El Toro en México
Por Bardo de la Taurina
Son las seis de la mañana de cualquier día de cualquier
semana, cuando suena el teléfono con abierto riesgo de provocarle por lo
inoportuno de la hora un infarto a
cualquiera, siempre la misma jodedera -su banco favorito le ofrece a usted
créditos gratis…-, -telefonía la mejor conexión del mundo y sus alrededores…-,
-en estas elecciones vote por el menos
malo…- y ahora esta semana el jueves 10 a través de las aplicaciones del móvil las que generalmente
los chateros, los twitteros, los facebookeros usan pa’ su entretenimiento y asumirse aunque sea instantáneamente como
críticos, comunicólogos, maestros de
toreros, consejeros de ganaderos, candidatos a empresarios y pregoneros.
Ahí en las redes se desato un tsunami; Hoy torea México en
Madrid, Las Ventas van a ver lo que es canela pura, la primera figura de México
lleva la bandera tricolor en la espuerta, México en la muleta del hijo pródigo,
el orgullo azteca cimbrara la feria de San Isidro, México te acompaña, llevas las llaves de la Puerta
Grande, México al primer mundo del toreo, un mexicano a la cima del mundo, la
patria te acompaña mi torero, el IPhone amenaza con atascarse.
Sale el toro y el tono va girando; El empresario Simón Casas
es un hijo de…, como se pudo atrever en
la semana más floja de la feria poner a uno de los pilares de la dinastía Adame,
y con esos toros ¡coño! la primera semana es para calentar el ambiente y en ella
van toreros que no han sacado la cabeza o porque son de reciente
cuño o porque de plano no han podido.
No importa cuál de los Adame sea, pues se podría apellidar de
cualquier manera, cabe decir que aquí lo alertante y hasta
alarmante es la forma que se aplica la
palabra México para subrayar a un torero que de ninguna manera lleva una
representación nacional y por eso hay
que atajar esto en seco y de frente, los toreros van a torear a donde consigan
los contraten a título personal ¿o que acaso cada vez que salen al extranjero
el Presidente de la República los despide en la explanada frente a la todavía
Residencia Oficial de los Pinos y ahí bajo la mirada escultórica del prócer
Francisco. I. Madero se les entona el Himno Nacional, seguido de veintiún
salvas y se le entrega al torero el lábaro patrio para que vaya a Madrid a
defenderlo incluso a costa de su propia
vida ante los embates de cualquier enemigo resaltando el toro, ¡Por supuesto
que no!
México a pesar de todo
y de muchos, ¡Es mucho! y desde luego
que no va a estar en el albur de un capote o de una muleta en Madrid, y ante
los ojos de los presentes de quienes siguieron el tercer festejo vía
trasmisiones, el torero que anunciaron, no fue más que un oficiante de un
oficio llamado torería. Ni siquiera llevaba el título de embajador.
Y por supuesto que pa’
ser considerado representante tricolor
se habría tenido que convocar a un certamen pa’ que de él saliera el torero
insignia de un sector laboral y todo esto viene por lo que dejo demostrar o hacer el torero José
Guadalupe Adame Montoya lo que provocó
que sus alabadores que antes de la corrida lo llenaron de incienso se esfumaran
y después de la corrida la decepción
se tornara en hiel, (¿serían los mismos los unos que los otros?) desanimo,
descalificación, desilusión, hasta
llegar a ser mancillado su origen, ¡No señores! no nos equivoquemos México no
está en tela de juicio.
Y más que claro queda que esta es una columna periodística y
no un juzgado donde hay que defender a un torero indefendible por que la
longevidad taurina nunca será sinónimo de solera, aunque ésta en ocasiones se
suple por etiquetas y galardones fabricados por la industria de hacer toreros
para consumo de paladares fáciles, así que no culpemos del todo al torero sino
a quienes lo ponen en mesa de manteles largos, sacándolo con ello de su real
contexto a cambio de que la piel se le curta de algo así como hastió que ha llegado incluso a
alejarlo de aquel torero cuña que era atracción
de tendido.
Y podrá venir una orejita, o dos allá mismo en Madrid esta
semana pa’ que le den oxígeno y así seguiremos respirando en una fiesta que se
nos ha convertido en una dramática realidad en el que las piezas de una
maquinaria se forran de luces intermitentes cada vez más espaciadas.
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