CAMINO DE
SABIDURÍA
Bardo de la Taurina
Ahí está, es el maestro Paco Camino, irradiando señorío de su cárdena corona a la lustrosidad del calzado cual zapatilla torera en tarde de toros, fino casimir azul naviero que entalla su cinturilla siempre torera a la que hoy faja no con seda pero sí con emblemático cinto que lleva los colores de su España, camisa confeccionada en el más puro de los algodones tintada en verde Macarena, cubierta con casaca de seda cortada a mano en blanco, donde resaltan los ojales azul cielo y por sobre ellos el de la solapa izquierda que nos recuerda sus naturales tan naturales, y donde pende el fistol de oro puro que delinea el hierro de su ganadería. De la mano de cobrar refulgente por el oro y el buen gusto denota una joya que cada segundo le da la hora exacta envuelta en ese aroma a esencia cara, que se adivina afrancesada. Qué manera de proyectarse, qué gran porte lucía en la plaza y qué gran percha guarda ahora fuera de ella donde en esencia es el mismo, sólo que con la pátina del tiempo que va de aquel ‘Niño Sabio’ al ‘Camino de Sabiduría’.
Es
hombre a estas alturas de su vida o, más propiamente, en la elevación de su
trono, sin discusión el número uno de los que hayan vestido el terno de seda y
luces que gocen de la vida terrenal y desde luego sus hazañas le dan
holgadamente para ser considerado dentro de la quintilla de los más grandes de
toda la historia del toreo, tal cual fidedignamente quedó plasmado en el mural
monumental alusivo al hecho y pintado recientemente por el artista de los
pinceles el maestro Francisco Álvarez Benítez, quién en acto de mano a mano
artístico, entregó al torero de Camas, Sevilla, Andalucía, la réplica a escala
del mismo, así que este hombre no requiere de panegíricos como tampoco de
lances de cursilería pa’ empezar a charlar de su tema obligado.
De entrada
asevera que al toreo mexicano le está faltando un ídolo, que se requiere con
urgencia y cuando menos dos o tres chavales en las filas novilleriles y en las
de alternativas que verdaderamente interesen pues sólo ellos van a llevar o más
bien a devolver a los aficionados a las plazas. En el toreo tienen que existir
figuras y coletas de primera línea y
pone énfasis: “en mis tiempos me tocaron Antonio Ordoñez y Luis Miguel
Dominguín, luego con Diego Puerta y ‘El
Cordobés’ nos peleábamos las palmas en todas las plazas y más en Madrid
donde, aun siendo figuras, durante la Feria de San Isidro estábamos a las vivas
para clavarnos en la primera sustitución que se diera. Hoy, ¡qué va! Algunas de
las figuras incluyendo a los de primera línea no quieren torear más de una
tarde en la capital del toreo mundial”. Y con su seseo andaluz se pregunta y se
contesta: ¿Hace cuánto que Enrique Ponce o Juli no torean en Madrid? Hace varios años, y sin referirme a
ellos, muchos toreros no lo hacen porque no tienen celo, ambición, pasión,
porque no defienden con las garras su lugar.
Camino abunda
sobre el tema: “ahora los toreros para ir a cualquier plaza incluyendo
sobretodo las importantes se ponen pesados y empiezan a exigir, primero el
dinero, luego la fecha, luego que les garanticen fechas en otras plazas, luego
el ganado de determinado hierro, luego los alternantes, luego quién sabe que más,
cuando ellos están pa’ darse, pa’ pelear, pa’ brindarse, no pa’ ir comoditos, ¡qué
fácil! Con todo asegurado, garantizado para triunfar. Aquí el de la pluma le
comenta: lo peor de todo es que luego les sale el toro y no andan de vena, no
se arriman, no devengan, no se entregan y dejan pasar la tarde sabiendo que
tienen otra comprometida con la misma empresa. ¿Y la dignidad, la enjundia, el
profesionalismo, la verdad, el orgullo, dónde quedan?
El maestro
vuelve a embestir: “en mi época aparte de los figurones había cuando menos diez toreros de primera
línea de esos que vienen detrás de las figuras como: Antonio Bienvenida,
Santiago Martin ‘El Viti’, Juan García ‘Mondeño’, Cesar Girón, Fermín Murillo,
Miguel Mateo ‘Miguelin’, ‘Palmeño’, ‘Pedrés’, y dice que por ahí se escapan
algunos y otros de los citados terminaron como figuras. Hoy día hay toreros importantes
o interesantes como ‘Morante de la Puebla’, José María ‘Manzanares’, Alejandro
Talavante.
