Por Bardo de la Taurina
Con uno de los climas de
mayor desánimo que se recuerden en el ambiente, está por inaugurarse, el venidero
noviembre muy cerquita del día de los difuntos, la temporada de toros en la Plaza México, un serial en el
que de entrada la empresa se ha hecho eco del sentir de gran trozo de la afición en cuyo
gusto ya no está José Adame como pa’ el
honor de inaugurar el ciclo de invierno,
mismo que de cara a el serial nos pone la disyuntiva de lo beneficioso que sería pa’ la
fiesta el que en el graderío de la plaza existiese un grupo, porra, peña, caterva a imagen y semejanza
del Tendido 7 que opera en la Plaza de Madrid.
Desde que las cosas empezaron
a ya no marchar como debieran en las plazas de toros, tuve la certeza que una gran tajada de la
responsabilidad de que eso estuviese sucediendo era causa de que había llegado
la blandenguería a los tendidos, a cubrir con un velo de tul rosita, el medio que ahora
ya nada más es medio taurino, en una Fiesta Brava que por su propia naturaleza
debería de ser bravía, más como ya todo está malbavisqueado pues se requiere
urgentemente que lo que se pueda apuntalar se haga y tal vez en orden de importancia
después del toro bravo, los toreadores enjundiosos, siga el Tendido al que hay que
devolverle la no complacencia a lo turronero y eso es precisamente lo que hacen
los aficionados del Tendido 7 en la plaza de Las Ventas, la que por algo es la
más seria del mundo, claro que si caemos en el estribillo de que Madrid es Madrid
y México es México, entonces no nos quejemos de lo que estamos padeciendo, empezando
por la campaña de reclutamiento de aficionados la que ni siquiera la empresa la
está pagando sino que la están cacaraqueando quienes permitieron que la fiesta
equivocada creciera a costa de que la gente se saliera de las plazas.
Mas como también se salió la
credibilidad ya nadie le creé al trinar
de los jilgueros de la empresa y si en
cambio se está pidiendo una voz, un Tendido 7, que exprima la pus, pa’ que el tumor
de la mentira y la coba quede reducido a la mínima expresión y ya sin orejas regaladas,
halagos falsos, cortinas de humo y llamadas a misa, el toreo vuelva a ser semilla,
sustento y fruto de la fiesta y con ello volverá la veracidad acompañada del público.
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