obra de arte.
Nada acontece más
allá, de que la casi desértica gradería, la cual es producto de estar presenciando
un festejo incompleto también esta desconcertada, pero, ¡sorpresa! a lo lejos
se escucha un crujir de puertas y el sonido de múltiples pezuñasos, son los
cabestros de Florito, esos ejemplares impresionantes en belleza berrenda y
castaña que viene por el toro en educada academia con la que rodean al burel y más
que provocarlo lo invitan a unirse a ellos y emprender el regreso a las
corraletas, ¡Eso es un fiesta de toros! exclusivamente.
La otra fiesta donde
un hombre convertido en Dios sale enfundado en seda y oro y con valor, maestría,
técnica y arte logra que dos co-autores
creen una obra primorosa, la cual pasara
a ser inmortal a través de la convergencia de las diversas manifestaciones
artísticas que le darán resonancia y permanencia, la que
se logra en el maridaje que brota en un
ritual que solo es posible en una Fiesta
de Toros y Toreros.
Y todo esto ha sido sacado a la palestra, porque lo que no había
sucedido durante la temporada de festejos en La Plaza México, se dio ahora. Y
es que la afición solo y en forma única se refirió durante toda la semana a que
en la fecha once se daría una corrida con toros de ‘De Haro’, así de
apabullante, solo se habló de los bureles que enviaría Don Antonio de Haro, no se decía más que iba a
lidiar una corrida de toros de la legendaria dinastía, en este caso, de Don
Antonio, así que esa ganadería echó por tierra nuestra teoría de la Fiesta de
Toros y Toreros y la convirtió de arranque en una Fiesta de Toros en la que luego participaron lidiadores como:
Víctor Puerto
el de Alcorcón, Madrid ya debe de estar buscando otro puerto pues si
no le ha caído la moneda de que si aquí le dieron cabida a su quehacer medroso,
sin sitio, sin ambición, fue porque o lo hizo de a gratis o porque fue producto de una más de las malas
elecciones de la empresa, que la neta, lo suyo no es la confección de carteles
digamos convincentes.
José Luis Angelino salió con un terno que pedía a gritos la censura en una plaza tan grande y esto lo asiento por
la razón de que si este torero ejerciera el ritual con mucho mayor elegancia, sus
quehacer luciría más, no obstante que hoy se aplicó y que con la flecha
metálica le pego al corazón del presidente y este en son de paz bendita asomo
en dos ocasiones los pañuelos orejones.
Pepe López que
guapo se ve ataviado de fina
galanura, la que iba acorde con su figura menuda, casi perfecta para ser torero, delgadito cual
varita de nardo, de estatura digamos que a la medida, de tez fina, sin
malbaratar sonrisas, ni andar vendiendo temeridad, también resaltar que no hizo
drama cuando al final recibió la constancia de que solo había pasado por la
plaza.
Y para
que no crean que soy un ‘Periodistapen’ le
voy a decir a ustedes que este 2016, en México
será un mejor año, pues este que termina en la plaza más grande del mundo fue desastroso y si no que lo digan las paupérrimas entradas,
por lo que emergemos o la fiesta muere víctima
de la metástasis de un mal que no supimos parar a tiempo, rechazando los
primeros brotes de la patética
degradación del toro bravo, hasta llegar al becerro descastado que hoy pulula
con la salvedad de algunos milagros esporádicos, aunados a que los ídolos, las
figuras, ‘los mandones’, las novedades, salvo un torero cuña no aparecen por
ningún lado y así, imposible sostener una fiesta.
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