El Toro en México
Por Bardo de la Taurina
Confieso que pa’ todos lados cargo con mi biblia que tiene el título de ´Diario
de México’ de la autoría del filósofo español Agapito Maestre, publicada por Ediciones
Clásicas, Madrid, ilustrado en la
cubierta por uno de los grandes genios mexicanos el inconmensurable pintor
Rufino Tamayo, cuyas obras triunfaron en el Museo Reina Sofía, y esto viene,
porque la otra tarde en la desolación de
la plaza capitalina, un fantasma
me pregunto ¿Qué tiene ese libro en el que está usted tan clavado?, le
conteste tiene a México en 275 páginas y además no es un libro es una biblia, y
pa’ que vea que sí lo es, le voy a leer algo que aquí tengo subrayado en la
pág. 48 y que corresponde al capítulo 8 titulado ´Los mitos del editor’ donde
sale a la palestra al escrito–editor Adolfo Castañón y de cuya labor Don Agapito
Maestre dice; –Es una obra fascinante de la cultura en lengua española. Debería
de ser recomendada en la Universidades en general, y en las Facultades de
Humanidades en particular, para aprender que, por desgracia, ‘la cultura la
deciden quienes no saben hacerla’.-
El fantasma se quedó pensativo un momento y preguntó ¿La
Fiesta Brava es cultura? le conteste; Es mucho más, es historia por eso hay que
leer sobre de ella, páginas adelante, las letras nos dicen; ‘quien no se haya
emocionado alguna vez en su vida al leer un libro, nunca sabrá que es la
genuina vida’, así que nunca esta demás leer, porque solo así podrá uno escudriñar en las
bases de la cultura que han sostenido esta fiesta o más bien lo que queda de
ella y estoy seguro que los ganaderos de Caparica que han debutado en el grado
de corridas de toros, hace apenas unas horas, en la Plaza México, han leído y
escudriñado sobre de que se trata esta Fiesta de Toros y Toreros, porque de
otra manera primaria o elemental en tan solo diez años de ejercer como
ganaderos, no se habrían compenetrado en lo que es la esencia de la fiesta y
por ello, es que están haciendo las cosas tan honradamente.
Esto se nota a leguas pues más allá de que los ganaderos
Viezcas & Muñozcano en sus personas
son un derroche de respeto, este atributo se lo están trasmitiendo a sus toros
a los cuales les han enseñado que antes que nada donde se presenten lo tienen
que hacer de gala, muy prendidos de hocico a rabo, les han enseñado a no
permitir que ningún malandrín se les acerque y les ande queriendo hacer la circuncisión
a sus pitones, dejándoselos cuadrados,
en la desfachatez del afeitado, como los
describe la ‘Diosa Rubia del Toreo’ nacida en Antofagasta, Chile, Conchita Cintrón,
en un interesantísimo artículo titulado ¿A
dónde vas, fiesta? y que fue firmado en Guadalajara en 1957, joya literaria que
nos fue referida por Don Fermín Martínez
Odriozola.
Luego viene la lámina y la corpulencia de los toros
capariqueños, que no tienen nada de extraño tan solo corresponde a la de unos
toros verdaderos, cuya edad de nacencia es la real y que nunca han tenido
necesidad de darse una vuelta por los portales de Santo Domingo, donde con la
mano en la cintura por 100 pesillos le alteran el año de nacencia y de pilón le
aumentan los kilos, con los de Caparica eso es impensable, y respecto a lo que trajeron adentro, solo
decir que era una condición, que los toreara un torero graduado, a propósito,
uno de esos sabios que pululan en el mundo del toro y que generalmente son los
que menos entienden de esto, dijo a la salida ‘que la corrida había salido muy
dura pa’ los toreros’, ¿dura? ni que fueran bolillos viejos o manos de metate ,
salieron insisto, en su digno papel de toros y si mi apuran hasta se portaron
correctamente, pues a uno de los toreadores le perdono sacarle un ojo y hasta
los sesos de un pezuñazo al caer después de que lo había mandado a volar a la
altura de un primer piso, y en otro acto de bondad a un capariqueño no le
alcanzó el ruedo habiéndose visto obligado a saltar las tablas pa’ no
estrellarse y en la caída le dio chance de resguardarse al monosabio ‘Gamucita’ pues si le cae encima lo hubiera
matado igual que a su padre lo mato un toro que salto al callejón.
¡Y que uno de Caparica, se va encontrando con el dueño del
sello del toreo a la mexicana! Jerónimo, el de la percha de altar barroco que
pa’ la ocasión se enfundo como si lo fuera a pintar el mismísimo Francisco Álvarez, el que pinta las divinidades, lances con sabor tricolor, una media pa’ rematar que valió más que una docena
de utilería y que expandió por toda la plaza un aroma a rosas de suave
fragancia de esas que le dieron marco a la maja del Tepeyac, se puso el pétalo grana
en la mano y la corrió como seda de pureza excelsa, la filigrana la llevo al
hechizo de la orfebrería fina, trasmitió mas que en luna de miel y se alzó con
un poema que se va a escuchar con alto parlantes en los escritorios de los
empresarios, ¡Olé Jerónimo!
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