Bardo
de la Taurina
En México al saldo rojo mayoritario con que se califica el
ejercicio que ejercen o más bien, que dejan de ejercer no los jueces serios y
éticos, sino los otros… jueces que tienen la obligación de aplicar los
ordenamientos que marcan los Reglamentos Taurinos vigentes de la república y
que en multitudinarias ocasiones son vulnerados ante las narices o con el
consentimiento de los usías.
Fallas o violaciones que
comienzan por el imperdonable desconocimiento de leyes o normas vigentes y
aplicables a la materia o cuando menos eso dan a entender algunos usurpadores o
cabezas duras a los que no les entran las letras regidoras, otro de los
aspectos que llevan a que se registren anomalías es el cómo entienden y aplican
la acción llamada criterio y la otra problemática pues lo es el ‘pelelismo’.
Pero vayamos a las causas reales o supuestas que originan estas
conductas y que se puede resumir a que más allá del conocimiento recaen en el
hecho de que los señores de los palcos están quedando bien con alguien (es) o
pa’ decirlo más claro que están actuando por ordenanza o temor a las fracciones
del poder, que no lo es como lo debiera ser el público.
Esto se refleja en dos circunstancias muy visibles, la primera
es el aprobar, permitir, tolerar que se lidien animales mallugando los
principio básicos, elementales y hasta de naturalidad los que hasta un chalado
entiende y es que los becerros son para ser lidiados en becerradas, los
novillos en novilladas y los toros en corridas de toros desde luego si es
posible rebosantes de trapío y sino cuando menos con solvencia.
El otro aspecto donde cojean los ‘jueces’ es en el manirroteo
que los lleva a despilfarrar las orejas y las colas, lo cual también da que
pensar ¿O a poco los ‘jueces Titanic’ piensan que el público se traga aquello
que dice el pasodoble del maestro Agustín Lara ‘El Cordobés’? “Cordobés,
Cordobés, con cuatro o cinco trapazos y dos o tres muletazos acabaste con el
juez”.
Ante esto aficionados levantemos la voz, ejerzamos el derecho e iniciemos
un movimiento en pro de instalar la obligatoriedad del REFRENDUM TAURINO de las
autoridad, esto en el supuesto caso que efectivamente los jueces sean autoridad,
porque parecería ser que esa honrosa responsabilidad, la honran solo unos
cuantos.
AUTORIDAD EN PLAZA
Víctor José López EL VITO
En algunos países, como ocurre en México, los llaman Jueces de
Plaza”, en otros como en España son Delegados de la Autoridad y, en Venezuela,
los distinguimos como Presidentes de la Comisión Taurina.
Son ciudadanos ejemplares, entendidos aficionados y personas de
recto proceder ante circunstancias confusas donde debe regir el menos común de
los sentidos, el sentido común.
Joel Marín, gran aficionado, hombre de envidiable cultura
universal y de profundo criterio taurino que me distinguió con su amistad. El
“doctor” fue el primero de muchos grandes aficionados que he conocido en la
vida, muy en especial en ese entrañable México que se me va de las manos junto
a los más queridos amigos. Ya no ejercía Joel como Juez de la Plaza, cuando una
tarde en Caracas, anunciado Luis Procuna en el Nuevo Circo nació una bonita
amistad de años, regada en casa de Silverio Pérez y con algunas reuniones con
Joaquín Rodríguez “Cagancho”, el maestro César Faraco, el distinguido
aficionado Rafael García, padre del matador de toros y amigo Rafael García de
La Querencia, y en las tertulias con el grandioso relator taurino Paco
Malgesto.
Amigo y admirador de Rodolfo Gaona, Balderista, Garcista,
Silverista, ninguno de estos “istas” influyó ni un gramo para inclinar la
balanza de su justo proceder hacia o en contra de ningún torero. Su paso por la
fiesta fue muy positivo, comentaba en días pasados con el gran aficionado Lalo Azcue.
Hombre de anécdotas famosas que el matador Azcué relata con el afecto del amigo
que se admira, porque el doctor Marín no se ha ido de la fiesta, hasta que
tenga un lugar en los corazones de quienes le conocimos.
En Venezuela mi muy especial reconocimiento al doctor Luis
Ernesto Navarro, entre los muchos y muy justos Presidentes de Comisiones
Taurinas que hemos conocido. Tiene en su haber el doctor Navarro el haber
exaltado la Plaza de Caracas a primera plaza de la República, más por su justa
exigencia que por injusta severidad.
Juan Lamarca es mi ejemplo en España, Delegado de la Autoridad
en la Monumental Plaza de toros de Las Ventas de Madrid durante 21 temporadas de manera ininterrumpidas. Desde
1976 hasta 1984 como Delegado del entonces presidente de Las Ventas Juan del
Río. Como aficionado de calle, ya retirado el Palco de la Autoridad en Las
Ventas del Espíritu Santo, este muy apreciado amigo y taurino de sensibilidad y
vasto conocimientos entrega su vida a la fiesta dirigiendo el Círculo Taurino
de Amigos de la Dinastía Bienvenida, y editando el blog Del Toro al infinito.
Traigo a la nota estas tres administraciones de Justicia
Taurina, porque encarnan lo que realmente se trata de un Juez, un Presidente o
un Delegado de la Autoridad. La exigencia para lograrlo es tan sencilla que se
convierte en muy complicada.
La Autoridad Taurina, su función, no es otra que la de defender
los intereses y los derechos del público aficionado. ¿Y cómo ha de lograrlo?
Sencillamente ciñéndose al Reglamento Taurino Vigente.. Los tres lo hicieron,
ninguno recurrió al nefasto protagonismo y mucho menos al abuso de la autoridad.
Más bien hemos sido sus amigos los que de los tres hemos abusado de su
ecuanimidad como aficionados en nuestras funciones de informador crítico de la
fiesta.
Es la terna, mi terna Bardo de la Taurina, que me permito
contratar para lidiar la corrida que me invitas compartir en estas páginas.
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