Ahora sí, que le
digo a Doña Macuca, métase por sus propios remos a su cantón del Callejón del
Cuajo, antes de que le pongan una camisa de fuerza y se la jalen pa’ la
Castañeda, por andar comparando al de Puebla del Río, andaluz y español por ende, con el
aguascalentense. Y es que sin
chauvinismo o locura ¿Qué tiene que ver un toreador con el otro?, muchísimo
menos tiene similitud la faena que esculpió José Antonio Morante, con la que hizo José Guadalupe Adame, ¡Sí! ya sé que
ambas fueron premiadas con dos orejas ¿y eso que? decir que aunque hubo similitudes
en algunas cosas como lo fueron el que ambas las realizaron dentro de lo que la
empresa llamo temáticamente la Feria Guadalupana (por cierto ¿que se disputaron?, ¿quién fue la
reina de la feria?) que ambas
ejecutorias se realizaron ante toros de la dehesa, hoy revaluada de Teófilo
Gómez y que igual el toro ‘Peregrino’ de uno y ‘Mexicano’ de otro, fueron
arrastrados como tráfico guadalupano merodeando la basílica, Virgencita danos coherencia y sensatez,
porque si le rascamos nos encontraremos
con varios hechos que terminarían desarrollando piedras en el hígado de algunos
guadalupanos, comenzando por recordarles que la obra inmensaaaaaaaa que dio a
luz, el maestro de la luz Morante de la Puebla, para muchísimos aficionados fue
tan solo reconocida con dos peludas, cuando pa’ todos debió de haber sido
galardonada con la cola, la pata y las criadillas premiación que por cierto ya
ha sucedido en un albero, esto no se dio por dos causas, la primera que el juez
Jesús Morales se vio iluminado por la sobriedad o que con el estallido
sobrenatural, simplemente se trabo y ya no pudo sacar el pañuelillo de color
verde, acción esta que por cierto ante los micrófonos fue minimizada por el
genio español, mientras que la otra faena la de Joselito Adame, fue valorada
exactamente al revés por el criterio del juez Enrique Braun, es decir; una
faenilla, la magnificó.
Pero como esta columna, a como se puede, trata
de brindar tema de conversación, pues por ello decir, que después del
cataclismo que se vivió en la Plaza México, el domingo pasado, inmediamente
fenecido el festejo, el presidente de la Comisión Taurina de la Ciudad de México,
y el coordinador taurino de la delegación Benito Juárez, de quienes de alguna
manera depende el panel de jueces, los debieron de haber citado a todos juntos
con sus asesores y hablar claramente sobre lo que había sucedido y que no fue
cosa menor, pues Morante de la Puebla acababa de partir el toreo, en antes y
después y por consecuencia debieron de dialogar hasta ponerse de acuerdo en
cuál sería el criterio de valorización a partir del tiempo presente, pues se
veía que después del faenón morantiano, dos orejas deberán de otorgarse solo en
casos extraordinarios, lo cual además está muy bien, pues con ello se le
estaría devolviendo a la Plaza México la
seriedad que nunca debió de haber perdido y como esto no se hizo a tiempo, a
las veinticuatro horas ya se estaba presentando una inconformidad que se
seguirá presentando durante toda la temporada, a excepción de las obras muy
excepcionales y es que la comparación será por secula seaculorum y ¿cómo no lo
va hacer? si ya estamos transitando por la época morantista.
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