En los medios de
comunicación taurinos parecería ser que el grueso del mundillo, que aunque no son
periodistas aunque crean que sí, como que no se han enterado por la situación
repetitiva que está atravesando el
gremio en lo general, aberraciones repudiables que no son nuevas pero que no
por ello se deben dejar pasar y por respeto, solidaridad y justicia con los caídos
en el cobro de las balas asesinas, debe dárseles vigencia luctuosa y vergüenza
nacional, máxime que los periodistas que han venido cayendo ha sido como
resultado que su tinta y su voz traían
la carga de la verdad y la denuncia, esa que taladra las vísceras de los buitres y que en estos
tiempos y también en otros no perdona que las barrabasadas salgan a la luz y es
que como las cabras tienden al monte, la
condición humana en su estado putrefacto tarde o temprano de una forma o de
otra tiende a la barbarie, ser periodista implica cargar un tambache de riesgos
que hay que decirlo muchas veces proviene por saber demasiado y no callar,
brotan por las atribuciones que creen merecer o tener derecho quienes son padrotes de la impunidad y asesinos obsesivos
pero que se sienten todopoderosos y por
ello no complacerlos, contradecirlos o exhibirlos, es destapar la alcantarilla
de su ira.
En el medio de los
cuernos que no son de chivo, afortunadamente, la calidad de la gente no admite
ni siquiera comparación con el infierno del Señor de los cielos, o de la Señora
acero ¡nada absolutamente que ver! y como además aquí la moneda tiene dos caras,
la sólida y la de grenetina, pues los castigos que no llegan a venganzas son
igual de blandengues, siendo los más comunes; no hacerse merecedor a los
boletines informativos, que no lo inviten a las conferencias de prensa donde la
recompensa, si bien les va a los que van, es un escuálido bocadillo, un
refresco o una copita de vino de ese que
viene en envase de tetra–pack, lo cual hay que agradecer con elocuencia, siguen
las acreditaciones esas que dan mucho
caché lucirlas en el pecho y que a unos
les viene de dulce como de dulce son sus letras, a esas personas desde luego no
se les puede considerar periodistas, pues un principio y hasta condición básica
del periodismo es la libertad de criterios y si de esto se adolece tapándose
los ojos con una venda o aventando incienso o simplemente
aplaudiendo como focas por
conveniencia, siempre alineados, siempre
sumisos y por supuesto que no me estoy
refiriendo a quienes reciben los salvo conductos por parte de sus medios los
pesados, pues es claro que ellos vienen
a cumplir con un trabajo encomendado del que aquí no estamos cuestionando la
calidad con que se ejerce.
Quienes han caído en
el ejercicio de su deber que es el mandato de su vocación y más aún la línea
que han seguido, no necesariamente ha sido la dura sino la de la verdad, con
sus vidas ahora sin vida, nos han refrescado que esto es serio y que estamos
muy lejos de vivir en un país libre, ese se lo empezó a tragar la ley mordaza
desde la época de los hermanos Serdán, podría ser infructuoso lanzar un ¡Basta!
porque los reclamos a voz alzada jamás se han escuchado en el desierto, aunque
nos digan que si se los oyen, pero no por ello se debe dejar de elevar la voz, sabemos que muy poquititos tienen trincheras sólidas
sabemos que hay quienes gritan pero sus letras y su voz se escuchan menos que
un susurro en la regadera ¡Ni modo! en este privilegio del periodismo
contaditos son los elegidos, por ello entrego mi respeto a quienes nos informan a
sabiendas de que ser periodistas es un privilegio pero también un riesgo latente de que a uno lo
metan en un catafalco por abrir el pico.
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