El maestro hace
una pausa y de su garganta no sale el nombre de José Tomás, quizá porque con la
poca actividad del galapagueño y su misteriosa vida no se sabe si está o no
está en activo, va con los mexicanos y recuerda que alternó con Manolo Martínez,
con quién sostuvo épicos y naturales manos a manos, sobre todo en la Santa
María de Querétaro, a la que llamaban ‘La Santa María de Camino’, y con Manuel
Capetillo, Joselito Huerta, Alfredo Leal, Jaime Rangel, Raúl García, Raúl
Contreras ‘Finito’ y otros más, “bueno con todos los que tenían categoría pa’
alternar y de los mexicanos de hoy Joselito Adame, que pisa fuerte, porque
desde chaval se ha hecho en la guerra española”.
--Hoy los nuevos
chavales y los ya no tanto, ni parecen toreros, hay que peguntarles ¿y ‘usté’,
a qué se dedica? Si hoy les da por andar de pants, mechudos, con barbas raídas,
que porque así andan José Tomas y Morante. ¿Y torearán como ellos?, ¿tienen el
valor de ellos?, ¿el arte de ellos? ¡Pamplinas, pura imitación! Lo mismo pasa
en la música, donde la elegancia en el vestir se fue de los escenarios y se
presentan ante el público como si fueran al mercado, no tienen sello, en ‘toa’
las actividades, por eso los de antes fueron grandes, porque derrochaban clase,
presencia, Personalidad con mayúscula. Hoy a los toreros los hacen en serie, como
producción y por eso torean igual, repetidos sin personalidad y no les aflora
el estilo, y esto se debe en mucho a que las escuelas andan al ai se va. Cómo
será la cosa que en las escuelas un banderillero ‘enseña’ a quien va a ser
matador. Eso es imposible, está mal, no debe de ser, no puede ser, es ilógico
¿Dónde queda la jerarquía que desde siempre se debe tener? Las figuras deben
enseñar a los de primera y así pa’ abajo, pero siempre los toreros con los
toreros y las cuadrillas con las cuadrillas.
--Hoy en España –añade
Paco-- hay novilleros interesantes, con arte y técnica y hasta cultura, pues en
esto si a los catorce o quince no anda uno en la guerra, a los dieciocho no se
está consolidado como puntero de la novillería y a los veintidós de primera
línea o figura de alternativa, a dedicarse a otra cosa. Allá esos chavales
torean novillos que aquí en México tranquilamente los pasan como corridas de
toros, más claridad ni en el amanecer, y por eso es que en gran parte la gente
se ha alejado de las plazas como sucedió el domingo de inicio de la temporada. Y
es que en la Fiesta Brava --dice Camino convencido-- el que debe mandar es el
aficionado, los toreros estamos pa’ servirles Porque ¿quién es el que paga? ¡El
aficionado!, y a él es a quien hay que respetar, responderle, ellos son los del
parné, el día que el aficionado deje de pagar la fiesta se va a acabar ¿Quién
la va a costear?, ¿Con qué dinero?
--Ahora --abunda
el maestro-- se tiene que estar preparado, se tiene que estar toreado, fogueado
y mentalizado con lo que es un toro en la plaza, que es muy distinto a torear
un toro en las capeas o en la ganaderías, sentir el rigor de la lucha en el
ruedo con el toro, con los alternantes con el público que exige por lo que
paga, por ello los toreros deben llegar a los cosos a dar lo mejor, a
entregarse, a demostrar que están capacitados taurina y mentalmente. Y agrega: no
se puede llegar a una plaza como la de Madrid, la Maestranza de Sevilla, la de
Bilbao y aquí la Plaza México, con menos de cuarenta festejos toreados.
