Bardo de la Taurina
¡Tómala Barbón! Ahora resulta que como la ‘Diosa Fortuna’ por
años y años y años le ha negado a este país la aparición de un ídolo los
hambrientos de alegorías, fantasías y también quimeras le andan cargando un
ayate de milagritos a un chaval llamado Joselito Adame, con el peligro de que
con tanto peso que le tratan de echar al lomo lo vayan a pandear y con el
incienso que en su honor están quemando nos lo pueden marear y hasta intoxicar
de vanidad y es que éste aguascalentense que se viste de alebrigue de chantilly
es trinchón pero no tanto como pa’ ser elevado a los altares de la idolatría,
cuando menos hasta ahora.
Así que vamos barajeandola más despacio antes de
descuajeringar al torero pundonoroso, batallador, valientote, emprendedor,
luchador, intrépido, soñador, impulsivo, entrón, fajador, aventurero, suertudo,
poco majo y tirándole a bajito, características éstas dos últimas que por
separado las tuvieron dos de los más grandes toreadores chingones de este lado
del charco de las últimas décadas por cierto paisanos ambos dos entre sí que no
hace falta ni mencionar sus nombres ¿pues quien no se imagina que me estoy
refiriendo a los norteños?, pero de
ellos a donde ahora anda brincoteando Adame todavía hay gran trecho.
Y que conste que con estas letras no estoy tratando de
ningunísima manera de compararlos primero porque no hay punto de semejanza
entre ellos y este no se da por que Joselito Adame está a años luz de tener el
mando, el poderío, el arte y la personalidad de Manolo Martínez, como también
está muy por arriba del toreo bullanguero, pirotécnico, efectivista que Eloy
Cavazos, le imprimía a su quehacer, así que vamos serenándonos olvidándonos de
elogios desmedidos y calificativos desarticulados que pueden equivocar al
torero y a la raza.
Y si reconocer que Joselito Adame es hoy por hoy, el torero que
va por la libre rebasando a los de aquí y sin zacatearle a los de allá y eso
tiene un mérito indiscutible como también lo tiene su estilo que es el típico
de un torero cuña hasta ahí todo bien y no pensar en un ‘boom joselitista’
porque esto nos puede hacer ‘boom’.
AÚN NO SUENA “BOOM”
Entendiendo por “boom” ese
estallido que suena cuando los acontecimientos propulsan situaciones.
Me pregunta El Bardo, si
Joselito Adame es producto del “boom madrileño”.
Mientras leía la sugerencia
del tema propuesto por el compañero y amigo, pensé en el Boom Latinoamericano
de Literatura, donde hay tan buenos aficionados a la fiesta de los toros. Más
de inmediato me ubiqué; y, amable lector, la mente me llevó de al lanzamiento que hizo “Ojitos” don Rodolfo
Gaona, en la plaza de la Puerta de Hierro, arena propiedad privada de un grupo
de aficionados, y luego en festejo formal en Tetuán de Las Victorias –ambas
plazas en Madrid - ante aquel novillo,
berrendo aparejado del sevillano Basilio
Peñalver. Un hecho, un acontecimiento, que metió al torero de América en
el firmamento taurino español.
Más tarde ocurrieron
acontecimientos en la plaza La Carretera de Aragón, la plaza grande de los
toros de Madrid, cuando El Soldado y Lorenzo Garza escribieron un mano a mano
forzado por un lamentable acontecimiento ocurrido a Cecilio Barral, que les
dejó solos a los mexicanos con la novillada de Gamero Cívico – entonces se
corrían los novillos con divisa de Torres Abad.
Lorenzo y El Soldado,
enconados rivales, cortaron orejas, rabos, repitieron hasta en cinco
oportunidades en aquel Madrid de exigente afición y de mucha historia, de
grandes novilleros y de matadores de toros de cartel. Luis y Lorenzo, siempre
como figuras del toreo desde aquella tarde de julio del año 1934 cuando se
calentaban las calderas de la Guerra Civil en la península española.
Aquello sí fue un verdadero
“boom”, para el toreo mexicano. Mismo que se prolongó hasta la conspiración del
Boicot del Miedo, en la que el “chivo expiatorio” sería “Armillita Chico”,
según contó la historia oficial de la época. Hoy, una gran investigación
realizada por José Carlos Arévalo, que hizo con motivo del centenario del
Maestro de Maestros, el genial Fermín Espinosa.
Arévalo nos cuenta con detalle detectivesco que fueron las causas
empresariales, de taurinos radicados en México las que encendieron a los girondinos
del toreo. Empresarios y apoderados de toreros españoles que vieron en el mensaje de Armillita y de los
mexicanos en España las banderas del jacobinismo de una revolución liderada por
Fermín el Sabio.
Más tarde un triunfo en
Madrid impulsaría a Carlos Arruza a los cielos del toreo. Un verdadero ciclón,
cual cohete del modernismo, en épocas del atormentado senequismo post bélico
del cordobés de Manuel Rodríguez “Manolete”.
Los triunfos de Arruza
estrenaron en España un estilo, hincharon el velamen de una nave plena de
mensajes americanos, hasta la aparición en ese intrincado firmamento sobre el
Mediterráneo del caribeño César Girón.
El venezolano Girón se hizo
de Madrid, no una tarde sino muchas temporadas sembradas de gestas y de gestos.
Sus éxitos, sus triunfos inobjetables, fueron los motores propulsores del boom
del toreo americano. No uno, fueron dos los girones entre cuatro espadas los
que izaron una bandera en Las Ventas de Madrid para que el tricolor venezolano
ondeara sobre Madrid. César y Curro, los dos explotaron con el boom del Madrid
consagratorio.
Hasta que apareció cual flor
en las arenas del desierto, gracias a las circunstancias, un grandioso torero
colombiano. César Rincón, bogotano de escasa talla y de corazón gigante. Rincón
se convirtió en un acaparador de “puertas grandes” y fue él quien encarnó el
último boom de los toreros americanos.
Hasta hoy que se habla del
“boom” de los mexicanos.
Por mi parte creo se
exagera, sin quitarle méritos a Adame, Silveti y Saldívar que son los que han
salido mejor parados en este duro, difícil y muy glorioso compromiso que el de
poner a México en el lugar que le corresponde por su afición, sus toros y sus
toreros y por lo mucho que significa como Escuela Taurina americana.
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