En ese mar de gente que
se forma en los antes de los festejos, un aficionado a quien no conocía, me dijo; -Bardo está usted hecho
un perro con la pluma en el hocico- y agregó sin soltar la lengua -no se enoje,
eso siempre va ser mucho mejor que ser un comunicador correctamente taurino- el
término, no el de las croquetas sino el otro, me hizo gracia, lo de perro lo
tome como una distinción y es que en
México ser perro no es cualquier cosa ¡qué va!,
y si usted me lo permite le diré que en mi opinión la perra más famosa
que ha habido aquí, lo fue una setter
llamada Aída que perteneció al Arq. Adamo Boari constructor del Palacio de
Bellas Artes perrita cuya popularidad la llevó hacer inmortalizada en los medallones
que resguardan el pórtico derecho de la fachada principal del palacio de mármol,
¿Qué tal?
Y hablando de
popularidad en las bellas artes la empresa capitalina, escogió el día
guadalupano pa’ dar una corrida como esas que se dan en provincia del Estoque o la Oreja de Oro, pero aquí en la
Ciudad de México la dieron con figuras españolas y toreros mexicanos algunos interesantes y
otros pues toreros, pa’ disputarse el
reconocimiento del público, tal vez en una estrategia alocada se empezó a
correr la voz de que los boletos desde siempre estaban agotados ¡Falso! al grado
de que la plaza no se llenó hasta el reloj.
Todo empezó dice ‘El
Brujo’ José Luis Pacheco el aficionado de toda la vida (el que prepara pócimas mágicas pa ’amores y
desamores, pa’ la reumas y las urticarias), con un no saber cómo se acomodaban
los toreros, por aquello de las antigüedades violadas luego las rayas concéntricas
y la silueta de la virgen pintadas en color ceniza de cuaresma, que al pasarles
los rastrillos ensuciaron toda la arena, aparte de que a los creyentes les pareció
una falta de respeto que los caballos , los toros y los humanos la pisaran en
su natural desplazarse y después un tenor fuera de cacho que sobre el techo de
la puerta de toriles, lugar reservado pa’ los sombreros charros de ‘Manolo’, se
receto algo como un cantico religioso,
en un coso taurino ¡hágame usted favor! después
de esto que no nos extrañe ver en el pulpito de la catedral al ‘Cigala´ con sus
´Lágrimas Negras’ o que tal en la Villa de Guadalupe con aquello de ‘Salías del templo un día
llorona…´ ¡Ay dolor!
Comenzó aquello cuando el estuche se abrió y
como por arte de magia broto un señorón de la Joya que fue una joya con una
capa de mink jabonera, que merecía a aquel Pablo Hermoso de Mendoza en plenitud
física y no, el navarro ventajoso que le aventó dos rejonazos de castigo
capaces de parar a un bulldozer y no obstante el majo cuernudo le apretó y Don rejones se lo quitó de encima con frio
machetazo.
Luego salió un toro de Santa María de Xalpa,
sobrio y condescendiente pa’ el mayor de los Adame Montoya y el
juez que es un banderillero en retiro, que también está retirado del buen
criterio, sin justificación alguna, le adelanto al torero azteca los tejocotes,
las jícamas, las limas, las cañas y los cacahuates, lo que provocó una de las
rechiflas más estruendosas que se puedan recordar en esta plaza, cuando el
matador pudo evitar esto aventando las peludas al callejón.
A la pasarela, un
chulo de Jaral de Peñas y con el apareció el constructor de la gran entrada, el
galapagueño ‘Pepe Tomy’ al que por esa razón también y por el espacio en el que
se adecuo, sin que esto quiera decir que le agarro el son al toro, le
obsequiaron una oreja que al primero que sorprendió fue al torero y como en el
juego de ‘las manitas calientes’ la soltó apenitas la tuvo.
Como lo que fue un
toro que le dieron pa’ sus tunas de Fernando de la Mora pa’ Octavio García ‘El
Payo’ y uno de Montecristo pa’ Julián
López ‘El Juli’ que fue todo como a media luz, pues la luz eléctrica que está
muy cara, mejor se apagó por un cuarto de hora, lo que dio oportunidad de echarse
unos farolazos y alumbrarse con el pretexto de quitarse lo friolento y olvidar
el frio de las dos labores.
Ya después con uno
de Villar del Águila, Sergio Flores que anda acurrucado en el regazo del cariño
de la afición, toreó gustándose y gustó
a la afición, afortunadamente se tiro a matar pues ya la gente tal vez etílica empezó
a pedir el indulto y luego el rabo, llevándose a final de cuentas, las de
Mickey Mouse.
Le tocó turno a José
María Manzanares, con su precioso terno color pezón de princesa y oro eucarístico,
la taurinísima, influyentísima y popular
Isabel Cabrera, se lo quería llevar a su casa y yo creo que el otro se hubiera
ido encantado, pero para no entrar en celos por preferencias con uno de Xajay,
le regaló a toda la plaza lo más bello
de la tarde ¡Que Naturales! tan sobre naturales y que espada tan encantada, ¡lo
queremos ver, de nuez! (nuevo) y si fuera en un mano a mano, plenamente justificado
con Enrique Ponce, sería miel sobre hojuelas para la afición y orgasmos para
las damiselas.
Con uno de Villa Carmela Luis David Adame se extravió entre enredos de entusiasmo sin que nadie le haya
susurrado al oído, que nunca unas Zapopinas por más que las repita, serán la
estructura de una lidia.
Y solo
decir que el evento no pasara a los anales del entusiasmo, pero sí, a los de la recaudación jugosa en las taquillas, que
era el objetivo.
Si usted lee algo
diferente, recamado de alegorías, es que
no fue escrito por un perro con la pluma en el hocico y si tiene aroma a ‘rosas
de suave fragancia que le dieron marco a la virgen morena’ es que tal vez el espíritu
lariano, ahora inspira, lo inexistente como inexistente fue el grito de; - Regala
un toro Pepe Tomy- Regala un toro Juli y es que eso solo está reservado, no
para los sacerdotes del toreo sino para el papa de todas las liturgias Enrique
Ponce, el cual, sin haber toreado este doce de diciembre, fue el gran
triunfador, pues ¡como se le extraño!
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