Bardo de la Taurina
Me preguntaban ¿si existe similitud entre las ferias de
México con las de España?, la
contestación habría que darla con varias respuestas, en lo taurino ninguna
feria azteca se podría comparar con las
ibéricas. La razón es que una fiesta no tiene nada que ver con la otra y esto
no quiere decir que la azteca este degradada, simplemente que es distinta, aclarando
que es así, porque los industriales del
negocio lo quieren así, esto porque el toro chico y descastado sale más barato y
sobre todo, porque el desastre lo permiten las masas.
Relativo a la ferias
donde sale el toro al ruedo, bastaría con comentar que en la Ciudad de México,
que es una de las más grandes capitales del mundo, ni a feria llega y por ello desde aquí lanzamos la propuesta,
de que dado que en este territorio, el que ha sido distinguido como el mejor destino turístico
del orbe al acreditársele el Worl’s Best Award, lo que en parte se debe a los
eventos o espectáculos que su gobierno el que pronto tendrá su propia
constitución, ha venido presentando en el Zócalo actuaciones por citar algunas que van desde las
impresionantes maniobras acrobáticas realizadas por el piloto gringo Chuck
Aarón, en el helicóptero alemán de Red Bull para la más reciente película
Spectre del agente 007, y que decir de la espectacularidad que le imprimió el piloto español de la
Formula 1 Carlos Sainz a su bólido, en la Plaza de la Constitución.
Ante eso, desde aquí
le recordamos o informamos a las autoridades de la capital mexicana, que en el
año 1526 o sea hace casi 500 años, en la Plaza Mayor se celebró la primera
Corrida de Toros, precisamente en donde hoy está la Catedral Metropolitana. Para
esa ocasión se trajeron toros españoles de la región de Navarra pertenecientes
al hierro de Don Juan Gutiérrez Altamirano, en referencia a ellos el inmenso
Ortega y Gasset diría: ‘Eran toros compactos más prestos y agiles en sus
movimientos’.
Tal vez el gobierno
de la Ciudad de México no esté al tanto de que aquí se encuentra la Plaza de
Toros más grande del mundo y que al conjuro de nombres como Pablo Hermoso de Mendoza, Morante de la
Puebla, José Tomás / Pepe Tomy, y los oriundos como Rodolfo Rodríguez ‘El Pana’, Joselito Adame y hasta el torero del pueblo el senil Eloy Cavazos quien anda tirando
anzuelos pa’ haber en donde celebra su cincuentenario de alternativado, repletarían el Zócalo logrando
incluso imponer un record Guines de asistencia a una corrida de toros, con lo
que lograrían que el nombre de la Ciudad
de México, volara más alto que aquel globo de Cantoya que en el año de 1863 se elevó
desde el Zócalo y luego cayó sobre el
techo del Palacio Nacional.
Aquí está la
propuesta por adelantado, la cual se oficializará el próximo 16 de abril,
frente a donde se encontraba la Plaza de Toros del Voladero, durante la
presentación de la obra editorial ‘Centro Histórico, crónicas inéditas’ del
cual podremos adelantar que en uno de sus capítulos viene un referencial de
aquella ocasión en que el torero más majo que ha parido Sevilla Joaquín
Rodríguez ‘Cagancho’, fue recibido por el Presidente de la República que lo
debió de haber sido López Mateos, el cual nombro al torero trianero su asesor
particular en materia taurina y es que la Fiesta de Toros y Toreros es; cultura, arte e historia, no quererlo ver así es cuestión de oftalmología
¿o no es esa la ciencia que se ocupa de
la ceguera?
Pa’ la otra respuesta, la relativa al ambiente, habrá que buscar a Carlos Millet, del
programa ‘De Toros, De Ferias y Algo más’
y preguntarle sobre el paralelismo, si es que existe, entre las ferias de ambos países, ‘Háaablele’ a Millet lo pueden localizar en el famoso ‘3’ en
Sevilla a la vera de la Maestranza paladeando un Rabo de Toro Glaseado al vino
tinto, como preámbulo a rematar con un Cardenal
de Mendoza, por aquello del Domingo de Resurrección, y si ya se piro lo
encontrara por los tablados de Triana,
en donde José Antonio Morante no
ha de querer ni pinchar una aceituna y
si enredarse en el talle de una sevillana, pues ya quedo claro que lo de él, es
correr la mano con preciosura, torear entre holanes de fantasía y ponerse guapo
en los terrenos del embrujo, que son en los que los duendes bajan al Guadalquivir
y las musas se entregan al más gitano de sus nazarenos, el de la Puebla del Río.
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