El toro en México
Por Bardo de la Taurina
Lo innecesariamente
innecesario, no siempre es necesario y sin duda desde el momento alegórico en
que la empresa que opera la Plaza México pregonó el experimento novilleril de
este año, saltaron cosas que parecían innecesarias como bautizar una etapa de observación, de evaluación, de
examen, (casting), de calas, de vista de aspirantes a novilleros con el
calificativo de ‘Vacadas’.
La puesta en escena de ésta
etapa, dentro de lo importante que lo serán todas, con su
solo anuncio cayó como un balde de
desánimo e indignación en la gente, todo por algo mal bautizado, debo reconocer que incluso ésta
pluma mal interpretó el concepto, lo cual desde luego lamento, y decir en descarga de ello que la tirria que
le profesan los escaños inferiores, a quien esto escribe, por el grave pecado
de escribir las cosas como las veo o entiendo, sin que esto quiera decir de
ninguna manera que me asita la razón siempre, dando por resultado; que se me
excluye de la información que se les manda a los medios.
Y bueno, esto viene porque hay
quien pensó que en las mal definidas
‘Vacadas’ sabatinas, los chavales iban a partir plaza con música de banda, a
torear vestidos de ‘focos’ y a recibir orejas desde el palco de la autoridad
como testificación de su participación, en síntesis; que se trataba de festejos
formales con vacas, nada más inexacto. De lo que se trató simplemente fue de una
sesión pa’ ver las aptitudes de los
chavales guiados por una voz que electrónicamente
orientaba y ponía a prueba a los jóvenes que ‘audicionaron taurinamente’ y
ojalá esto aparte de servirle a la empresa y a los veedores, si es que los hubo
de las otras plazas satélites que conforman este maratónico serial, les sirva también a
algunos jovencitos pa’ darse cuenta que no están llamados por ese camino.
En la enorme puerta colorada de la entrada de la plaza, me dijeron que me formará y que iríamos
pasando al tanteo del ‘poli’ luego fui informado que adelante me pedirían datos,
me quede tranquilo porque salvo la cartilla militar que a los de la década de
los años cuarenta ya no se la piden, ni la carta de antecedentes no penales
donde consta que no trafico elogios, ni oculto verdades dolorosas, todo lo demás
lo llevaba, credencial de elector, CURP, INAPAM y por supuesto mi tarjeta del Palacio
de Hierro*, (porque yo soy Totalmente Palacio, aunque usted no lo crea) por
cierto amables lectores, les pido que no
le vayan a decir a quienes me censuran, que
en el almacén de su patrón el de la avenida Durango, donde estuvo el Toreo de
la Condesa, para conmemorar la faena más memorable probablemente en toda la
historia del toreo mexicano, la del ‘Compadre’
Silverio Pérez con ‘Tanguito’, el Bardo en
su momento fue elegido para escribir una placa en bronce pa’ conmemorar tan
inmenso acontecimiento, en el marco del centenario del maestro y soslayar que
ni la familia Pérez Domínguez, ni la de Don Alberto Bailleres, me dictaron
línea sobre que sí, y que no, escribir con libre libertad al ejercicio del
periodismo.
El sábado en la Plaza México, aquello comenzó
de la mejor brillante y luminosa de las formas, cuando en el inmenso ruedo apareció
el rejoneador charro, Joaquín Gallo, elegantemente ataviado sobre los lomos de briosos
y adiestrados corceles tordillos a los que llevó zurcidos a milímetros de la
bravura y cornamentas que embestían como una lanza de obsidiana, a la que clavo
en el vértice de una sortija las flechas vestidas de papel de china pa’ ésta ocasión,
luego en un acto de verdadera
espectacularidad toreo desde el caballo a la mexicana con un sarape rojo pitaya de charro bravo, vaya forma
de llevar hasta la atracción el rejoneo,
sin duda, Joaquín Gallo un acierto de la Plaza México.
Y de los chavales decir que
con ésta fórmula el director, el matador Mario Zulaica evitara la triangulación
y las casi siempre engañadoras recomendaciones, pues al ver él con sus propios
ojos a los aspirantes, las programaciones por ende deberán de ser mucho más
coherentes y también los descartes más tajantes y por ello puedo apostar que
bien manejado éste maratón novilleril, podría otorgarle al director Zulaica, el
afianzamiento direccional, como no lo lograrán con las corridas de toros que
están tan manoseadas, tan llenas de intereses, tan corruptas, tan viciadas, que difícilmente en
esta década alguien las va a meter en cintura…si es que realmente alguien la
quiere enderezar y si el sistema lo permite.
Y es que la Fiesta Brava
siempre ha sido un reflejo de lo que acontece en el país, donde hace tiempo se
prohibieron las funciones de circo y ahora un peje lagarto nos amenaza con
soltar al tigre, y hasta destruirles su nuevo nido a los ‘pájaros de acero’. ¡Aguas!,
la rebelión en la granja puede hacer que los capitales se embarquen en la barca
de Noé en busca de la fertilidad
perdida.
Volvió a amanecer, llegó la
tarde del domingo y ahora el escenario se abrió pa’ novilleros profesionales que le salieron a los de Santo Tomás; André
Lagravere ‘El Galo’, José María Pastor y José María Hermosillo, quienes en
tercia mostraron solvencia académica y
un toreo seriamente fresco, el que ojalá no lo vayan interrumpir con una
precipitación de grado y esto va por José María Pastor, quien con la estructura
del maratón si afila la espada podría enracharse a lo lindo y llegar con
contundencia al doctorado en el invierno capitalino y como nunca escucho las
llamadas a misa, sí en cambio escuché con atención las que provocó el otro José
María, Hermosillo quién franca y sorprendentemente en su quehacer trae una
invitación pa’ comer aparte lo que lograra conforme vaya madurando bajo la fórmula
de novillos a granel, porque la técnica, el arte y la rotación de las neuronas las trae bien
ajustadas.
Así las cosas por esta tierra,
donde primero un charro reafirmó lo gallo que es y luego un Hermosillo brindó, lo
hermoso del bien torear.
*Almacén de mayor prestigio
en México.
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