--Los carteles --afirma
Camino-- hay que confeccionarlos con toreros que interesen a la afición y no se
debe caer en eso tan dañino que es el que las empresas coloquen o acartelen a
toreros por el simple hecho de que ellas mismas los apoderan, o porque lo hace
el hijo del empresario, el compadre o alguien muy allegado a la empresa, porque
entonces lo que se está programando es a un influyente sin méritos, y bueno, está
ahí porque lo imponen pero sale el toro y pone a cada quien en su lugar y
cuando un lugar no se ha ganado frente al toro pudiéndole, toreándole, nunca
nadie se va a poder sostener por más festejos que le den.
--¿En su época
Enrique Ponce y Julián López ‘El Juli’ hubieran sido primeras figuras?
--Eran otras
épocas, se toreaba distinto --dice convencido el torero mayúsculo que siendo un
chamaco volvió loco al Toreo de Cuatro Caminos la tarde de los berrendos de
Santo Domingo y que pasó a ser de ‘Cinco Caminos’--. Ahora se torea más práctico,
en aquellas fechas éramos mucho más clásicos, se toreaba con más arte. En la llamada época de oro del toreo mexicano había
mucha majestuosidad, grandeza, verdad. Y de sobre la mesa toma el libro de su
propiedad Silverio Pérez, diamante del
redondel, en el cual de puño y letra del autor se lee: “Maestro Don Paco, no soy creyente pero mis letras van pa’
un dios”. Busca sin prisas una página y al encontrarla se detiene y detiene el
tiempo, la soba con la mirada, la goza, la disfruta, la admira. Se trata de una
fotografía donde se aprecia al Compadre Silverio bordando auténticamente un
derechazo, profundizando con el compás abierto, toreando sobre los riñones,
arqueado como sólo él lo sabía hacer, con esa postura de su brazo tan suya, y
subraya con entusiasmo: lleva al toro metido, bien embarcadito en la puritita panza de la muleta, por el
centro, sin trucos, toreándolo de verdad. Así, hace muchas décadas que no se ha
visto torear --y remata-- ni se verá.
Camino no se va de la nostalgia, se le adivina
en su mirar y se le percibe en su tono de voz que por ahí anda a gusto, pues
sin duda se le viene a su memoria que ya va pa’ los 73 años los que dice cumplirá
antes de que muera el 2013. “Conocí a Silverio Pérez. Me lo presentaron mi
amigo Antonio Ariza padre y su hermano Pepe, que eran unos tíos, eso fue en
Texcoco Nunca toreé en la tierra del poeta
Netzahualcóyotl. No sé por qué, eran cosas del apoderado. Qué gran hombre
Silverio, de un sentimiento desbordado que por auténtico le llegaba a todo el mundo,
un ídolo sin duda, y qué tan grande, querido y admirado que Agustín Lara se
inspiró en él para componerle su inmortal pasodoble, un himno. Al maestro Lara
lo conocí creo que fue a través del ganadero de El Rocío, ¡qué tío! Agustín tan
señor, tan erguido, tan pulcro, tan fino, nos seguimos tratando cada vez que
hubo oportunidad y siempre que oigo su
música me vuelve su memoria.
El maestro
vuelve a hojear el libro silveriano. De repente su cara se ilumina al toparse
con Garza. “¡Qué personalidad!”, es su expresión inmediata, igual que la
cascada de elogios a ese torero tan regio en todos sentidos, Lorenzo ‘El Magnífico’.
El visitante español está a sus anchas y se da tiempo para ordenar fechas y
datos en su memoria, que ahora ubica en
los años 61 y 64 del siglo que ya se fue cuando dice: “Fueron los primeros años
que vine a México y me hospedaba en el desaparecido Hotel Presidente de la Zona
Rosa, de César Balsa, quien una mañana me dijo que me quería presentar a Lorenzo
Garza. Me surgió la inquietud y me intranquilicé un poco pues yo era un chaval
y él todo un señorón. Llegó acompañado de mi paisano Joaquín Rodríguez
‘Cagancho’. Eran sobre las once del día cuando nos estrechamos las manos, las
de él legendarias, las mías hambrientas de gloria. De entrada quedé impactado
con su recia personalidad, otra vez la personalidad. Balsa nos convidó a tomar
altura desde el lobby hasta el Pent House, la tarde ya caía y la charla seguía
y seguía, ¡Qué toreros!” Paco Camino alza los brazos como lo hiciera en el
centro del ruedo de la Plaza México la tarde de su reciente, paupérrimo
homenaje y exclama: “¡me llevo, renovado, el recuerdo entrañable de México”!
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