Bardo de la Taurina
‘MADRID’
Pasodoble
de la autoría de Agustín Lara
Madrileña
de ojazos morunos
que se
despertaron al beso del sol,
entre
varas de nardos, a mí, los Madriles
me
hicieron la reina del suelo español.
Madrid,
manojito de claveles,
Madrid, la
fuente de la Cibeles;
A ti, la
Macarena cobijo con su manto,
Por ti,
supo la copla derramar su llanto.
Madrid,
pedacito de mi vida;
cañí,
Manolito Bienvenida;
Madrid, un
capote de paseo,
Villa y
Corte del jaleo,
Tierra
donde yo nací.
¡Señores,
esto es Madrid!
Y bueno si el
maestro Agustín que también fue azteca y español, jarocho y madrileño dice ¡Señores,
esto es Madrid!, es porque Madrid es ¡Madrid! el que da y quita con sus comentarios como los que rodaron por la
Gran Vía después de que Joselito Adame
pasaportara los del apechugón de su tercera aparición por la plaza
venteña en la cual en síntesis no le pico en el anzuelo ninguna de las doce orejas
y los seis rabos que de una o de otra manera, medida o cantidad tuvo la
oportunidad de embuchacares, lo que nos
da a pensar que algo o mucho falto.
Lo que no falto y hasta sobro fue efusividad
entre quienes cobijan a ultranza con el ayate de Juan Diego al de Aguascalientes, lo cual pienso
sucede, más por optimismo que por otra
cosa, y por ello vuelvo a reiterar que
al innegable y aplaudible caudal de entusiasmo,
pundonor, enjundia y valor del paisano
desde siempre les ha faltado completar el menú, se le sumen tres dotaciones, dos de ellas indispensables
como lo son la técnica en grado de maestría y el arte sublime y la tercera pues
es discutible o hasta de gustos que lo es la personalidad avasalladora sin las
cuales allá y acá no se puede firmar como figura del toreo poderoso y artístico,
pues aunque le endilguen sus administradores, apoderados, publirrelacionistas, inciensadores,
comercializadores, propagandistas eso de
‘El Torero de México’, slogan por cierto al que le deberían de agregar la
palabras ‘Bis’ o Segundo porque ese
título la afición, el pueblo, las masas se lo otorgaron en la década de los
años treinta del siglo pasado a Alberto Balderas, y volviendo a las características de Adame recalcar que hasta
este momento y por lo que ha mostrado es un torero de primer nivel en la línea
de los ‘Toreros Cuña’, lo cual es muy honroso, justo y digno de reconocérsele
con creces, pero de eso a lo otro hay una diferencia ¿de qué tamaño? da igual,
al bizcocho, bizcocho y al tinto, tinto.
Víctor José López “El Vito”
En el desafío
personal que tuvieron en sus días de enconada rivalidad Manolo Martínez y Eloy
Cavazos, el punto logrado por el de La Villa de Guadalupe al abrir la Puerta
Grande en Las Ventas hace cosa de 40 años, le dio ventaja a Eloy sobre el de
Monterrey. Manolo se quedó con las ganas, y aunque cortó una oreja no llegó a
ser torero para Madrid, mucho menos de Madrid.
Y es que los goles
en Madrid para el marketing de los toreros tienen muchos más puntos.
En Madrid ocurre
siempre aquello de “lo importante no es
que triunfes y cortes las orejas, lo que trasciende es que las cortes en un
sitio, un día y ante personas de importancia”
Y eso es lo que
ocurre en Las Ventas de Madrid, por eso aquello que “da y quita”, a pesar de la intransigencia de sus tendidos, la
dureza que a veces se convierte en chaladura, fuera de criterio y llena de
complejos.
Pero, Madrid es
Madrid.
Un gran torero,
mejor amigo, ha sido Curro Vázquez. Torero de Madrid es, porque fue Madrid la plaza
que confirmó lo que Rafael Sánchez “El Pipo” pregonaba cuando vendía las
virtudes del rubio torero de Linares.
Me refiero al Curro Vázquez, torero de grandes
tardes en Las Ventas, le recuerdo en la casa del amigo una cabeza de un toro de
Alcurrucen. Es la única que guarda el maestro que ha sido autor de muchas
faenas inconmensurables. Es la de Monjito de Alcurrucen. El gran toro que le
convirtió en torero de Madrid, una jerarquía que pocos en la historia han
ostentado, como con respeto le han considerado los aficionados de la
Monumental.
Curro toreó aquella
tarde en Las ventas con Paco Ojeda y Finito de Córdoba. Una tarde en la que el
entoldado y plomizo cielo madrileño presagiaba suspensión, por el temporal que
azotaba Madrid con la inclemencia de la lluvia. Fue Curro Vázquez quien
convenció a sus compañeros de hacer el paseíllo. Sentía el artista la musa de
la genialidad a su vera.
Curro Vázquez gusta
de relatar cómo pasó aquella noche del 19 de mayo de1994. No durmió luego de la
corrida, amaneció el 20 en una cafetería de la Alameda de Osuna, barrio donde
vivía con estrechez y muchas ilusiones. Aquella mañana esperó hasta que
llegaran los diarios de la mañana. Cuando leyó las crónicas sintió que había
abierto el cielo de Madrid, como de la crónica de Barquerito, que sentenciaba
que “Curro Vázquez había llevado la tauromaquia
a un estrado sublime”.
Javier Millán,
insobornable escritor y quien jamás regaló halagos, impactado por el torero de
Linares escribió en “El Mundo” que “Aguanta
lo indecible en el pase de pecho: un escalofrío. Y un clamor. Los naturales que
siguieron no se verán en esta feria. Dos tandas, dos. Y un desplante para que
los esculpa el escultor que no ha nacido. No se verán esos naturales que son,
como todo en el toreo, fugaces, efímeros, fuera del tiempo…”
Acá, en el remate de
la reseña, se equivocó Millán, pues aquella faena precisamente ha crecido en el
tiempo, como creció la magistratura de Curro Vázquez, torero de Madrid.
Es que Madrid, es mucho Madrid, y con el paso
del tiempo Eloy Cavazos le da la razón a esta sentencia de los aficionados de
Las Ventas.
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