El Toro en México
Por Bardo de la Taurina
La élite en el México taurino,
hoy por hoy, lo es la Plaza de Toros de Cinco Villas y con ello se confirma que
el perfume fino siempre lo es el elixir del lujo, que también es el de la exquisitez y el de la exclusividad,
Texcoco fue la cuna de dos de los grandes emblemas de la grandeza del arte, el rey poeta Netzahualcóyotl, y el príncipe monarca
Silverio Pérez, así que como entre la nobleza la cortesía es un don pues su
majestad Enrique Ponce no podía dejar de pisar el albero dorado de Cinco Villas,
el del ‘Edén florido, mago joyel lucido,
eres única tú del mundo la mejor’… (Agustín
Lara – Tierra Mexicana). Previo a su actuar en la Plaza México, que esa es
masiva y a ella iremos más adelante.
Los jerarcas de la abadía
torera Marco Sirvent & Domínguez Cobián, dispusieron para la visita de gala
la asistencia selecta y minoritaria de
los emblemáticos del palco de honor, los de pipa y guante, mink y cashmir, en
la rotonda que preside el emblemático bronce del patriarca de la dinastía; Don Gabriel
Marco Duesca, fue recibida la corte de la socialité, quienes tras los primeros escarceos en el que
las antorchas gigantes ahuyentaron al escenográfico frío invernal, los caldos fueron apareciendo y con ellos los
nombres caros de los civiles y de los toreros que brindaran una tarde de tienta
y un ballet de tauromaquia.
Emiliano Osornio saludo con
infantiles trazos previos a que abriera el
matador Raúl Ponce de León, quien dice de sí mismo ‘es casi una gloria torera’,
el coleta jurisconsulto Luis Gallardo, les enseñó a sus alumnos predicando con
el ejemplo, una vaca color rubí, de mucho brillo que era una joya de la Joya,
encaste Parladé vía Algarra por parte de madre y Salvador Domecq, por parte de padre,
a la que se la pasó por el talle de la cintura Luis Marco con ese rememorar la ‘Emoción de panderetas, en el alma de un
torero, farolazo que alumbrara los ojos del mundo entero. ¡Torero…! ¡Torero…!’ (Agustín
Lara – ‘Gitanillo’). Joselito Zavala arrancó suspiros de las majas, y de
repente el reflector solar mando al más luminoso de sus hijos, Enrique Ponce, el
de ‘Valencia jardín de España, con
aromas de jazmineros, Valencia linda de los olivos, pétalo que cubre de sangre
y de seda, mi suelo español, bañan tus naranjos, las aguas del Júcar…’ (Agustín
Lara – Valencia).
Apareció en el callejón el
maestro, ‘con sus labios de agua de azúcar, con esos ojos valencianos hechiceros, cual
leyenda de los romanceros…’ (Agustín Lara – Valencia). Escoltado por Javier
Conde, del que se dice es el ‘Picasso del Toreo’, el que le arrancó una
estrella al firmamento y la hizo su consorte y su cantaora ‘Estrella Morente’, nacida en el corazón de Granada. ‘Cubierta de flores, de rosas de suave
fragancia y beso tu boca de grana,
jugosa manzana…’ (Agustín Lara – Granada), ya está en la arena el cuatro
patas, Javier Conde lo brinda al Lucero de la empresa, lo pincelea de a poquito,
la bestia le pide la muerte moviéndole la
peluda y el chulo que castiga se dirige
a Ponce, ‘¡matarlo tú! que éste es un cabrón’.
Lo estelar viene en dos finas
aristas, la primera cuando en un lance
de temeridad el ‘Divo de Chiva’ dio
alternancia a Cristóbal Arenas ‘El Maletilla’ y éste en un poemario de capa, bordó
pinturas con las Chicueilinas y con la sarga
citó, mandó, templó y se le fue por delante, más el caballero todavía tuvo la caballerosidad de cuando ‘El
Maletilla’ toreaba en el vértice de la pandereta decirle; -¡Vente pa’ acá, que aquí está la clientela!-
Cristóbal Arenas remató con un turrón de pecho, después de haber dado el pecho en
el albero, se dieron las manos, de figura a figura.
Juanito, que también es
vendedor de pescados y mariscos en el mercado de Mixcoac, le entregó al maestro
Enrique Ponce los avíos para que éste los convirtiera en seda y organza, se fuera al toro con la
mano izquierda reposando en la bolsa del pantalón y así empezó
a predicar la encíclica de su toreo, hasta que su maestría quedó grabada
en el albero dorado, como dorado fue todo lo que hizo con las telas y como de
origen es bondadoso, al toro que era una pelota, en lugar de mandarlo con Coco
al mundo de los muertos, lo regreso a seguir cantando en la alfombra verde de
la campiña mexicana… que pa’ eso es un Dios y perdona a quien se le da la gana,
que dicho sea de paso, el burel de Arroyo Zarco, se lo merecía.
Ya en la Casa Jordán, el
banquete lo enmarcó Pepe Villela con su Mariachi de la Ciudad de
México, Ponce se arrancó con ‘La Diferencia’ de Juan Gabriel y Magia con ‘La Bikina
de Rubén Fuentes, no se podía ir sin que el legendario ‘Notario’ y la ‘Poncina que fueron inmortalizadas por el
pintor de boga Francisco Álvarez, le fuera obsequiada al tiempo que Enrique
Ponce se admirara con la obra del artista y exclamaba; ¡Soy un amante del arte!
Luego en el pórtico de la despedida
doña Ma. Elena García Solorio la diligente promotora del libro musical de
Agustín Lara, que tiene aroma a pasodobles y a provincia española, puso en
manos de Ponce ‘El Cristo de las Palomas’ escultura – pintura de Fco. Álvarez pa’ que el iluminado a su vez lo
ponga en manos de su Paloma, allá en la
finca ‘La Cetrina’ en Jaén y le diga -Es una obra de arte del mexicano de
Jiutepec, Morelos, el que ilustra con alamares de oro el libro ‘Lariano’
proyectado a presentarse en Bellas Artes y una de cuyas obras centrales esta
dedicada a Valencia… los del arte, con los del arte.
Llegó el domingo y el
bienaventurado aún en estado de gracia, después
de lo que había logrado en Cinco Villas, se fue como bendito vestido de
ostia y dorado a la plaza más grande del
mundo, donde la gente lo obligo a grito pelado a reponer un toro en compensación
por el que se le había fracturado del santo fregadazo que se metió al montarse
en un burladero tratando de aterrizar en el callejón, con su toreo preciosista, efectivista, académico
hasta la conjunción del Poncismo, que es el nombre de una alma mater fundada
por éste catedrático, volvió a escuchar los alaridos multitudinarios de ¡rabo,
rabo, rabo!, se fue en volandas, porque lo suyo, son las nubes.
De paso recogió el dinero que
el pueblo había pagado por verlo y se lo devolvió al pueblo mismo, pa’ que lo
convierta en varillas, cemento y mano de obra que mucho ayudarán a los que los sismos, les
pegaron un doblón.
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