Bitácora de su Muerte
La cornada mortal – La ambulancia vacía – Sus últimas
palabras Ataúd de miel – Letras de
epitafio
Magia la
canta-autora de los toreros le compuso un huapango a los Forcados Hidalguenses
que lo escucho hasta la emoción de las lágrimas, más el momento más emocionante
en lo taurino lo vivimos un día que toco la campana del portón y sin más me
abrazo como nunca – ¡Toreamos en La Plaza México!, las lágrimas de la emoción
inundaron nuestros ojos, la pega va por usted ¿en qué barrera se sentara? Le conteste - las barreras ni las conozco así
que no se preocupen por el brindis…
Hace unos días me
anuncio que se iba a casar, que yo firmaría el acta con mi pluma de pluma de
ganso y Magia le cantaría en lugar de la
marcha nupcial su huapango, también me
dijo que vendría por acá a degustar
paella que guisaría Aldo Castellanos su compañero de andanzas forcadas y Genoveva Sitja la chef del sabor valenciano,
lo que no me dijo que antes iría a un
pueblo campechano a que un toro de
Rancho Seco llamado ‘San Isidro Labrador’ lo catapultara a ‘la inmortalidad y a
la gloria’, hoy la campana del portón gime en duelo por ‘El Cabo’ que ya no volverá
a casa.
No debe haber una
muerte sin reflexión y menos la de Eduardo del Villar Zamacona, el niño
huérfano de infancia que se templó en
los fríos de la lejana Irlanda y luego por acá abrazo el gusto por la pintura y la
escultura y en lo taurino a los cinco años piso en una ceremonia forcada el albero de la Plaza México y ahí se
le encendió la flama por encarar a la muerte de frente y a cuerpo limpio, lo
cual hoy con su partida revalida que la Fiesta de Toros es de sol y de sombra y
también de verdad cuando a la arena salta el ‘satanás’ ese que se le apareció
al ‘Cabo’ en Seybaplaya, municipio de Champotón, estado de Campeche, donde la cornada que no fue asesina
porque el toro bravo no asesina, embiste y defiende su vida porque para ello
fue creado y por eso le pego un ‘tabaco’ seco, que ‘El Cabo’ recibió de pie,
aguanto de pie y cumplió de pie hasta terminar la suerte suprema del rito
forcado que es la ´Pega´ la que por principio no debió realizar porque no
estaba en funciones de líder con su grupo de Los Forcados Hidalguenses, sino
que estaba en función de bondad apoyando a un grupo ajeno, el de los poblanos,
el cual fue vulnerado en el primer intento y en el segundo que menos debió
‘pegar’ ‘El Cabo’ y que lo hizo impulsado por su pasión y orgullo vino el
madrazo que le abrió la puerta pa’ la transición de lo terrenal.
Luego cuando las
circunstancias bramaban por una ambulancia equipada con médico, anestesiólogo,
enfermero, camillero y por supuesto instrumental médico, tan solo se rescató de
la nada un adefesio móvil vacío de no ser por un ‘choferete’, en el
introdujeron el cuerpo desguanzado del forcado el cual sería trasladado al
hospital más cercano que se hallaba a treinta y tantos kilómetros de distancia
los cuales fueron el último paseíllo de lo que iba quedando de los veinticinco
y pico años de Eduardo del Villar cuerpo
laxo al que únicamente acompañaba un forcado del grupo invitador llamado Jorge
Alarcón el que a falta de oxígeno suministro
desesperadamente respiración de boca a boca y obvio no pudo ligarle las
arterias al momento para detenerle el diluvio sanguíneo con cuya acción tal vez
se habría podido producir el milagro de supervivencia, a carencia de ello la herida penetrante en ingle superior y
destructora de la vena iliaca como cause masivo rumbo al vientre y pecho,
cavidades que segundo a segundo se le fueron abultando al tiempo que la
garganta de mando con la que provocaba a los toros se fue debilitando al ritmo
mortuorio de sus últimas palabras que dirigía a su samaritano ‘No me dejes, no
te vayas’ y el que se iba era el torero
forcado que sostenido por su bravura por aferrarse a la vida alcanzó a
llegar a un nosocomio en San Francisco
de Campeche ya fugado de la realidad en donde recibió dos descargas de electro
shocks a una de las cuales reacciono y a la otra ya no la logro abanicar.
Al empresario, a las
autoridades que fueron los responsables de que esto sucediera y no hablo de la
cornada si no del desenlace, les digo que estoy frente al cadáver del ‘Cabo’ su
rostro esta tornado de tinte cera cafetosa lechera, sus ojillos esmeraldas aturquesadas se
aprecian sin esa su luminosidad tan del chaval, su sonrisa habitual se ha
fugado, mas puedo percibir que sus labios susurran ‘ojala los irresponsables
reflexionen sobre lo necesario de minimizar los riesgos de muerte para que
paradójicamente la fiesta siga viviendo’. (y esto debería de alcanzar también
la reflexión de los propios toreros y apoderados, sobre todo a los visten de
luces, porque ya sé que los de la legua si no torean en esas circunstancias,
tristemente hay que aceptar que no torearían en ningún otro lado, porque así es
la fiesta en su esencia primaria)
-‘La libreta Bardo,
no se le olvide el epitafio que siempre le pedí – ¡No! ‘Cabo’ estoy escribiendo
en ella sobre tu ataúd color de miel como lo fuiste tú, con catorce chapetones
dorados en forma de forca que imagino simbolizan tus medallas de guerra; ‘Aquí
descansa un mártir del toreo, pero también un ser irrepetible, que antes que
forcado fue un extraordinario mortal que se fue por la Puerta Grande’, ‘¡Quién
dijo miedo si pa’ morir nacimos!…’ (Juan Belmonte)
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