El matador Arturo
Macías, quien por una o por otra ha sido recurrente en las vistas de los diamantes, que cual aretes
de provocación los toros bravos traen coquetos y asesinos, buscando a quien
pasaportar a la tierra de nunca jamás, esa donde todo es nada, en la cual el
aguascalentense con mayor o menor intensidad ha tenido invitación forzosa con
ocho eventos de ortopedia más veintiún
tardes, a la cual en esta última que ocurrió en su tierra, verdaderamente rechazo a la muerte, por esas cosas
de la suerte y que si está con vida no tiene otra explicación que el laberinto
por el cual se desvió el pitón entre la yugular, la tráquea y algo se mencionó
de la cervicales, se habló de la región de tórax, nos enteramos que por milagro
se salvaron las cuerdas vocales y el esófago, además de imaginar de cómo le fue
a la piel, al tejido muscular, a la porción celular y nos estremece el escuchar
de los nervios laríngeos, total, algo
dantesco, que si no es por el azar y la maestría del equipo médico ahorita
andaríamos todos de catafalco.
Macías es un torero
indomable que se va a levantar y a
reaparecer sin mella y sí con una huella de esas llamadas cornadas de espejo,
que son atormentadoras en los días de
corridas, cuando el torero se enfrenta solo con la luna de cristal en la faena
de afeitada que despiadadamente le recuerda al torero que estuvo a un pelo de
ser recuerdo y que ese animal que le pudo causar la muerte, es un semejante a
los que se enfrentará dentro de unos minutos, ¿Por qué recurrir a ello
entonces?,¿Qué necesidad?, una sola, la vocación de ser torero esa que es un ritual en extinción.
La cornada con su
insoportable dolor y peor aún con el saber que en cualquier instante la cavidad
pudo ceder y en un desfogue de
hemorragia la vida se le pudo ahogar, lo cual no fue obstáculo pa’ que Arturo
Macías permaneciera en el ruedo, el fiel
de su balanza no se moverá, él seguirá siendo un torero multi funcional que
tiene una puesta en escena pa’ cada plaza y pa’ cada ocasión.
Como está en el catre, no se valen los halagos
porque cuando uno está en el hule, por convencionalismo huele a 'buenito', lo que
si se vale decir es que Macías es un torero que trae en la sangre el saber
conjugar el verbo enjundia, así que por la suma de cómo la viene ejerciendo en
todas las plazas bien le vale que ahora que caiga el primero en la México, sea
el primero en entrar al quite y no se esperen hasta darle una de las de consolación.
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