jueves, 22 de mayo de 2014

‘EL CABO’ NO VUELVE A CASA




Bitácora de su Muerte
       La cornada mortal – La ambulancia vacía – Sus últimas palabras           Ataúd de miel – Letras de epitafio
 

‘La muerte está al servicio de los toreros pa ’darle inmortalidad y gloria, como a los dioses de Roma’ palabras de José Álvarez ‘Juncal’ y por eso ya la campana del portón no sonara más jalada por la mano de Eduardo del Villar ‘El Cabo’, el torero, el forcado, el valiente, el soñador, el aventurero, el emprendedor, el líder nato con el que luchamos en la Asamblea del Distrito Federal contra los embates de los anti-taurinos y con el que le dimos forma a la idea primaria para que los grupos de forcados fueran aceptados como tales en la Asociación Nacional de Matadores,  y gozarán así de los servicios y beneficios médicos especializados los que en ocasiones son saltados a la torera por empresarios avaros e irresponsables, por ello  el Dr. Jorge Uribe predecía que mientras las autoridades permitieran que se dieran festejos sin el cumplimiento médico el riesgo persistía y se preguntaba ¿Quién va a poner al muerto?, ¡Pues los Forcados!,  ‘el hijo de ésta casa’ a la que por años trajo alegría y preocupación porque él y mi menda sabíamos que un día ya no regresaría, cuando menos con la sonrisa por buenos días y el abrazo de corazón a corazón, seguramente por ello puso en mis manos en lance de obsequio y legado su bárrete nuevo recién traído de Portugal y del bárrete que lo acompaño hasta la muerte descoció una crucecita que lo había acompañado en mil batallas taurómacas y él mismo la cosió dentro del tocado nuevo, también me trajo de Lisboa una estola de lana  con la insignia de Portugal, pero lo más importante diría yo incomparable fue que me permitió verlo como lo que fue pa’ mí, un ‘hijo’ del que tuve además el privilegio de ser de él y los Forcados Hidalguenses biógrafo’.
 











 En cualquier rincón de la casa contaba sus aventuras, soñaba sus sueños, lloraba sus frustraciones y sorteaba sus miedos a  los que a decir verdad nunca les tuvo miedo, antes de sentarse primeramente en la banquita del patio como siempre lo hacía decía;  Voy por cigarros, una  Coca… , papas y cacahuates pa’ que platiquemos a gusto, ‘Maestro Bardo’ (siempre tan educado y respetuoso’), ¿puedo tomar un yogurt del refri?, es que no desayune – ya sabes que las galletas están en la mesita, regresaba con carita de niño travieso que disfrutaba un dulce, te voy acompañar a la tiendita  - bueno pero le voy a traer su cachucha y su sweater ¿o mejor quiere su chamarra’, se metía a la casa y aparecía con las prendas en la mano, ya de regreso bien aprovisionados nos adentrábamos al ‘altar Martinista’, desde ahí se comunicaba con ‘El Castaño’, con Aldo, con ‘El Charro’  y les decía que  se vinieran, las pláticas se tornaban serias como cuando lo impulse a que volviera a retomar la escuela, aunque se daba tiempo pa ’platicar que los forcados son una hermanad y que él estaba dispuesto a dar su vida por ellos, ¡como sucedió!.
 
 
Magia la canta-autora de los toreros le compuso un huapango a los Forcados Hidalguenses que lo escucho hasta la emoción de las lágrimas, más el momento más emocionante en lo taurino lo vivimos un día que toco la campana del portón y sin más me abrazo como nunca – ¡Toreamos en La Plaza México!, las lágrimas de la emoción inundaron nuestros ojos, la pega va por usted ¿en qué barrera se sentara?  Le conteste - las barreras ni las conozco así que no se preocupen por el brindis…
 
Hace unos días me anuncio que se iba a casar, que yo firmaría el acta con mi pluma de pluma de ganso y  Magia le cantaría en lugar de la marcha nupcial  su huapango, también me dijo que   vendría por acá a degustar paella que guisaría Aldo Castellanos su compañero de andanzas forcadas  y Genoveva Sitja la chef del sabor valenciano, lo que no me dijo  que antes iría a un pueblo campechano a  que un toro de Rancho Seco llamado ‘San Isidro Labrador’ lo catapultara a ‘la inmortalidad y a la gloria’, hoy la campana del portón  gime en duelo por ‘El Cabo’ que ya no volverá a casa.
                                           BITACORA DE MUERTE


