México y anexas…las Bardianas
Arte Ricardo Guevara venta Jardín de San Jacinto en San Ángel.
Recuerdo que desde la calle de Kansas con la colindancia de Insurgentes y San
Antonio en la Col. Nápoles a mediados de
los años cincuenta todavía se veía ese enorme embudo de cemento que lo es la Plaza México, enfrente en la calle
de Nueva York y dándose la espalda con
el Hotel Beverly, dónde de Manolo Martínez pa ’abajo se vestían muchos toreros vivía “La Güera Rosalbita” cuyo amante era un cura franciscano de nombre
Gilberto Gómez el que ejercía en la iglesia San Antonio de
Padua la que ahora da a la Av. Pennsylvania y que en sus inicios estuvo en la
calle de Tennessee, bueno ese mentado “Padre Gil” recibía en secreto de confesión a muchas
personas y tenía la costumbre de ir a soltar la lengua con pelos y señales a
casa de su querida, pasándose por debajo
de la sotana el secreto de confesión,
desde entonces mi menda nanay de andarse cuchicheando con los ensotanados,
sea del color que sea el hábito que traigan puesto, ¡ah! y pa’ acabarla todavía
piden se caiga uno con la limosna, me cae que son unos revendedores de
indulgencias.
Y como esto está flojo por la Plaza México desde hace seis meses que fue cuando las telarañas
empezaron a tejer sus redes, pa’
entretenernos le voy a contar cómo se las gastaba la pareja de pecadores calenturientos, en aquel pasaje cuando la señora descubrió que el franciscano le era infiel con
otra feligresa mal atendida por el marido, la despechada fue consolada por otro ladino
nada más que de diferente divisa que
supo cómo templarla, lo que provocó que la devota dijera; Pa’
sacar el dolor de un clavo enterrado, solamente con otro de la misma tlapalería.
El pájaro de cuenta que eso
era el de oficio litúrgico, se enteró en
el confesionario de una apizaqueñita que
como alguien le había corrido la mano bruscamente ya se quería regresar al
pueblo, por ello el cura se la mandó a
la “Güera Rosalbita” pa’ que la empleara en menesteres domésticos, pa’ los que la chamaca resultó de bandera, además de darse su taco de ojo y alguna faena de pitón a
pitón o un quitecillo por Chicuelinas que
se aventaba al menor guiño con los novilleros que se dejaban caer por esa casa,
pero eso sí reconociendo que el tentador oficial de la vaquilla lo fue el “Rey del Vivero de Coyoacán” Jorge Reyes “El
Soberano”, al que un día la patrona lo corrió de la casa no porque le importara
que le hiciera la faena a la
morenilla sino por las pulgas que iba a dejar ahí, y entonces fue cuando a la veinteañera le entró el amor que desencadenó en pasión por Antonio que no era “El
Camborio” solo el chofer del patrón.
El tal “Toño” ya
toreaba a otros niveles se codeaba con el secretariado de la compañía que
dirigía su jefe y con la vedettillas de moda a las que era afecto el amo, como
le decía “El Tahonero”, en pocas palabras el conductor ni pelaba a la entusiasta aficionada y ésta mientras más mal la
trataba el chafirete más se enculaba y el otro seguía ignorándola, no le dirigía ni la
palabra, ni la mirada, bueno ni un recadito o unas letritas, nada, la otra le buscaba, le preguntaba, ¿que cuándo
iba a ver alguna fiestecita? pa’ que la invitara un domingo en la tarde,
suplica tras suplica y lo mismo, el silencio absoluto como si el otro fuera el
rey de la fiesta, puro desaire que hasta
pena daba la pobrecilla, la señora de la casa le decía; Date tu lugar, ten dignidad, mándalo al diablo, ya no lo busques. Pero
nada, al otra día y noche andaba averiguando si el chofer andaba de buenas hasta llegar a rondar ahí por
la calle de Augusto Rondín donde el otro tenía su querencia pensando que si había
suerte voltearía a verla, le seguía rogando que no la abandonara y el otro si acaso se dignaba a oír sus súplicas, le entraban
por una oreja y le salían por la otra, quitándosela
de encima con cualquier mentira o citándola pa’ el próximo domingo, pa’ lo que
la señorita tlaxcalteca o la gatita de
angora como él le decía, se apresurara a colgar el uniforme y el mandil blanco y
ponerse sus mejores garritas y ahí
toda ilusionada durante la semana con la
cita dominguera a la que llegaría en punto de las cuatro como clarín de “Cielo
Andaluz”, y lo mismo el plantón, la incertidumbre ¡qué poca educación!
Y ella fiel como aficionada a los toros llegaba con el
corazón hecho pedazos, llore y llore y con una depresión que le duraba hasta el
siguiente engaño, donde el cuento era el mismo, hasta que un día de plano fue a
armarle un pancho al empresario de
sus amores y éste la mandó al carajo tan de fea manera; ‘Aquí las cosas se hacen cuando quiero, como quiero y si quiero…pinche
rogona’, la respuesta ante tanta indiferencia fue que la pobre terminó cortándose la coleta del
amorío y las trenzas de un jalón y de puro despecho cambio de gustos dejó al pelafustán
se consiguió un padrote que decía era
su apoderado y se metió a talonear en pleno Insurgentes ahí afuera de ‘Los
Guajolotes’. ¿Se acuerda usted del lugar donde íbamos a comentar la corrida
antes y después de la misma?
Una noche regresó
Antonio con el rabo entre las patas porque había sido despedido por el padrino del clan, a buscar a su enamorada encontrándose con que
ésta ya se había esfumado, ella que era
un sol de seda se apagó como una cornada mortal de esas que gangrenan el cuerpo
y el alma, y todo esto me viene a la mente
como un parangón de lo que sucede con la afición taurina, la que
mientras más mal es tratada, más ignorada, más humillada, más despreciada, más
dañada en sus sentimientos, más ganas le dan de volver a su fiesta, cuando se avizora una inauguración, la cual dicen podría
darse pa’ las novilladas el domingo 25 ojala así sea y confiando en que la
merma de asistencia por decepción y
encabronamiento no sea grave y por ahí se junten unos poquitos en el tendido
que disque pa’ apoyar pregonan los jilgueros, sin descartar cualquier
contrariedad, como que los festejos que por reglamento se tienen que dar, solo
sean un mero trámite que igual se den en jueves de lluvias, que en viernes de
tormenta o en sábado de aguacero o incluso
prescindir de ellos, que triste que empresa y afición estén divorciados por
incompatibilidad de caracteres, pero más triste va a ser quedarse viudos por la
muerte de una tradición ¿o será por el homicidio intencional de la misma?
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