El Torero Sudamericano
Bardo de la Taurina
El padre del
tal Bardo, que eso si tuvo, lo que no tuvo fue madre, dicen quienes no les aplaudo sus lucros u ordeña con
la Fiesta de Toros y Toreros, a quienes no les tapo la degradación de sus
toros, a quienes no les alabo a sus hijos inmeritorios y tampoco les oculto sus
espantadas, carencias, falta de arte y fracasos, en una profesión pa’ la que no
nacieron, bueno son ellos quienes me tachan no nada más de huérfano, sino de
ojete pero ¿qué le vamos a hacer? así que mejor que volvamos a retomar al
progenitor, aquel que se vistió de luces palmadas en la cocina del legendario
Café Tupinamba pa’ irse a jugar la vida taurina a un solo toro en lo que fue el
Toreo de la Condesa, un jueves de oportunidades.
Por cierto que
ese novillero de la mitad de la década de los años treinta, tenía una libretita,
bueno era una libretota alargada y flaca con el contorno de las hojas pintadas
de llamativos colores y resulta que esa bitácora taurina que un día apareció dentro de una destartalada
espuerta que este escribano encontró
arropado por las telarañas de una bodega entre muchos apuntes que
debieron ser caligrafiados unos con lápiz de esos amarillos que creo eran de El
Águila y otros con manguillo, pude leer cosas interesantes, como por ejemplo
que la Plaza del Toreo se encontraba en una manzana que no era cuadrada sino
pentagonal cuyas calles eran las de Durango, Salamanca, Valladolid, Colima y
Oaxaca, también estaba ahí apuntado que la enfermería de la plaza daba a la
calle y que fue precisamente en esa puerta donde la madre del niño rubio el
novillero Félix Guzmán, enloqueció sabiendo que
ahí adentro se le estaba yendo la vida a su hijo, también garabateado en
los papeles amarillentos se leía que enfrente del Toreo estuvo la Casa de la
Bandida Doña Graciela Olmos, quien en realidad decían las letras se
llamaba Marina Aedo y que en esa ‘Casa’
que lo era de señoras cuya reputación no era dudosa, aunque los puritanos dirían que era de ‘Citas’ o de
‘Asignación’ cuando lo preciso es decir que era de putas, en donde se llegó a
vestir entre el olor a pantaletas, a coñac y a otras brujerías Luis Castro ‘El Soldado’.
Bueno pues
resulta que también encontré un testimonio en el que el padre había anotado que
en el año de 1953 llevó por primera vez a su escuincle a la Plaza México y eso
me trae a la memoria que por aquellas
fechas vi a toreros cuyos nombres se me
volvieron imborrables por citar a Carlos Arruza, Luis Procuna, Silverio Pérez,
Manolo Dos Santos, Antonio Velázquez,
Antonio Chenel ‘Antoñete’, Jesús Córdoba, Juan Silveti, ‘Joaquín Rodríguez ‘Cagancho’,
Julio Aparicio, Fermín Espinosa ‘Armillita’ y un torero llamado Cesar Girón, el cual llamaba mucho la atención desde su
peculiar forma de partir plaza con el brazo extendido como apuntando a su
tierra sureña de esa América bolivariana, cuando ya la geografía medio me
empezó a hurgar en las neuronas me dio por ver con agrado a los coletas que
venían de aquellas praderas.
Luego vi a César
Faraco y cuando hace unos días me llegó el cartel de la Tradicional Feria de
Santa Clara, el artista de los pinceles Jorge Matchain me comento que la
pintura que para esa ocasión bordo estaba inspirada precisamente en ‘El Cóndor’
César Faraco’ lo que me motivó de inmediato a solicitarle al más enterado de toros que ha dado la Fiesta
Brava Sudamericana, que lo es Don Víctor López ‘El Vito’, el que si nos podía
obsequiar una de sus joyas relativa al torero de por allá y con ello los dejo.
