El domingo de
atrasito en la feria de San Marcos, la que musicalmente un chileno Juan S.
Garrido la vistió de popularidad. Don Juan Pedro Barroso flamante criador de toros de lidia que es una
especialización que va mucho más allá de
ser ganadero, mandó una corrida de toros,
que no de búfalos ni de cabezas espanta lidiadores, lo que sí en esencia y en
balance, era un encierro que va a marcar diferencia con los que salgan y con
los que han salido años atrás, la aseveración no cuesta trabajo, pues el
respaldo es contundente dado las turbinas que traían pa’ que despegaran los
toreadores a los cuernos de la luna, los toros de la sangre emblemática, unos
más y otros mucho, fueron VIP como el lidiado en tercer sitio por el peruano Andrés
Roca Rey, ‘Bable’ un toro bien cortado, casta
y bravura en las credenciales y diploma en la academia del torero para
el grado que cursa y cuando se da alimón el éxito entre toro y torero la sociedad
se reparte a tostón, lo que es mucho por donde se le quiera ver, a Diego
Silveti le salió la bravura del segundo ‘Cudillero’ que traía una lectura pa’
la partitura que pedía leer abajo pa’
poder subir pa’ arriba, que es donde estaban las orejas que eran de oro
y se hicieron de carnicería, le salió en
quinto lugar ‘Tío Julio’ muy bien ayudado en su ropaje, largo, franco, que debió
de haber sido exigido hasta que el de la dinastía hubiera cincelado su nombre
con letras inolvidables, lo que no todos dicen sucedió y no
olvidemos el primero de la tarde de
Arturo Saldívar, ‘Sidrero’, claro y con emoción que buscaba le sacaran la bravura a relucir, aquí queda
esto como una constancia a Jaral de Peñas, por un encierro que traía unas ocho
orejas y algunos rabos listos para irse al taxidermista y eso sí es digno de
resaltarse y por ello lo hemos hecho amén de que uno de sus toros en
representación de todos, se adjudicó la encomienda de regresar indultado a la ganadería
a platicar el triunfo.
Un indulto es algo
muy serio y no exento de polémica y lo es, porque lleva implícito muchas cosas,
que van desde el buen juicio del juez que dio el veredicto, sobre él casi
siempre cae un rosario de sospechosismo, de porque lo hizo, la posibilidades
son múltiples, empezando por la más natural que lo debería de ser en orden de
importancia; que el toro se lo merecía, saltando a que el juez se dejó
presionar o por el público o por el empresario, lo que a su vez llega hasta a
considerar el interés que el ganadero tiene de conservar ese toro, para
mandarlo a padrear y la decisión u opinión del matador en turno la cual también
trae implícita varias variantes que puedo pensar arrancan en que el torero no
se sienta confiado con la espada y no quiera echar a perder la faena,
arriesgando que el acero le juegue una mala pasada, aunque esto implica que
salvo muy contados casos, el triunfo sea compartido en la misma proporción por
el toro y el torero y aquí continúan las disyuntivas y la respuesta o postura a
ésta situación, mi punto de vista, va en el sentido de que los toreros van o
apuestan mayoritariamente por bailar el vals en pareja antes de correr el
riesgo, que va implícito, me voy hacer una pregunta o varias en voz alta, que
pueden resultar incomodas, ¿están los toreros capacitados como pa’ juzgar qué
toro merece el indulto? Y va otra ¿le interesa a los matadores conservar la
vida de un toro? Lo cual implica como ya se dijo de alguna manera, quitarse el
dulce de la boca o compartirlo, yo creo que no, pero también creo que ya no
existen esos toreadores tan sobrados de sí mismos poseedores de un celo que no les permita compartir el triunfo
y que a la vez sean capaces de dar el paso a la gloria, al águila o sol
jugándose el todo por el todo a un volapié como lo haría un estoqueador cañón como lo fue Antonio Lomelín,
sin dejar de considerar que provoque el enojo del ganadero y en los días de su
vida vuelva a ver un pitón de ese hierro ¿verdad que un indulto es algo serio?
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