¿QUE NO LE GUSTA DE LA FIESTA?
Qué no
la entiendo, es que mire lector, cuando
yo fui por primera vez a la Fiesta hace unos sesenta y cinco años, esta se daba
dentro de una plaza de toros, hoy se realiza dentro de un teléfono inteligente o de una Tablet, sé que yo le fallé a la trillada historietilla
que cuentan los románticos de que el abuelo los llevó de la mano y les inculcó
la afición y amor por lo más bello etc., mi menda viviendo en la Col. Nápoles y a unos pasos de la Plaza México,
con un billete azul de domingo, alcanzaba
pa’ bajar al destazadero y truequear por
$10.00 unas orejas y colas de toro, a las que sumaba otras que ya había conseguido previamente, ya con unos vasos de cartón encerado que había
recogido en el tendido y que apestaban a cerveza o a orines, salía destapado por el túnel, hasta llegar y
pararme donde se estacionaban los autobuses que acarreaban a los turistas, unos
de ojos azules y otros de ojos rasgados, les ofrecía al pie de la puerta del bus, orejas y rabos como suvenir de los bullfighter
con todo y su envase pa’ llevar que eran los vasos cerveceros, y así los $10.00
se convertían en
$100.00
De ahí a correrle a
pescar un camión o un trolebús hasta la calle de Bolívar, dónde se hallaba el
legendario “Café Tupinamba” y también el “Salambo” que fue el primer Restaurante-Café
decente donde trabajo Agustín Lara, el lugar era tan familiar que ahí se agenció a la que sería su segunda esposa Angelina Bruschetta, la que por cierto
era la que le financiaba su entrada a los toros, aunque no la llevaba y otra de ellos, en el departamento que
compartían en la Roma fue donde Lara escribiría su primera pieza dedicada a
España concretamente a Sevilla, eso sí, brotada por la afición que sentía por
la fiesta brava y ya luego vendrían los pasodobles, y bueno en “El Tupi” a
tratar de acomodarse cerquita de la mesa donde se instalaba Don Cristino Lorenzo,
con su lazarillo porque no veía y aun así transmitía los partidos de fútbol, también
por el micrófono salía la voz de Don Agustín González “Escopeta”, en esas
andaban cuando como por arte de magia aparecía el periódico dominguero “El
Redondel”, ya pa’ eso en una mesa instalado como marajá mi progenitor que se ponía guapo con un “Tupinamba”, panecito largo con rebanada de jamón y
queso y al lado una bola de Ensalada Rusa, acompañado de un café lechero.
Por ahí el “Flaco” Valencia el de pares o
nones con las banderillas, Javier
Cerrillo al que luego protuberantemente le creció la barriga, “El Güero”
Guadalupe ya con su pelo blanco y su
solvencia de extraordinario varilarguero, Rafael Osorno que antes de entrarle a
la subalternada realizó en la Plaza del Toreo de la Condesa una de las más extraordinarias
faenas que seguían comentando ahí cada
domingo, se la realizó al novillo “Mañico” que creo haber escuchado procedió de la ganadería de
“Matancillas”, en diversa mesas resaltaban personajes como “El poeta” Morales,
ese que decía que lo mejor en esto era el
billete grande y el toro chico, eso mientras pegaba ahí mismo unas Verónicas con más aroma,
que la del “Boni” que fue inmortalizado en una de las esquinas de la Plaza
México, la que hace esquina con Augusto
Rodin y Maximino Ávila Camacho, escultura que comparte ángulo con la de
“Manolete”, arriba de donde ponía su puesto taquero el inmenso José “El Negro” Muñoz,
que ya sabe usted con quien estaba hermanado, con el mismísimo Sr. De Mi Luz,
también de los populares del café “El conejo chico” que luego le vendería su
ganadería a Pepe Chafik, se veía a un señor misterioso y huraño apellidado
Ramírez Heredia, que dicen fue el que le corrió a una mano las primeras letras
a la obra clásica de “Más Cornadas da el Hambre”, ¿Vaya usted a saber?
Un personaje
atrayente de imantada personalidad lo era sin duda el más majo y chipén de
todos los ahí reunidos el Matador Rafael Gil “Rafaelillo” o “Rafael de Portugal”
y hablando de majos, otro que lo era sin duda el Matador Gregorio García, y
así la cosa, cuando ya el sueño me empezaba a doblar, con cargo a la cuenta de mi jefe pedía un par de Tupinambas pa’
llevar, con todo y su ensalada, sus
chiles en vinagre banquete ese que a la salida se lo obsequiaba a algunos de los maletillas,
los auténticos de la legua, que no
tenían ni un duro pa’ la jama y menos acceso al “Tupi”, donde desde la banqueta
pegaban sus trompitas como peces
prisioneros en esfera de cristal, mi benefactor se quedaba ahí pa’ luego seguirla al frontón o si la
corrida había valido la pena pues a
celebrar con las putas, daba igual, en los dos sitios lo despelucaban.
Si había suerte, a
gozar los triunfos de; Manuel Capetillo, Humberto Moro “El Calesero”, Alfredo
Leal, Antonio Ordoñez, Dámaso Gómez, “El Litri” que más bien pegó un “litrazo”, Fermín Rivera a quien Agustín
Lara por el radio le dedicó un pasodoble que escribió para él y que tituló “Novillero”, así como lo está usted leyendo,
Lorenzo Garza que por esas fechas había vuelto a los ruedos, Luis Procuna,
“Joselito” Huerta, pero el poemario lo abría cual cola de pavorreal un torero apodado
simplemente “El Callao”, que decía más que todos.
Aquellos tiempos hoy no caben dentro de un IPhone o de una
Tablet, donde las sonrisas fingidas, la hipocresía desbordada, la zalamería
melcochera, los amigos que sin
haberlos conocido jamás, lo son a través del Facebook donde se mendiga una
amistas mediante una solicitud, o en el Twitter que es pasarela de quienes han aspirado a jugar al periodista juzgando una faena que se suscita a miles de
kilómetros allende los mares.
No me gusta tragar una Fiesta light, cuando a mi lo que me
gusta es el toro con edad, con bravura,
con trapío, con las cornamentas intactas y los toreros con valor, con enjundia, con arte, con
técnica, con poder, con tremendismo según sea su estilo, pero sobre todo que
sean eso, toreros, no me gusta escuchar ‘soy torero por hobby’, no me gustan las inclusiones compradas, que ¡ojo!,
son distintas a las pagadas donde al postor le venden hasta una alternativa o
confirmación, lamento decirles jovencitos que eso no es ser torero, como tampoco
lo es ser copistas, insípidos piezas de troquel o muñequitos de ventrículo que
solo los sacan de la espuerta pa’ ser usados, satisfacer caprichos o peor aún
pa’ ser ignorados por los mil aficionados que van a las plazas, más si me gusta
de la Fiesta, su cultura, su arte, sus letras, su pintura, su música, su poesía,
su nostalgia.
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