Ganadero de 'Cerro Gordo' Don Guillermo Rodríguez y matador César Faraco saliendo a hombros de Santa Clara 1961
CÉSAR FARACO
Víctor José López EL VITO
Los trepidantes años sesenta están lacrados con los nombres de
una generación de líderes mundiales. Seres humanos que destacaron en la
política universal, como es el caso de la terna de Kennedy, Krushev y Fidel. El
campo de la música la presencia de los Beatles y en el fútbol Pelé. No existe
otro como Muhamad Alí, capaz de ensogar el boxeo, en la lucha contra la
segregación y a favor de la Justicia.
La fiesta tuvo su ícono,
y este fue Manuel Benítez “El Cordobés”. Revolucionario auténtico, personaje de
marcada influencia, de tanta importancia que, hasta por sus más enconados
detractores, se le reconoce haber propagado la fiesta como nunca antes se
sembró y se reconoció.
América vivió el cordobesismo con pasión, y de América fue
Caracas una de las plazas más influidas por la fiebre de Manuel Benítez. El
debut de El Cordobés en Venezuela fue en el Nuevo Circo, el 17 de noviembre de
1973. Se organizaron dos corridas de toros para presentar al fenómeno de Palma
del Río. Lo hizo junto a Pedrés y a Miguelín, este último murciano, afincado en
Algeciras, debutante en Venezuela. Con ellos el aragüeño Alfredo Sánchez carta
nueva del toreo criollo, y cara fresca que se jugaban las empresas en los
carteles fuertes.
Nada ocurrió, como tampoco pasaría nada en las nuevas
presentaciones de Benítez. Una de estas corridas muy sangrienta, con percances
graves a Sérbulo Azuaje y el chiclanero Emilio Oliva, que hasta la extremaunción recibió en su
convalecencia. Fue una corrida nocturna, con presencia del presidente Raúl
Leoni, el papel agotado y la locura por ver a Benítez. Fue una noche en la que
El Cordobés fue abucheado, ante complicados, y encastados, toros de San Mateo.
Iba Manuel Benítez por el desquite el 13 de diciembre de 1964, y
lo rodearon de un inusitado ambiente propagandístico. La radio pregonaba el
slogan de la corrida:
”-
Trece de suerte torera, domingo para Pedrés. Por gracia pinturera, Faraco y El
Cordobés”.
César Faraco, arrumado en el baúl de los recuerdos fue
contratado por ser más antiguo que Pedro Martínez y El Cordobés. Benítez exigió
siempre toreros de más antigüedad de alternativa en sus carteles.
César Faraco sorprendió ante el primer lagunero de la corrida,
“Chimalpopoca,” al que le cortó una oreja. Pedrés escuchó sendas broncas en sus
toros y El Cordobés pasó de puntillas por la arena de San Agustín.
Con el cuarto toro de la corrida, un toro de Pastejé, bravo y
encastado, El cóndor de los Andes remontó vuelo tan alto con este toro,
“Moctezuma” de Pastejé, que Caracas no tuvo techo para su triunfo.
Fue la faena de su vida en Venezuela, esta de Faraco a
“Moctezuma”. Un toro zaino, abanto de salida, y distraído en los capotes. Toro muy
emocionante en varas, propinado tumbo y empujando con bríos las monturas.
César Faraco brindó al palco de reporteros gráficos, su primero
lo había brindado al público. Matizaba el andino las circunstancias y sus
brindis eran elocuentes mensajes que lo convirtieron en héroe sentimental.
Inició la faena a “Moctezuma” en los medios, citó de lejos al bravo toro, y
desde los medios a donde llegó garboso y vendiendo su vida para reunir en el
corazón de la arena muletazos templados, latidos de emoción, se encendieron los
tendidos de pasión localista y triunfalista.
Una gran faena, no hay duda, faena cumbre que el andino coronó
con la espada. Llave para abrir de par en par la puerta grande del Nuevo Circo
de Caracas.
Los caraqueños fueron a ver a Benítez y descubrieron una joya
olvidada en el cajón de los recuerdos, César Faraco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario