BARDO DE LA TAURINA
En estos días donde las
costras del polvo se elevan y los nubarrones de cielo se bajan
oprimiéndonos, aprisionándonos,
asfixiando el ánimo cual prensa de acero, que desparrama por los costados la ansiedad, por hacer algo que combata a la ociosidad, el aburrimiento y la desesperación, factores
que están latentes y prestos pa’ vulnerar a quien no pueda lidiarlos, como ya
lo están haciendo personas y zombies que tienen gustos o afición por
determinada práctica y en la que acurrucan unas veces pa’ amainar la tormenta
del encierro y otras pa’ desde ahí levantar la voz haciéndose presentes, las
redes sociales han servido de todo y a todos, con eso tan de boga que lo son
los videos y las comunicaciones zoom y cuanto se pueda imaginar que pueda verse
en las plataformas digitales, que son válidas, cuando en ellas los amateurs las
usan con ese sentido, los profesionales con el propio, pero que se convierten
en pantomima cuando los primeros trasgreden o tratan de usurpar el lugar de los
otros.
La tauromaquia completa ha dejado
obligatoriamente las plazas de toros, las salas de exposición, las tertulias, y
en cambio, procuran y recurren a foros digitales, algunos de alta resonancia y
otros de modesta presencia, mas todos con respetabilidad al esfuerzo y si cabe
el término hasta entusiasmo, sin dejar
de mencionar el enfermizo exhibicionismo de un bonche de personas dependientes del narcisismo, por ello a esta época se le recordara si
alguna vez llega a ser pasado como la de la pandemia que le ‘cayo como anillo
al dedo’ a un ente y a su D’ Artagnan y a 99.99 nos está poniendo literalmente
a morder el polvo.
Félix Guzmán - 2 de junio 1943
Coincidentemente
en los meses de mayo y junio el
calendario enfundado de catafalco con sus fechas luctuosas nos ha recordado
subrayadamente a diferentes personajes, según sea la óptica de cada quien y
también las edades, pues si traigo a la palestra como lo estoy haciendo el
nombre de Félix Guzmán “El Torero Niño” pues quienes le dan grosor al ramo de
la afición, hoy en día difícilmente lo recordaran y menos estarán enterados que
murió siendo mártir un 2 de junio del año 1943, después de haber recibido una
cornada en el Toreo de la Condesa donde la seda y los hilos de la taleguilla, que
medicamente le dejaron dentro de la herida, le provocaron una gangrena gaseosa,
este novillero cuyo tremendismo, entrega y conexión, con el tendido lo llevaron
a ser paseado en hombros en los tendidos, mientras afuera del coso durante el
festejo la madre circundaba una y otra vez las cinco aceras de las plaza
expulsando Ave Marías al ritmo de un apretujado rosario, y cuando a los veinte años el adolecente rindió tributo a
la negligencia quirúrgica, la madre
todas las tardes se desprendía de la barracas de Barranca del Muerto allá por
el barrio de Mixcoac y enfundada de luto doliente se iba encaminando hacia EL
Toreo de la Condesa preguntando entre alaridos y sollozos por su hijo, muerto en una encarnación,
literalmente de ‘La Llorona’.
Eduardo del Villar - 20 de mayo 2014
La gloria pa’ los
toreros profesionales, que lo son, todos aquellos que le salen al toro en
cualesquiera de sus modalidades, oro, plata, castoreños, rejoneadores, forcados
y monosabios, siempre estará en los cuernos o
en la pujanza de los bureles, lo
cual no quiere decir que todos lo deseen y menos que se les conceda, más que a
los muy selectos del destino ese que se la negó a David Silveti, los motivos
que llevaron a Eduardo del Villar “El Cabo” a su búsqueda, siempre serán de él,
pero de que deseaba a la muerte es
innegable, la halló en Seybaplaya, Campeche, una tarde de mayo marcada con el 20 del 2014, el sello y el trance de toda su vida fue la valentía, que en él era nata, natural, no
sabia voltear pa’ atrás ni rajarse ante nada, ni ante nadie, se realimentaba
con la energía del sol, porque eso era
precisamente él, un Sol.
Le escuche decirle a
Magia la compositora e intérprete del huapango
“Guerreros Gigantes” mandado escribir por él pa’ honrar a su grupo de ‘Los
Forcados Hidalguenses’ que; -respetaban al toro que vencían, lo amaban tanto
que lo abrazaban, eran (y son) guerreros gigantes, que citan a la muerte-,
al miedo decía que lo desairaba y que no le asustaba y que lo desafiaba y que
se lo pasaba por el Arco del Triunfo, porque a final de cuentas ni lo conocía, y al
decirlo se carcajeaba, en vez de asumir
con la solemnidad que el tema requiere, le daba una pega y la vencía, ¿pa’ que recordar a Eduardo? Si allá abajo está,
anda en el Rincón del Bardo donde
trajo un bárrete nuevo de Portugal y le cosió unas de sus medallas de las que
desde siempre le acompañaron, -vamos a la tiendita la del “Chino”-, compró un jugo de naranja, mmm
bueno dos, regresamos y se metió a la cocina
abrió el refri dejando una de las
botellitas, -ya me voy-, ¿Qué no vas a comer?, es que me voy a ir a Campeche, ¿si
no van a pegar ahí? -¡Yo sí!... Iba en busca de la gloria, esa
gloria, que da la muerte.
Rodolfo Rodríguez - 2 de junio 2016
Con ese milagro que
en forma limitada comulgo con muy pocos, entré en comunicación con Paco Camino Gaona y salió a la palestra
la forma en que Rodolfo Rodríguez el inventor, el creativo de “El Pana”, ‘Camino del caminito’ me platicó
la forma decisiva con que su abuela Doña María consorte de Don Alfonso, mandamás
de la Plaza México influyó pa’ que el
empresario le permitiera torear un novillo manso que le dieron pa’ dentro en una tercia que estaba en funciones, lo que sucedió en 1978 y que catapultó a “El
Pana” hacia la Novillada de Selección que
prendió la mecha pa’ uno de los primeros despegues del apizaqueño, los datos no
embonaban del todo, volví a hablar con Paco
Camino Gaona y me comentó que lo que me había platicado sobre el cómo de aquel
episodio, ya se lo había contado al abogado José Rodríguez, conocido popular y
coloquialmente en el ambiente taurino como Pepe
Rodríguez ‘El de los libros’, ¡ah! pues supusimos que algo referente al
pasaje estaría en el libro que sobre el susodicho toreador escribió el
personaje de Tacubaya.
Mientras se buscaba
el libro contacte al erudito y maestro director de la Biblioteca GARBOSA Don Salvador García Bolio, tras, tras, tras ¡Tomo
Nota! y en menos que lo que canta un gallo
de acuerdo a su gentileza y sapiencia me brindó toda la información
proveniente entre algunas fuentes del periódico ‘El Redondel’, ya con los datos
bien cinchos, volví con Paco Camino Gaona y me leyó lo que está
escrito en el libro, lo cual es verdaderamente espléndido, no sé si es histórico
puro o si además goza de un toque
novelado tan válido, pero de que vale la pena leerlo, ¡lo vale!, razón por la
que no voy a referirme con mis letras al pasaje que tiene mucho de romanticismo
y no lo haré en aras de que usted lea el
libro, que creo está también en versión digital, se llama “El Pana Torero
Surrealista” (Los inicios de una leyenda) de la autoría de Pepe Rodríguez que
vio la luz en el 2017.
Con quienes no son mis amigos no discuto, con
quienes sí lo son, tampoco discuto, solo intercambio puntos de vista, Camino Gaona piensa que Rodolfo
Rodríguez pudo haber llegado mucho más lejos, mi menda discrepa de ello pues
pienso que el “tahonero torero” llegó
hasta donde llegó y en la forma en que llegó porque pa’ eso estuvo hecho, así
era su molde de vida, su patrón y no estoy hablando del destino, estoy hablando
de la masa de la que estaba hecho, su profundidad fue la que tuvo, su contenido
fue en la que se columpio su personalidad, que esa si fue permanentemente in crescendo.
Archivo Don Salvador García Bolio
Hoy a cuatro años de
su muerte que ocurrió el 2 de junio del 2016, hemos sido testigos de algo descomunal y es
el hecho de la forma en que ha crecido el impacto “Pana”, la pregunta es;
¿hasta cuándo y hasta cuánto va a dar el Pana-derismo?
ojala sea por un buen rato y lo
digo no por el “Pana” porque él hace cuatro años se convirtió en cenizas, en
polvo y paso a formar parte de la tierra del Campo Bravo, el deseo es que esa
admiración por el personaje la mantengan, porque en mucho la afición vive de
sueños y hoy pa’ como están las cosas va a pasar un tiempote pa’ que otro torero vuelva a
ilusionar en el amplio concepto del término, porque por supuesto que ahora hay
toreros más artistas, más técnicos, más dedicados, lo que no hay son
toreros con ese empaque vintage, retro,
que en un solo menú reúnan pimienta y picante, sabor y aroma, personalidad y
estilo, aceptación y controversia, y suerte, porque si el “Pana” hubiese
toreado en España, la balanza se hubiera inclinado pa’ otro lado (¿Se lo digo
aunque sea crudo, o me lo callo?) y la leyenda nunca hubiera sido rematada con el mismo epilogo.
Por ello mi menda
prefiere quedarse con eso que escribiera el argentino Astor Piazzolla
‘Amo los pájaros perdidos que,
Vuelven desde el más allá,
A confundirse con un cielo
Que nunca más podré recuperar…’.
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