 
No debe haber una muerte sin reflexión y menos la de Eduardo del Villar Zamacona, el niño huérfano de infancia que se templó  en los fríos de la lejana Irlanda y luego  por acá abrazo el gusto por la pintura y la escultura y en lo taurino a los cinco años piso en una ceremonia  forcada el albero de la Plaza México y ahí se le encendió la flama por encarar a la muerte de frente y a cuerpo limpio, lo cual hoy con su partida revalida que la Fiesta de Toros es de sol y de sombra y también de verdad cuando a la arena salta el ‘satanás’ ese que se le apareció al ‘Cabo’ en Seybaplaya, municipio de Champotón, estado de  Campeche, donde la cornada que no fue asesina porque el toro bravo no asesina, embiste y defiende su vida porque para ello fue creado y por eso le pego un ‘tabaco’ seco, que ‘El Cabo’ recibió de pie, aguanto de pie y cumplió de pie hasta terminar la suerte suprema del rito forcado que es la ´Pega´ la que por principio no debió realizar porque no estaba en funciones de líder con su grupo de Los Forcados Hidalguenses, sino que estaba en función de bondad apoyando a un grupo ajeno, el de los poblanos, el cual fue vulnerado en el primer intento y en el segundo que menos debió ‘pegar’ ‘El Cabo’ y que lo hizo impulsado por su pasión y orgullo vino el madrazo que le abrió la puerta pa’ la transición de lo terrenal.
 
Luego cuando las circunstancias bramaban por una ambulancia equipada con médico, anestesiólogo, enfermero, camillero y por supuesto instrumental médico, tan solo se rescató de la nada un adefesio móvil vacío de no ser por un ‘choferete’, en el introdujeron el cuerpo desguanzado del forcado el cual sería trasladado al hospital más cercano que se hallaba a treinta y tantos kilómetros de distancia los cuales fueron el último paseíllo de lo que iba quedando de los veinticinco y pico  años de Eduardo del Villar cuerpo laxo al que únicamente acompañaba un forcado del grupo invitador llamado Jorge Alarcón el que  a falta de oxígeno suministro desesperadamente respiración de boca a boca y obvio no pudo ligarle las arterias al momento para detenerle el diluvio sanguíneo con cuya acción tal vez se habría podido producir el milagro de supervivencia, a carencia de ello  la herida penetrante en ingle superior y destructora de la vena iliaca como cause masivo rumbo al vientre y pecho, cavidades que segundo a segundo se le fueron abultando al tiempo que la garganta de mando con la que provocaba a los toros se fue debilitando al ritmo mortuorio de sus últimas palabras que dirigía a su samaritano ‘No me dejes, no te vayas’ y el que se iba era el  torero forcado que sostenido por su bravura por aferrarse a la vida alcanzó a llegar  a un nosocomio en San Francisco de Campeche ya fugado de la realidad en donde recibió dos descargas de electro shocks a una de las cuales reacciono y a la otra ya no la logro abanicar.
Al empresario, a las autoridades que fueron los responsables de que esto sucediera y no hablo de la cornada si no del desenlace, les digo que estoy frente al cadáver del ‘Cabo’ su rostro esta tornado de tinte cera cafetosa lechera, sus ojillos esmeraldas aturquesadas se aprecian sin esa su luminosidad tan del chaval, su sonrisa habitual se ha fugado, mas puedo percibir que sus labios susurran ‘ojala los irresponsables reflexionen sobre lo necesario de minimizar los riesgos de muerte para que paradójicamente la fiesta siga viviendo’. (y esto debería de alcanzar también la reflexión de los propios toreros y apoderados, sobre todo a los visten de luces, porque ya sé que los de la legua si no torean en esas circunstancias, tristemente hay que aceptar que no torearían en ningún otro lado, porque así es la fiesta en su esencia primaria)
-‘La libreta Bardo, no se le olvide el epitafio que siempre le pedí – ¡No! ‘Cabo’ estoy escribiendo en ella sobre tu ataúd color de miel como lo fuiste tú, con catorce chapetones dorados en forma de forca que imagino simbolizan tus medallas de guerra; ‘Aquí descansa un mártir del toreo, pero también un ser irrepetible, que antes que forcado fue un extraordinario mortal que se fue por la Puerta Grande’, ‘¡Quién dijo miedo si pa’ morir nacimos!…’ (Juan Belmonte)
 

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